Como es natural, el país está preocupado por recuperar el crecimiento y el empleo cuando amaine la pandemia y, para ello, se ejecutarán las medidas urgentes que son necesarias y estarán disponibles los fondos para financiarlas.
Sin embargo, también es necesario concentrar la atención en las políticas de más plazo para resolver problemas que se han agudizado con COVID19.
El pobre crecimiento económico y de la productividad en los últimos 10 años, en parte han ocurrido por hechos de arrastre no solucionados, a los cuales se han agregado los profundos cambios ocurridos en el mundo y en el propio país, que no se han incorporado a la realidad chilena. A lo anterior se suman los efectos de la crisis actual, que ha provocado modificaciones en el mundo laboral, muchas de las cuales pueden persistir.
Entre los nuevos temas que deberán enfrentarse en el futuro se pueden mencionar.
El trabajo a distancia tuvo que imponerse en muchas empresas e instituciones, mostrando sus ventajas e inconvenientes y la normalidad obligará a determinar qué aspectos conviene mantener y en cuáles volver al pasado. En todo caso, estas decisiones no son una materia sencilla desde el punto de vista organizacional y hay que estar preparados, pues la realidad es diferente entre las instituciones, no es lo mismo un supermercado, una sucursal bancaria o la aduana de un paso fronterizo. La asignación de tareas puede reemplazar en parte y en forma dinámica a las jornadas fijas.
Las jornadas flexibles y parciales son una realidad muy presente en la actualidad, las cuales llevarán a cambios en la forma de trabajo y a difíciles negociaciones entre jefes y empleados, como ser los derechos e incentivos de la desconexión.
Por ejemplo, las trabajadoras a domicilio y el personal docente tendrán que reformular sus horarios y condiciones laborales.
El término de la Ley de Protección al Empleo y de los “ocupados ausentes”, llevará a un completo reordenamiento de los trabajos y también a incorporar en la atención al trabajador los problemas de salud mental que han aparecido, a pesar que son de larga data se han agudizado y para los cuales la mayoría de las empresas no los han incorporado como tarea indispensable.
La automatización en el trabajo es una realidad presente desde hace años y que se profundizó en los últimos meses. La mecanización y robotización estarán presentes en el futuro en forma cada vez más frecuente, lo cual implica que muchos empleos quedarán obsoletos y otros serán muy demandados.
Ello implica cambios profundos en el mercado del trabajo y en el sistema de remuneraciones, y se podría prever un incremento en los salarios promedios. Los robots no requieren jornadas con duración fija, ni vacaciones y no piden aumentos de remuneraciones u otras demandas.
Si bien es cierto que algunas actividades requerirán menos trabajadores, surgirán otras que demandarán nuevos empleos, como ser el turismo, los servicios financieros y la ciberseguridad.
Otro caso resaltante en la pandemia ha sido la demanda por “delivery”, que se mantendría en buena parte hacia el futuro, tanto en la alimentación como en otras compras. Este servicio implica importantes readecuaciones en toda la cadena productiva.
Las situaciones descritas obligarían a un completo rediseño del sistema de capacitación, muy obsoleto para la realidad actual y más para el futuro.
Una propuesta acabada de la nueva política obliga a una amplia reflexión con variados especialistas conocedores del mercado laboral del futuro.
Especial consideración debe otorgarse al amplio contingente de “ninis”, donde priman de por lejos las mujeres en esta condición y que constituye el personal adecuado para una nueva capacitación.
Esta situación obliga también a una revisión de los actuales sistemas docentes de educación superior y técnica para acoger las nuevas demanda laborales que se esperan en el futuro, en especial en las habilidades digitales.
Las consideraciones mencionadas llevarían a numerosos cambios en las actividades de las empresas y las formas de trabajo, tales como el uso de los medios de transporte, el control del trabajo remoto, la utilización de otros instrumentos de comunicación no presenciales como el “zoom”, cambios en el diseño de las oficinas y los lugares de trabajo, así como la interconexión instantánea, consecuencia de la globalización.
El debilitamiento del sector sindical ha venido ocurriendo desde hace más de un decenio, especialmente por la falta de adecuación a la modernidad y la globalización.
Los cambios futuros que se han descrito puede ser una buena oportunidad para una seria readecuación y no seguir pegados a demandas tan antiguas como la negociación por ramas y otras similares.
Entre los temas que requieren de una definición está la representación de los empleados públicos, que supere la tradicional ANEF, así como modernizar sus derechos y deberes.
Las incorporaciones mencionadas obligarían a una actualización tanto del Código del Trabajo como de la Dirección del Trabajo.
Para enfrentar el futuro adecuadamente se requiere efectuar un buen diagnóstico de la situación actual y los requerimientos futuros, para lo cual debería ser una responsabilidad del Gobierno formar estos grupos de trabajo con especialistas de diferentes ámbitos y diversidad política, que representen a estudiosos, empresarios y trabajadores, entregando propuestas para su implementación, y teniendo presente que la experiencia muestra que los cambios y avances tecnológicos pueden generar más empleos que los que suprime, así como modificaciones en la estructura de remuneraciones con un nivel promedio superior.
Prepararse para la transición es el objetivo.
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