En los últimos días, en dos medios nacionales (The Clinic y El Mercurio) han aparecido escritos referentes a Becas Chile y su actual mecanismo de retribución. Lo propio ha circulado en X (exTwitter), y por cierto en este mismo medio, donde publiqué una columna de opinión el pasado 29 de agosto. Por ello, quisiera en estas líneas continuar ahondando sobre este tema, pues al leer algunas opiniones antagónicas, me parece necesario seguir argumentando y detallando la situación, aun cuando pueda caer en la reiteración.
Como se ha expresado, hasta ahora la única opción de retribución para los becarios es volver a vivir en Chile. Con esto, el Estado se da por pagado. Da lo mismo, y valgan los ejemplos extremos, si el exbecario gana el Premio Nobel u ostenta un alto cargo académico, gerencial, político, empresarial, etc.; o que sea un haraposo pordiosero que mendiga una limosna a la entrada de la feria del domingo. Reitero, con la reglamentación actual, al Estado le da lo mismo. Entonces viene la pregunta. ¿Es esto razonable?
Según algunos números que entrega la autoridad, y datos que manejan los investigadores, hay un alto porcentaje de becarios que vuelven a vivir en Chile, pero al mismo tiempo afirman que la repartición estatal que administra las becas no tiene mecanismos de medición de lo que hacen o no hacen los becarios una vez de vuelta en el país. Así, podría darse el contrasentido de que algunos vuelvan y no logren insertarse laboralmente, pero el Estado se da por satisfecho; y otros que no han vuelto, pero que se han insertado laboralmente en el campo de sus saberes y que aportan a la generación de conocimiento, pero el Estado no los considera.
En The Clinic, la autoridad afirma que "todos los chilenos invertimos en su formación para que luego contribuyan al desarrollo del país como académicos, formando a otros profesionales en Chile, participando en empresas nacionales o apoyando a las políticas públicas en el país (sic)". Por su parte, los investigadores afirman que la oferta laboral en Chile no alcanza a satisfacer la demanda y de eso también está consiente la autoridad. Entonces, ¿qué hacemos con el porcentaje de becarios que por diversas razones no han vuelto a vivir en Chile, pero que de una u otra manera colaboran con la formación de otros profesionales en Chile, participan en empresas nacionales y/o apoyan a las políticas públicas en el país, entre muchas otras actividades considerables como retribución?
Voy a poner un ejemplo extremo, que no es fantasía, existe, y no es único: Una persona becada, habiendo terminado su doctorado, encontró pareja en el extranjero, tuvo familia, quiso volver a Chile y postuló a varios trabajos sin éxito. Luego, encontró trabajo en el extranjero y ahora hace investigación relacionada con Chile, financiada con fondos extranjeros y que además colabora de manera remota con centros de investigación de universidades chilenas y, cuando le pagan, tributa en Chile. Actualmente, a esa persona se le sindica como incumplidora. Por lo tanto, debe devolver el dinero. Repito la pregunta, ¿es esto razonable?.
Nuestro país invierte actualmente menos del 1% del PIB en ciencia y tecnología. Ni hablar de lo propio en humanidades y arte. Si se logran los objetivos del actual administrador del Estado, de llegar al 1%, estaremos alcanzando el lugar 32 dentro de los 38 países de la OCDE. Si a esto sumamos que el crecimiento promedio del país en la última década alcanza el 1,9%, tendiente al alza con un pronóstico de 2,2% para el 2024, podremos concluir que, con estos números, los sectores privado y público no estarán en condiciones de aumentar el mercado laboral para investigadores en el futuro cercano. Mucho menos para humanistas y artistas.
¿No es entonces una buena idea, acercar a ese contingente de profesionales, que reitero, por diversas razones se ha debido quedar en el extranjero, para que colabore de manera remota con justamente lo que afirma la autoridad (contribuir al desarrollo del país como académicos, formando a otros profesionales en Chile, participando en empresas nacionales o apoyando a las políticas públicas en el país)? ¿Y también, por cierto, implementar un sistema de catastro, seguimiento y medición de las actividades que realizan quienes sí han vuelto al país?
La integración de los saberes para el desarrollo de Chile es menester; Chile no es un país que se pueda dar el lujo de no aprovechar cualquier oportunidad de crecimiento e intercambio de conocimiento, de la implementación de convenios de cooperación académica, creación e investigación en todas las ramas del conocimiento. De muestra un botón: Según datos recopilados por el grupo de investigadores que ha levantado la propuesta de modificación, de la muestra, que alcanza 10% del universo, se contabilizaron casi nueve mil actividades en que los investigadores encuestados han aportado al conocimiento y desarrollo del país. Si esto lo extrapolamos al número total de becarios, estaríamos en presencia de aproximadamente noventa mil actividades que el Estado en este minuto se niega a considerar como aporte al desarrollo nacional.
Un cambio en el decreto que flexibilice los mecanismos de retribución de manera retroactiva, no afecta de ninguna forma el espíritu que llevó a la creación del mismo, muy por el contrario, lo fortalece, pues, se aumenta la tasa de retorno de conocimiento al contemplar a los que no pueden volver, permite además recopilar indicadores cualitativos y cuantitativos y así tener acceso a información valiosa para la autoevaluación del plan de Becas Chile, y por último, integra a todos los actores involucrados para que juntos se retroalimenten y colaboren con el futuro de la patria.
Finalmente, creo que debemos como país ponernos a la altura de unas circunstancias que nos obliga el vivir en el siglo en que nuestra humanidad verá el comienzo de la vida interplanetaria. No vaya a ser cosa de que estemos tozudamente obligando a los exbecarios a hablar en Código Morse mientras el resto del mundo se comunica holográficamente.
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