La decisión del TC de derogar el artículo 63 que prohibía controladores con fines de lucro, deja al descubierto muchas barreras que aún necesitamos superar para tener una educación superior de calidad y realmente accesible para el desarrollo de todos los talentos que el país requiere.
Más allá de esta contradicción legal y de las críticas al funcionamiento del Tribunal, este episodio nos alerta sobre un tema recurrente que los mismos controladores han exigido, con justa razón, en este tiempo de reformas: que las universidades cuenten con la necesaria autonomía para hacer un aporte efectivo a la formación de nuevos profesionales y al bien común del país.
Autonomía no es autosuficiencia ni aislamiento, sino que implica una relación comprometida con todos los actores de la sociedad.
Por eso, ampliaría la comprensión de esta autonomía, ya no sólo respecto de las excesivas exigencias del Estado, sino también de los mismos controladores que pretendan lucrar, para que el dinero no sea una variable más en el normal desarrollo académico de las universidades.
Pensamos, como señaló el Papa Francisco en Chile: "Podríamos decir que la Universidad se vuelve un laboratorio para el futuro del país, ya que logra incorporar en su seno la vida y el caminar del pueblo, superando toda lógica antagónica y elitista del saber".
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