Aparecieron los resultados del Simce rendido en 2015 por alumnos de diversos cursos y la información venía con una gran noticia: por primera vez el puntaje promedio en matemáticas de las niñas igualó el de los niños en cuarto básico.
Este dato es un aliciente para el desarrollo futuro de las mujeres en el ámbito “más duro”, en particular para la generación que alcanzó estas cifras. Pero también es una señal del potencial que tenemos desde pequeñas y que, al parecer, no estamos aprovechando lo suficiente.
De acuerdo a las matrículas en universidades durante el año 2015, nuestras compatriotas optaron principalmente por Enfermería, Psicología, y Derecho, dejando en cuarto lugar a Ingeniería Comercial, donde se inscribieron 18.383. En cambio, 8.695 ingresaron a Administración de Empresas e ingenierías asociadas, y 7.620 lo hicieron a Ingeniería Civil Industrial.
En el caso de los hombres, Ingeniería Comercial fue la con mayor número de inscritos, que llagaron a 24.222, Ingeniería Civil Industrial alcanzó los 18.994 registrados, mientras que Ingeniería Civil (plan común) sumó 11.731. Asimismo, entre las otras carreras preferidas por los varones estuvo Derecho, con 18.250 estudiantes.
En este sentido, el Servicio Nacional de la Mujer ha destacado que si bien el 53% de quienes rinden la PSU son mujeres, en las carreras del área de tecnología ellas son un 20% de quienes se matriculan.
Este escenario repercute en distintos ámbitos. Por ejemplo, de acuerdo a un estudio del año pasado de la consultora McKinsey & Company, aunque Chile es una de las naciones con mayor ingreso per cápita de Latinoamérica, nos encontramos en las últimas posiciones en cuanto a número de mujeres con puestos profesionales y técnicos, o su inclusión en el circuito de la banca y las finanzas.
Respecto de las ciencias exactas, la OCDE ha planteado que en nuestro país “las niñas son mucho menos propensas a elegir campos de estudio en ciencia, tecnología o ingeniería, e incluso cuando lo hacen, es menos probable que se desarrollen profesionalmente en estas áreas, perpetuando así la segregación de género en el mercado laboral”.
Esta realidad no sólo se da en Chile. En el caso de España, por ejemplo, acaba de presentarse un estudio llamado “Educación en Ciencias de la Computación 2015”, que refleja que sólo 9,9% de las chicas entre 6 y 16 años tienen un interés espontáneo por la ciencia y la tecnología, la mitad de lo que registran sus pares.
La pregunta es, ¿qué medidas podríamos tomar para revertir el escenario? El reciente informe sobre Género, Educación y Trabajo publicado por Comunidad Mujer resalta algunas iniciativas para enfrentar este contexto, tales como “acciones afirmativas, como cupos reservados, son adecuadas en una primera instancia, mientras se genera una masa crítica de estudiantes que luego se transforme en modelo para las futuras generaciones”.
Además, la influencia del entorno resulta clave para estimularlas en cuanto a confiar en sus capacidades y en particular a abrirse a estas materias, ya que muchas veces son las familias las que generan la sensación de que las mujeres tienen menos capacidades en las áreas matemáticas, científicas y tecnológicas.
De nosotros como sociedad depende que este importante dato del Simce no sea una señal efímera, sino el inicio de un camino aún más grande de contribuciones femeninas que repercutan positivamente en nuestro desarrollo y economía.
De otro modo podríamos estar perdiendo nuevas figuras que emulen o superen el ejemplo de la bioquímica y emprendedora Komal Dadlani, o de Belén Guede, ganadora del “Challenge for Change”, del programa Youthspark de Microsoft, o de las astrónomas María Teresa Ruiz y Maritza Soto, entre tantas otras chilenas que se han atrevido a desarrollar su potencial y aportar a los avances del país.
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