Los saberes del otro

Es habitual definir la universidad a partir de tres funciones: docencia, investigación y extensión. Si bien las dos primeras tienen límites y definiciones bastante consensuadas, la tercera ha ido cambiando su significado hasta ser nominada como Vinculación con el medio.

El sociólogo Boaventura de Sousa Santos ha problematizado el modo tradicional de la extensión, entendida como “llevar la universidad hacia afuera”, en una relación que se basa en una idea desafortunada: la universidad tiene el monopolio del saber y debe compartirlo con su entorno mediante actividades de extensión.

Santos propone un giro radical, privilegiar lazos que permitan “traer otros conocimientos hacia adentro de la universidad, una nueva forma de investigación-acción” que permee a las Casas de estudio con las experiencias y saberes del territorio. Se trata de un diálogo entre comunidad y academia donde ambos se nutran de los conocimientos del otro.

El Centro Regional de Inclusión e Innovación Social (CRIIS), de la UVM, ha privilegiado formas de vinculación que potencien ese círculo virtuoso. Durante 2017 ofreció fondos de financiamiento para el desarrollo de programas de vinculación territorial en los que cada unidad académica planificara, ejecutara y evaluara las acciones con socios externos a la UVM. Los socios podían ser gubernamentales, de la sociedad civil y de la empresa y, desde luego, los propios actores territoriales, desde comités de vivienda en los campamentos de Viña del Mar, a profesores y estudiantes de liceos técnicos en la comuna de Nogales.

Podemos destacar dos programas: Formación de monitoras en huertos urbanos: Resignificando la producción de las mujeres para la inclusión social, de la Escuela de Ciencias agrícolas, carrera de Agronomía y Diseño de marca corporativa y plan de difusión comunicacional para mujeres emprendedoras de Nogales, de la Escuela de Comunicaciones, carrera de Relaciones Públicas.

El diseño en red de los programas evitó solapamientos y sobreintervención a grupos vulnerables, hizo visibles intereses externos a los beneficiarios, producto de agendas propias o institucionales de otros actores intervinientes, y puso de relieve iniciativas de los propios sujetos y agentes comunitarios.

Por el otro lado, posibilitó una formación aplicada de los estudiantes, ingresando a saberes y experiencias que, pese a su riqueza, no se encuentran en la academia, generando con ello sentido social y ético, compromiso con su entorno significativo y un espíritu crítico.

Todo esto garantizó un impacto positivo para ambas partes, a saber, estudiantes y comunidad, a la par de un aprendizaje basado en la colaboración y confianza mutua. En suma, se puso en escena la valiosa experiencia de la co-construcción social.

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