Rediseño del programa Becas Chile

En el diario La Tercera aparece un artículo editorial titulado Rediseño del Programa Becas Chile donde el autor además de proponer una alternativa al modelo, evoca algunos datos sobre los cuales esgrime una propuesta.

Lamentablemente, el escritor construye un relato sesgado, lleno de impresiones e imprecisiones y definitivamente desinformado, sobre las cuales propone una solución total al modelo completo, el que tristemente pudiera ser suscrito por el lector ciudadano ajeno a la verdadera y detallada información. Incluso cita el modelo colombiano de becas, el que habría solucionado ciertos asuntos referentes a las retribuciones. No sé por qué me viene a la mente la copia del modelo de transporte público colombiano que se tradujo en el Transantiago.

El programa Becas Chile debe ser uno de los pocos ejemplos en nuestro país donde el modelo de selección ha sido diseñado y mejorado reiteradas veces sobre la base de la equidad de oportunidades y beneficios a los becarios. Está tan bien construido que no cabe duda que quienes obtienen la beca son reales merecedores de la misma.

Se trata de un meticuloso y a veces extenuante proceso de postulación donde cada dato debe ser respaldado, y donde realmente los antecedentes académicos son las variables atendidas por el equipo de evaluadores, quienes a la vez son reconocidos nacional e internacionalmente en sus respectivos campos del conocimiento. 

Una de las variables que ha mejorado significativamente el modelo es que al momento de postular se debe estar aceptado en una institución de educación superior que ostente un alto ranking en el concierto mundial, lo que significa que los beneficiarios estudian en las mejores instituciones del planeta.

Dicho esto, el asunto que ataca directamente el editor es de tipo mercantilista y de mezquino aprecio por el conocimiento y desarrollo profesional de los becarios, digno de cualquier súbdito del modelo económico que alberga nuestro país. Se refiere a salarios y beneficios personales, a nulas retribuciones que redunden en productividad inmediata. Y por lo mismo se refiere de manera solapada al presupuesto del programa como gasto fiscal, sin entender que respecto de este programa, el Estado no gasta sino que invierte.

Donde sí acierta el editor, es en que Chile no está preparado para recibir de vuelta a semejantes profesionales. Pero ese no es un problema del programa de Becas sino del país. Y eso es justamente lo que entienden quienes han levantado las últimas reformas al programa. Comprendiendo también que tratándose de una inversión de largo plazo, las retribuciones debieran comportarse de la misma forma, así como entiendo que se entiende (y valgan los entendimientos) que el prestigio que puedan adquirir chilenos en el extranjero se traduce en imagen, credibilidad y esas cosas que no se pueden valorar inmediatamente pero que al parecer Becas Chile consideró importantes con estas reformas.

Nuestra sociedad ha elegido continuar suscribiendo un modelo de país que no considera la investigación como algo importante, pues ésta no produce dinero instantáneo. Para qué hablar del arte, un suntuario inútil en que su propia existencia se traduce en gasto sin producir ningún beneficio inmediato a cambio.

Los primeros, los investigadores, son una tropa de nerds tratando de entender desde los inicios del universo hasta el comportamiento de las algas microscópicas, y los otros, una montonera de hippies en busca de la belleza.

Asumiendo que el párrafo anterior puede ser de dudoso entendimiento, aclaro que luego del primer punto aparte, se trata de un sarcasmo. Sin embargo esta es una realidad construida y forma parte del inconsciente del ciudadano común, ignorante y heredero del sistema educacional, del que hacen falta cientos, sino miles de artículos para analizarlo.

Volviendo al tema, el editor también habla de la inequidad que se produce al momento en que los beneficiarios de la Beca acceden a mejores salarios al término de sus estudios. Sobre esto no voy a emitir opinión, pues ese comentario no alcanza ni siquiera el estatus de opinante de Facebook y tampoco puedo escribir improperios en esta plataforma.

Lo más lamentable de la editorial es la propuesta de un sistema de crédito en vez de una beca. En este punto los niveles de paciencia y tolerancia del que verdaderamente entiende sobre estos asuntos alcanzan su máximo nivel.

O sea, no satisfecho el hambre financiero de haber transformado todos los beneficios sociales en negocio, ahora también la inversión de capital humano avanzado debiera ser hecha por el propio profesional, a costas de su propio bolsillo e hipotecando su futuro en la banca. Triste es pues que todavía y a pesar de todo lo que se ha visto en materia de saqueos a los ciudadanos en salud, educación y jubilación, ahora se busque en lo más sagrado del quehacer humano, cual es el conocimiento por el conocimiento, el raspado de la olla.

El programa de Becas Chile está bien como está en sus variables de selección. Necesita ser mejorado en sus variables de retribución, es decir, buscar alternativas de retribución sobre todo cuando el becario puede retribuir de mejor manera estando fuera de Chile ya sea generando redes y/o contribuyendo a la imagen país, especialmente cuando el propio país no alberga las condiciones de desarrollo profesional.

No sea cosa que, como ha trascendido en las redes sociales, una ex becaria Doctora en Biología terminó vendiendo plantas en un invernadero en Valdivia luego de más de un año buscando trabajo en Chile.

Que no se olvide que el Estado de Chile concedió una beca a un niño de cinco años para estudiar piano en Europa. Ya pasados casi cien años, el señor Arrau sigue y seguirá siendo uno, sino el mejor pianista del siglo XX,  y que a pesar de nunca haber vuelto a vivir en Chile, fue y todavía es una de nuestras cartas de presentación en el planeta. Y de esos ejemplos hay para escribir cientos de páginas en el campo de las ciencias, las humanidades y las artes.

Finalmente, no se trata de cambiar el modelo de Becas Chile, se trata de generar un proyecto de país, donde las cosas importantes sean consideradas como tal, y donde los gobiernos, administradores circunstanciales del Estado, entiendan que hay un contingente de pensadores, profesionales, científicos y artistas que hacen patria, que son un capital humano dispuesto a trabajar por y para la patria, y que no dudarán en contribuir con experiencia y conocimiento al crecimiento de Chile, ya sea desde Chile o hacia Chile.

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