Una buena educación inicial siempre tiene como protagonistas a los niños y niñas. Pese a que las condiciones de encierro no son las mejores para enseñar y aprender, si permanece lo esencial que es escuchar a los niños, es posible continuar con su proceso de aprendizaje más allá del escenario donde estén.
Escucharlos niños significa saber qué sienten, qué les ocurre, qué imaginan, qué emoción reconocen en si mismos, qué los atemoriza, qué los alegra, qué los asombra, qué les genera curiosidad; es decir, significa valorarlos por lo que son, opinan y sienten y desde ahí, guiarlos para que cada situación, por más cotidiana que sea, se pueda convertir en una oportunidad de aprendizaje.
La Convención de Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes habla ampliamente de que la educación debe garantizarse como derecho y de que el Estado, la escuela (o jardín infantil) y las familias son sus garantes.
Según su Artículo 29, tal educación se encamina a “desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades”, por lo que en la medida que hagamos una escucha atenta de los niños y niñas, educadores y familias podremos seguir cooperándonos mutuamente en la tarea de formarlos.
La infancia en confinamiento es falta de parques, de pelotas y bicicletas, de amistades y días al aire libre. Paralelamente es contención y abrazo, es escucha atenta, es formación en resiliencia, es núcleo familiar y una oportunidad de aprendizaje.
Niños y niñas en sus casas han seguido creciendo, absorbiendo el mundo y estableciendo el “cableado neuronal” que utilizarán de base para los conocimientos que incorporen a futuro.
La familia, como primera educadora de sus hijos, ha contado con nuestro apoyo, para su formación y crianza. La nueva forma de contacto que diseñamos, la aplicación móvil “Mi jardín Junji”, ha permitido trasladar el jardín infantil hasta los hogares de nuestros párvulos. Hablamos de 1.029 unidades educativas y 33.251 familias conectadas con los equipos educativos que continúan trabajando con los niños y niñas a distancia.
Es indudable que el aula hace falta. El jardín infantil es irremplazable. Faltan en pandemia las interacciones pedagógicas entre párvulos y educadoras, la socialización de los niños con sus pares, el contacto con la tierra, la cercanía humana que da el juego.
Sin embargo, el vínculo con las familias se ha fortalecido, pues la crisis sanitaria ha sido una oportunidad para resignificar el compromiso de JUNJI con ellas, en tanto son “las primeras educadoras” de nuestros niños.
Ha sido, en palabras del pedagogo italiano Francesco Tonucci, un “momento para la cooperación” en el gran desafío del mundo adulto por garantizar la buena educación de niños y niñas.
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