España elige decencia política

El 1 de junio de 2018 abre una página sin precedentes en la historia de la democracia española.

Una izquierda dividida, enfrentada y en permanente batalla dialéctica, logra unirse de la mano de nacionalistas e independentistas con serias muestras de rebeldía y cumple el objetivo de  derribar mediante una moción de censura al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, líder de un partido político entrampado en múltiples casos de corrupción.

El principal  protagonista de este hito en la democracia pos franquista es Pedro Sánchez, secretario general del Partido Socialista. De ser calificado como un “desahuciado político” y responsable de la crisis interna  de la centenaria agrupación, hoy llega a la presidencia  del Gobierno con la misión de  restaurar la imagen y la dignidad que se exige a quienes representan a los ciudadanos en las instituciones de un Estado democrático.

En política los milagros son posibles, dicen ahora  los analistas que hace unos días ponían en ridículo sus aspiraciones.

Por 188 votos a favor, 169 en contra y una abstención, la inesperada coalición surgida en cuestión de horas despacha a un presidente de gobierno de centro derecha y convierte en presidente  a Sánchez, sin programa político definido, salvo su ánimo de poner orden en frentes abiertos. Entre ellos, la impronta secesionista en Cataluña.

Hay que reconocer que en esta sorpresa política el apoyo de Podemos, la tercera fuerza política surgida de las  protestas callejeras de hace cuatro años, ha sido fundamental y es el puente que permitió que los ariscos independentistas apoyaran en última instancia al socialista Pedro Sánchez.

La anécdota o el gesto que enmudeció y hundió en la derrota al ya ex presidente Mariano Rajoy fue el voto de cinco parlamentarios nacionalistas vascos a favor de la moción de censura. Fueron justamente estos congresistas los que habían ayudado al Gobierno del Partido Popular a que se aprobaran los Presupuestos para este año.

La tarea de Pedro Sánchez es formar un Gobierno fuerte que pueda reconducir España, al menos durante un año, por el camino de la transparencia, la credibilidad, la recuperación económica y la contención de los independentistas catalanes en sus arranques separatistas.

¿Encontrará Sánchez el apoyo necesario en esta amalgama de partidos que ahora lo han elegido?

¿Serán capaces de aparcar egoísmos, narcisismos  y apostar por el restablecimiento del diálogo, el consenso y por el debate sin crispación?

Dura tarea es la que se vislumbra a este Gobierno en minoría - 84 diputados -  y que nace del castigo a un presidente que se negó a actuar con firmeza contra los corruptos de su partido y que cometió el  error de refugiarse en una burbuja que lo apartó de la realidad.

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