La política española en un laberinto

                                                                                               

Por cuarta vez desde 2015 los españoles han tenido que acudir a las urnas para elegir Gobierno. Y una vez más los resultados no aseguran la estabilidad necesaria para poner en marcha medidas sólidas que resuelvan los problemas políticos, sociales y económicos.

Si bien el Partido Socialista Obrero Español se alzó nuevamente con la victoria, el número de diputados, 120,  es insuficiente para que el presidente en funciones  Pedro Sánchez  forme Gobierno. Solo una coalición podrá darle el apoyo sólido para poner fin al largo bloqueo que ha generado tensión social e incertidumbre.

La mayoría es inalcanzable, por tanto, la ronda de conversaciones será ardua. Los líderes políticos deberán demostrar su responsabilidad si quieren evitar una nueva convocatoria de elecciones.

Como en toda consulta ciudadana hay vencedores y vencidos. Aunque  a estos últimos les cuesta reconocer el fracaso, salvo en democracias muy arraigadas en las que la honestidad política es muy apreciada.

Si hay que reconocer a un ganador en estas elecciones generales ese es el partido ultra derechista  VOX. En las elecciones de abril ya avisó que su mensaje contra la emigración, el aborto,  la adopción por parejas del mismo sexo, igualdad de género o contra todo aquello que atente a la unidad de España era apoyado por muchos ciudadanos.

Tal cual. De 24 diputados en la anterior legislatura ahora suma 52.  En seis meses  ha pasado de tener  dos millones y medio de votantes a 3 millones cien mil  y lo sitúa como  tercera formación política, tras el Partido Popular, de derecha, y adelantando  a Unidas Podemos, de izquierda.

La ultraderecha europea suma así un socio de peso  y España añade en el Congreso a un partido que dará muchos titulares. Su líder, Santiago Abascal, advierte que  recurrirá todo aquello que no se ajuste a la Constitución. Mensaje directo al independentismo y aviso a Pedro Sánchez si se somete a los devaneos secesionistas de los catalanes.

El Partido Popular, aún convaleciente de los casos de corrupción que han protagonizado algunos connotados militantes, ha dado signos de recuperar el terreno perdido. Suma 88 diputados. Insuficiente  para cerrar el camino a los socialistas. Ni añadiendo el apoyo de Vox, en un hipotético pacto, le abriría  las puertas de La Moncloa a su líder, Pablo Casado.

El desastre electoral más connotado lo protagoniza Ciudadanos, partido de centro derecha, liderado por Albert Rivera y que ha conseguido tan solo 10 diputados en lugar de los 57 que tenía. Esto se traduce en la pérdida de dos millones  de votos. El descalabro ha significado la retirada política de Rivera, un incansable defensor de la convivencia entre catalanes y fustigador del secesionismo.

Su negativa a formar Gobierno con el socialista Pedro Sánchez le pasó factura en las urnas. 

Pese a tener la carta de triunfo en la mano, el socialista Pedro Sánchez no puede cantar victoria. Otra vez debe intentar acuerdos con otras formaciones para llegar al Gobierno. La búsqueda de socios será aún más ardua que su fracasado intento tras las elecciones del pasado abril. El PSOE ha perdido  750 mil votos, lo  que significa tres escaños menos. Este retroceso le debilita a la hora de negociar. Si quiere sobrevivir en su intento de llegar a la presidencia deberá pactar, incluso con aquellos que le quitan el sueño.

La llegada al Congreso de una diversidad de partidos abre las posibilidades de aliados.

Por la izquierda, Sánchez  deberá dialogar con Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos, fuerza política que en estos comicios ha confirmado su retroceso. De tener 42 diputados pasa a 35.

Iglesias anticipa  a los socialistas el apoyo a una coalición en la que los cargos ministeriales se repartan de acuerdo al porcentaje de votos de cada partido que la integre. Precisamente, la petición de Carteras por parte de Iglesias a Pedro Sánchez fue uno de los motivos por el que se frustró un Gobierno de izquierda tras las elecciones del 28 de abril.

Si se decanta por formar un Gobierno progresista, Pedro Sánchez deberá negociar también con partidos nacionalistas; Partido Nacionalista Vasco, Ciudadanos y otros  grupos.

La gobernabilidad dependerá de la abstención del Partido Popular y de los independentistas catalanes, que han salido reforzados en estas elecciones.

Cuanto antes España necesita un Gobierno que recupere la confianza de los ciudadanos, que desbloquee la parálisis política, que se vuelque en la solución de problemas que provocan desasosiego en los españoles, como las desigualdades sociales, el deterioro de lo público, las pensiones,  los envites  del independentismo catalán y la polarización que esto origina.

Sacar a España del laberinto en el que se encuentra depende de la voluntad de los líderes políticos. La mirada de los españoles está  puesta en ellos.

El primer paso para la formación de un Gobierno estable que desbloquee la situación política lo han dado el presidente en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias.

Ante los periodistas que fueron convocados de urgencia, Sánchez e Iglesias firmaron un preacuerdo de coalición para alcanzar un Gobierno “progresista, por cuatro años de legislatura, basado en la cohesión y la lealtad y abierto al resto  de las fuerzas políticas”.

En el texto firmado se reitera el compromiso de llevar a cabo políticas  sociales y erradicar el odio y la confrontación entre españoles.

El Gobierno que surja de este acuerdo y de las conversaciones con otras formaciones políticas entraría en funciones antes de fin de año.

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