Partimos el año con la primera reunión cara a cara de las dos principales potencias mundiales, donde la extensión en un día de las negociaciones, evidenció la importancia que ambos países le entregan a zanjar una de las más profundas “guerras comerciales” de las últimas décadas, en la cual ambas naciones han sido protagonistas.
Cita que, sin duda, se da influenciada por la situación que pasan sus economías internas, especialmente China, con una desaceleración constante, y EEUU con una delicada situación de su mercado bursátil.
En lo inmediato, y como resultado de esta última reunión, vimos una reacción positiva de las Bolsas internacionales. Sin embargo, el comercio de bienes no mostrará un cambio sustancial hasta tener resultados concretos de un acuerdo final entre estos países.
Analistas creen que lo pactado fue una “tregua”, al considerar como un gesto de parte del gobierno de EEUU el definir un período de suspensión de 90 días, antes de aumentar unilateralmente de un 10% a un 25% los aranceles que ya se le aplican a la nación asiática sobre unos US$ 200 billones en productos importados.
A cambio de este tiempo, se le exigió a China avanzar en una agenda que se centre en el principal objetivo del gobierno de Trump: disminuir el déficit comercial de los EEUU con este país. De esta manera, se entienden las señales y medidas por parte de China que reflejan su deseo y voluntad por avanzar en la solución de este problema.
Dicho esto, cabe entonces preguntarse ¿quién realmente va ganando este conflicto? Es cierto que las cifras de comercio entre China y EEUU parecieran mostrar que China iría dominando esta guerra, sin embargo, no es menos cierto que este último ha cedido en innumerables áreas en este tira y afloja, desde el aumento de compras de productos agrícolas estadounidenses, tales como soja y arroz, energéticos como gas natural, industriales como semiconductores, la reducción de aranceles a los automóviles fabricados en EEUU (los que en la actualidad son gravados en un 40%), mayor acceso a mercados e inversiones, entre otros, mientras que EEUU, sólo ha mantenido su posición suspendiendo de manera temporal el aumento arancelario. De hecho, no sería extraño escuchar que sean en estos sectores donde veamos los primeros acuerdos.
Lo anterior, más el reconocimiento por parte de China de revisar su cumplimiento de las normas legales internacionales y/o temas estructurales como transferencia tecnológica, propiedad intelectual, inversiones, ciber-seguridad, entre otras, son la clara evidencia de la habilidad de Trump, quien parece sentirse a gusto conduciendo las relaciones económicas y comerciales de su país, tal y como lo hacía como cuando estaba al frente de sus empresas.
Es así como el Presidente de Estados Unidos podría estar cerca de conseguir el objetivo de poner contra la muralla al gobierno chino, y obligarlo a responder en temas que eran cruciales para su administración.
Pero más allá de promesas por parte del gobierno chino en temas de alta sensibilidad para Estados Unidos, sigue existiendo desacuerdo en temas estructurales y, por tanto, en la medida que el país americano no vea un compromiso y cumplimiento de cambios y reformas reales en estas áreas, van a estar lejos de llegar a un acuerdo.
Sin duda, estos serán los temas de discusión que se tomarán la agenda en la próxima reunión de delegados de alto nivel a realizar en Washington el próximo 30 y 31 de enero. Por ende, no sería extraño una intensificación de las negociaciones en el último mes desde el inicio de la pausa de 90 días de la "guerra comercial", en la que ambos países están participando desde marzo del año pasado.
Por último, no debemos dejar de recordar la reciente cumbre de Buenos Aires, que si bien no será recordada por los compromisos de ella emanados, sí quedará en la memoria que fue en el Palacio Duhau, donde se dio el punto de inflexión y primer intento real por finiquitar el conflicto comercial que ha mantenido en vilo al resto del mundo.
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