Hace unos días, y en el mismo instante que se desarrollaba en Osaka la cumbre del G20, fuimos testigos de uno de los hitos más importantes de las negociaciones comerciales mundiales, la firma en Bruselas del Acuerdo Unión Europea (UE)-Mercosur.
Pero ¿cuáles fueron las razones que impulsaron y aceleraron la firma de este acuerdo, que necesitó de 20 años de negociación y que retomó fuerzas desde 2016?
Los motivos de la rúbrica son muchos, pero preponderan claramente: el conflicto comercial internacional actual, la incertidumbre respecto de quién lideraría la Comisión Europea, la amenaza nacionalista que se vive en diversos puntos del globo y con Europa como una de las zonas más amenazadas, el cambio en el mapa político de Brasil en los últimos años y que logró poner en la mesa de negociación sectores que antes parecían intransables, la cercanía de las próximas elecciones en Argentina, la voluntad política de ambas partes, una mayor capacidad y habilidad negociadora.
Así como la organización de los equipos a cargo de las negociaciones para llegar a puntos en común, y, por supuesto, la necesidad y búsqueda de nuevos mercados y mayor inserción internacional, entre otros.
Sin embargo, se plantea como una señal clara del proceso de reorientación de la política comercial y de mayor integración que vive, particularmente, el Mercosur hacia las cadenas globales de valor.
Hecho distinguible en Brasil y Argentina, donde la firma de este acuerdo viene a ser consistente con el discurso del presidente Bolsonaro en materia de apertura comercial, así como, coherente con el plan de desarrollo exportador impulsado por Argentina, especialmente, en el último tiempo.
En este sentido, la firma de los TLC de última generación con Chile son sin duda, reflejo de aquello.
Existen además, alcances no menores para la política comercial de nuestro país y la región.
Lo primero que tenderíamos a pensar es la posibilidad de una integración comercial entre la UE, Mercosur y la Alianza del Pacífico (AP).
Sin embargo, un proceso de convergencia de este tipo, se ve más lejano teniendo presente que la integración Mercosur-AP necesita primero de una finalización antes de una aproximación efectiva con otros bloques. No obstante, es una señal positiva para el futuro del proceso de convergencia de estos últimos.
Por otro lado, varios países de la región poseen acuerdos comerciales tanto con Mercosur como con la UE, similares en cobertura arancelaria y reglas de origen.
Por tanto, se podría esperar, al menos, una mayor posibilidad y factibilidad de convergencia en estas materias con estos bloques económicos.
Así, procesos de convergencia individuales como, UE-Mercosur-Chile, mediante mecanismos de acumulación de origen diagonal o cruzada, se asoman con mayor viabilidad.
Finalmente, el acuerdo también plantea desafíos para el sector público y privado. La reducción arancelaria para el flujo comercial de productos entre ambos bloques, podría implicar una mayor competencia para algunos bienes.
Así por ejemplo, esta negociación comprende la reducción del 27% de arancel actualmente cobrado a los vinos europeos que ingresan a Brasil, donde Chile es el primer oferente seguido por Portugal, Argentina y otros de la UE (Francia, Italia, España).
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