Este lunes conocimos otra macabra denuncia de violencia de género, que se hizo notoria por aludir a un destacado músico nacional. Una vez más, impávidas, las mujeres de este país conocimos detalles de la acusación de golpizas y malos tratos que Valentina Henríquez hizo a su ex pareja, el hoy marginado ex vocalisa de Los Tetas, Camilo Cristaldi Lira. Desgraciadamente la denuncia está lejos de ser un caso aislado.
En 2016 el país conoció una serie de casos con alta connotación pública respecto de violencia física y psicológica de hombres hacia mujeres, además de la comisión de 34 femicidios. En tanto, en lo que va del presente año, son 23 las mujeres que han perdido su vida a manos de sus parejas y la cifra de femicidios frustrados, alcanza los 48 a nivel nacional.
Vale la pena preguntarse si estos casos son y serán parte del paisaje que habitamos y al que debemos “acostumbrarnos”. Más aún después de las últimas semanas negras, que contemplaron frases como las de Ricardo Flores, abogado defensor de Mauricio Ortega, quien hasta ahora ha sido sindicado como culpable de golpear con un bloque de cemento, provocando fracturas y la pérdida de los ojos a su ex pareja, Nabila Rifo, quien indicó que “habría salido, desde el punto de vista legal, más barato haberla matado que simplemente haberla dejado viva".
Tan terrible como esa frase criminal fue la del ex presidente y reciente candidato triunfador de la Primaria de la derecha, Sebastián Piñera, quien “bromeó” naturalizando una situación de violencia sexual frente a cientos de estudiantes, siendo rechazado en diversos países del mundo.
Ambos ejemplos ilustran con claridad la naturalización de la violencia simbólica y cultural contra la mujer. Pareciera, lamentablemente, que aun convivimos con muchos hombres que consideran normal golpear y maltratar a otras por el hecho de ser mujeres y, de la misma forma, muchas de ellas no se atreven a denunciar a sus parejas por temor a represalias mayores o a una nula fe en la justicia nacional.
Por eso hoy más que nunca debemos revertir la opresión cultural de naturalizar un modelo patriarcal, machista y agresor. Debemos revertirlo denunciando, publicando y condenando.
Valientes todas aquellas mujeres que logran romper el círculo de la violencia y se atreven a denunciar a los que día a día las golpean con sus palabras. Valientes aquellas mujeres que no se resignan a malgastar sus vidas al lado de hombres que las denigran y despojan de sus derechos; valientes aquellas que, a pesar del estigma, se atreven a hacer público sus casos, con la esperanza de que otras sigan su ejemplo.
Es hora de que las valientes luchen por mantener la capacidad de asombro y confronten cualquier pequeño espacio para la naturalización de la violencia física o psicológica.
Es hora de que en Chile, hombres y mujeres conscientes de esta realidad rechacen con fuerza a todo aquel, especialmente a quienes osan a disputar la Presidencia de la República, bromee, naturalice u obvie la violencia de género.
Es hora de que en Chile, las mujeres digamos basta. Porque vivas, dignas y libres nos queremos.
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