No existen las balas locas. Las balas las dispara alguien y salen desde algún arma. Decir que es una bala loca es equívoco y fomenta la impunidad.
Los hechos que culminaron en la muerte de Baltazar, un bebé de 9 meses en la comuna de La Pintana, nos hablan sobre todo de la proliferación de armas en nuestras ciudades.
Por un lado, están las armas ilegales, no inscritas o robadas, que son usadas para distintos ilícitos y están en poder de sujetos o bandas criminales. Este es un hecho particularmente, grave ya que constituye un poder de fuego al margen del derecho que desafía al estado y la sociedad. La incautación y el desarme de estos grupos debiera ser una política policial de alta prioridad.
Pero también hay un problema con las armas legales y debidamente inscritas. Cada tanto conocemos casos en que incluso personas entrenadas en su manejo generan hechos accidentales que cuestan vidas humanas.
Aquí se deben aumentar los requisitos para que no cualquiera tenga en su poder un arma de fuego. Los perfiles psicológicos de quienes las poseen tienen que ser testeados antes de inscribir.
Nos hemos ido acostumbrando, a que con la ocurrencia de hechos de este tipo reaccionamos una vez que se producen con querellas y acciones legales, en circunstancias en las que tenemos la obligación de actuar de manera preventiva. Y ahí, lo cierto, es que hay muchísimas medidas que se pueden tomar y que hay que incorporar con urgencia.
La primera es que los instrumentos que miden la ocurrencia de los delitos en distintos sectores, por ejemplo, no poseen los mecanismos adecuados para registrar las balaceras. No es posible que las policías no tengan información de calidad, respecto de dónde están las bandas, cómo operan y cuándo hay uso de armas de fuego. Necesitamos desplegar iniciativas exitosas que le permitan allanar esos domicilios e incautar las armas.
Hoy está en discusión la Ley de Control de Armas, pero hay que agregar un factor que es muy importante, y es un control muy riguroso de las balas y de los proyectiles.
Si tuviéramos un control riguroso del uso y comercialización de éstos, probablemente también tendríamos más oportunidades de detectar a los responsables de estos ilícitos.
Otro factor a destacar es la inteligencia policial. En los barrios, especialmente los más vulnerables, sabemos cuándo hay pandillas, cuándo hay grupos de micro tráfico en distintos sectores. Lo que necesitamos es una intervención eficaz de las policías, identificar estas bandas y garantizar que se requisen las armas de fuego con las que cuentan.
No es posible que, si en sectores determinados de las ciudades existan bandas organizadas, que de público conocimiento utilizan armas, las policías no tengan mecanismos eficientes para fiscalizar, allanar, requisar y ponerlos tras las rejas, puesto que ponen en riesgo la vida de las personas.
Hay muchas armas en nuestra sociedad y eso es un peligro vivo. Con menor número de armas se reducirá la violencia y no tendremos que lamentar casos como los descritos. En enero de este año, en la comuna de Puente Alto, se produjo otro caso de una niña, y en junio otro hecho de este tipo ocurrió en San Bernardo. Hay que parar esto ahora.
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