Responso por el Campo de Hielo Patagónico Sur

Los campos de hielo de la Patagonia son mi tierra. Nací en Punta Arenas y desde pequeño mis padres me llevaban a visitar las Torres del Paine y conocer sus glaciares; practiqué ski y montaña y con mi hermano y mi futuro cuñado abrimos huellas hacia la cabecera de los glaciares Grey y Dickson. Una vez en la universidad estudié geología y luego hice un doctorado en glaciología, y sólo para resumir diré que he trabajado 60 años en glaciares desde Alaska a la Antártica.

En el Campo de Hielo Patagónico Sur (CHPS) he participado y he sido guía en 5 grandes expediciones mostrando, junto a selectos colegas, que era posible vivir y trabajar en un terreno que se consideraba hostil en extremo. Hice grandes amigos, de por vida, en esos viajes, porque dependíamos unos de otros. Por eso, y muchas cosas más, considero al CHPS mi tierra.

En mis recorridos por el Paso de los Cuatro Glaciares, por la isla de roca en el glaciar Viedma, por la cabecera del glaciar Upsala, en la cumbre del cerro Murallón, y por tantos otros lugares donde domina el blanco y el frío, siempre consideré que esos territorios eran chilenos. Así me lo enseñó mi entrañable amigo Eduardo García, quien conocía muy bien el Acuerdo con Argentina de 1898 que fijó el límite en el CHPS, mientras me mostraba los cerros y lagos por donde corría esa línea.

Fue en la década de 1990 cuando nuestras más altas autoridades comenzaron a negociar con Argentina la entrega de parte del CHPS, de ese territorio que era chileno según los acuerdos existentes, a cambio de no sé qué... En el acuerdo de 1998 se entregaron cerca de 2.000 kilómetros cuadrados y se preparó (aún resta por formalizar) la entrega de otros 1.800 kilómetros cuadrados adicionales. Un exembajador de Argentina en Chile dijo que detrás de este acuerdo había un "gran negocio". No lo sé. Pero es imperativo que nuestras autoridades expliquen por qué se entregó esa gran porción del CHPS, y por qué se hizo de manera apresurada, como parecen demostrarlo errores en las coordenadas, en la ubicación de cerros hitos, con el empleo de un lenguaje impreciso para describir la nueva traza del límite, haciendo uso de un mapa incompleto... Y por qué se corta virtualmente a Chile en dos en un sector donde el nuevo límite se encuentra a tan solo 8 kilómetros de las aguas del Pacífico.

Me duele. Porque es mi tierra. Porque es evidente que a ciertas autoridades civiles y políticas poco les importa negociar el CHPS a cambio de desconocidos favores. Porque aun hoy la implementación de ese acuerdo se sigue haciendo a espaldas de los chilenos, bajo un manto de secretos, lo que no hace más que levantar sospechas en cuanto a quién benefició o beneficiará.

Y me duele también porque pareciera que la entrega de un importante y hermoso territorio de nuestro país a muy pocos chilenos importa. Me pregunto si esa aparente apatía será una actitud normalizada (como aquella del Presidente Aylwin, quien al conocer la pérdida en arbitraje del territorio de Laguna del Desierto dijo "que importan pedacitos más, pedacitos menos"... O como la del canciller, que en 1999 dijo no entender la oposición al acuerdo cuando se trataba de "kilómetros más, kilómetros menos"), o es producto del desconocimiento de lo que ocurre en Chile porque no se nos informan estas decisiones. ¡Cuando lo que se cede es un territorio del tamaño de un cuarto de la Región Metropolitana!

Estamos viviendo una época de grandes convulsiones sociales, atacados por una gran plaga sanitaria, en un planeta que sufre por nuestros excesos. Tal vez sea por estos enormes problemas que lo que pasa con el CHPS sea poco relevante. Pero nuestras autoridades, que deben tener visión de futuro y proteger absolutamente todo nuestro territorio, no pueden ser "indolentes" con el Campo de Hielo, como acusó un ex senador.

Los hielos, que se vienen reduciendo desde hace milenios por causas naturales, ahora, bajo efectos antrópicos, lo hacen más rápidamente. El Campo de Hielo Patagónico Sur también. Pero por su magnitud y ubicación serán probablemente los glaciares de mayor persistencia en la América del Sur. Debemos cuidar y proteger el CHPS, comenzando por valorarlo, lo que implica restablecer lo que se entregó despreocupadamente. Tal vez no debemos todavía hacer un responso por el Campo de Hielo, ni derramar lágrimas. Más bien creo que se debe revertir lo mal obrado, de manera civilizada, acudiendo a un arbitraje que decida en justicia qué le corresponde a cada cual.

En todo caso, para mí, el CHPS siempre será mi tierra.

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