De eso no se habla

Verónica Rabb
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Hace unos días el Gerente General de Copesa, propietaria de La Tercera y otros medios, Eugenio Chahuán, reconoció serios problemas de financiamiento razón por la cual informó a los trabajadores que sus remuneraciones se pagarán tardía y parceladamente.'Buenos días, lamento no poder transmitirles, esta vez, buenas noticias, sobre todo por el esfuerzo que he visto, que muchos de ustedes están haciendo para mantener en alto la credibilidad". Así comienza la sentida carta en el que La Tercera reconoce problemas de caja lo que golpea los sueldos de los que ahí laboran. A la gran mayoría se les depositará el 30% del sueldo dentro de los cinco días del mes siguiente al trabajado, y el saldo, el día ocho. A los ejecutivos, en tanto, se les pagará recién el 15 del mes siguiente. La noticia fue recibida con inquietud por la planta de trabajadores debido a la tradicional "aparición" de marzo y con él todos los gastos asociados a este mes.

Aclaro que no he estudiado Derecho, pero sé leer y, modestia aparte, razonar. Varias frases que leí me han dejado estupefacta. ¿Se puede llegar y modificar la fecha de pago de las remuneraciones? ¿El diario tiene problemas para pagar a los altos ejecutivos o solo para pagar a los trabajadores? La Dirección del Trabajo ha señalado en su jurisprudencia administrativa, entre otros, en dictamen 1177/60, de 11/04/2002, que los pagos de remuneraciones deben cumplir dos requisitos, por una parte, que el mecanismo alternativo de pago sea a solicitud de los trabajadores, y, en segundo lugar, que éstos puedan disponer de su dinero oportunamente, vale, decir, en la fecha en que deba pagarse según el contrato. Finalmente, cabe señalar que el derecho a percibir la remuneración íntegra, en moneda de curso legal, es un derecho individual, de forma que si los trabajadores convienen con su empleador el pago de sus remuneraciones por un sistema distinto ya sea en forma o fondo (por ejemplo, a través de cajeros automáticos Redbanc), tal acuerdo resulta inoponible respecto del dependiente que no dio su autorización expresa para ello.

Por otro lado, el Código del Trabajo establece que las remuneraciones son la principal obligación del empleador para con el trabajador y tienen que pagarse dentro del plazo legal definido por la norma legal y el contrato y su retraso, o no pago del salario, conlleva peligros para la empresa y su representante legal. El artículo 55 del Código del Trabajo dispone que la periodicidad del pago de remuneraciones debe ser estipulada en el contrato, definiendo tanto el monto, la forma como el período de pago de la remuneración y es responsabilidad del empleador respetarlo y pagarle al trabajador en las fechas acordadas, sin que éstas puedan ser cambiadas de manera unilateral por ninguna de las partes. Las partes pueden convenir un día de pago entendiendo el valor legal de este acuerdo. Si no se cumple con la fecha de pago, se estará excediendo los plazos legales para cancelar el salario y, por tanto, vulnerando la Ley. Sin embargo, la Dirección del Trabajo establece que el empleador tiene plazo de 5 días para pagar sueldo, pasada la fecha en que debería pagarlo.

Yo creía que era de toda lógica algo más o menos así, pero La Tercera ha resuelto que no y camina al borde de la cornisa legal.

Copesa debería tener más en cuenta la comprensión lectora y la capacidad de razonar de las personas: los ciudadanos estamos en el derecho de creer e, incluso, de aseverar cuáles son los verdaderos motivos de sus problemas de financiamiento, atrapado como muchos en la decadencia de los medios tradicionales pero también por ser un medio de comunicación que hoy es un manual de lo que no se debe hacer en periodismo, chapucero, derechamente propagandístico y con el liderazgo incapaz de su líder, un banquero que por allá por los años noventa se metió en el Consorcio Periodístico de Chile (Copesa), un negocio del que sabía poco o nada, para luego hacerse cargo de un medio de comunicación así sin más. La Tercera lleva por lo menos diez años con utilidades negativas y una estela de decadencia tras el fin de ediciones impresas, la precariedad laboral, los despidos y ya solo con ediciones digitales.

El Mercurio, en tanto, también ha tenido problemas de caja que han repercutido en sus trabajadores. Sin embargo, ambos medios de comunicación han insistido en ser regidores por sus propios intereses personales y políticos, en vez de ser reguladores. Como es archisabido, sus dueños están estrechamente vinculados con el poder político y económico y se han consolidado como agencias de propaganda oficiales de la derecha, una derecha que responde a intereses de los grupos financieros, chilenos en la mayoría de los casos y en otros a algunos magnates extranjeros. A pesar de los cambios sufridos en por lo menos diez años de estar en baja ambos conglomerados, ni La Tercera ni El Mercurio han modificado un milímetro su servicio a estas causas en post de un periodismo para y por el ciudadano, todo lo contrario: han instrumentalizando al lector a quien le han negado en varias ocasiones la capacidad para entender los hechos y lo han inducido a verlos con los ojos de otro.

En casi todo el mundo los medios se encuentran sumidos en profundas crisis financieras, debido principalmente a los cambios en el consumo de información de las audiencias y las dificultades para adaptar sus modelos de negocio, no es algo nuevo ni exclusivo del escenario chileno. Las medidas que han tomado pueden ser distintas en muchos casos, pero tienen algo en común: implican cambios drásticos y masivas pérdidas de empleos. Ya en 2017, la VI Encuesta Estado del Periodismo Nacional, desarrollada por la Universidad Alberto Hurtado (UAH), daba cuenta de que el 58% de los periodistas consultados consideraba que el modelo de negocio no permitía financiar un buen periodismo, que el 65% creía que las condiciones de trabajo eran inestables y que un 85% decía que las remuneraciones no eran adecuadas para las tareas que realizaban. Desde entonces, el panorama no ha cambiado, o al menos no para mejor, y las y los trabajadores de los medios viven a diario con incertidumbre, pues han sido ellos los más afectados en cada reestructuración empresarial. Pese a la abrumadora insistencia con la que los periodistas escuchamos a diario las palabras precariedad, lo que pasa aquí en nuestro país no le llama la atención a nadie, ni siquiera a los periodistas. Las condiciones de trabajo por debajo del límite considerado como normal, la urgente necesidad de una entidad gremial eficiente y eficaz que verdaderamente apoye a periodistas y proteja nuestros derechos laborales, parecen noticias de segunda fila. Estamos muy ocupados con otros sucesos. Si de verdad estuviéramos tan interesados en ensalzar los valores democráticos, no deberíamos dejar de hablar de otra cosa. Cualquier maniobra en otro sentido es una agresión a la democracia. Con precariedad no hay calidad. Soy una convencida que nos iría mejor si pusiéramos el mismo empeño en protestar por la precariedad laboral del periodismo que en patalear porque no nos dejan hacer preguntas en un acto público. El periodismo denuncia la precariedad laboral en muchos sectores, pero se olvida (casi) siempre del suyo. De eso no se habla, pero yo sí. Esto ya es un sindiós.

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