Yo, lobby

Verónica Rabb
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Les juro que uno no quiere ser pesada, pero esta gente te obliga. Pensaba rastrear en esta columna las eventuales y delicadas materias tratadas entre autoridades de gobierno y del Parlamento con empresarios, en estas ya famosas reuniones en casa del resucitado al señor Zalaquett, devenido hoy en figura esencial luego de haberse registrado como lobista en la plataforma Infolobby.

Pero hay cosas superiores a mis fuerzas, cosas difíciles de soportar. Las explicaciones que ha dado el Gobierno y los mismos involucrados respecto de por qué no incluyeron en el registro público de la Ley de Lobby los encuentros que han sostenido al menos seis ministros, y otros tantos parlamentarios y dirigentes políticos, con empresarios en el departamento del cabildero Zalaquett han torcido mis ansias, han doblegado mi voluntad. ¿Se habrán preguntado quién es él para convocar citas con diversos ministros? ¿Se les habrá olvidado quién fue antes de ir a su casa? Exalcalde de Santiago y La Florida y excandidato a senador, ejerce como lobista desde que fue procesado por financiamiento ilegal de la política, cuando la Fiscalía detectó que se utilizaron boletas ideológicamente falsas para financiar su fallida campaña senatorial de 2013. No fue condenado porque llegó a un acuerdo con el Ministerio Público y su causa fue suspendida, luego del pago de $40 millones. Ese es Zalaquett.

Desde que el 29 de diciembre recién pasado nos enteramos que no sólo el ministro de Economía, Nicolás Grau; y la ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas, habían asistido a estos ágapes, sino que también los ministros Carolina Tohá, Alberto Van Klaveren, Jeannette Jara y Esteban Valenzuela; los senadores Juan Antonio Coloma (UDI), Ximena Rincón y Matías Walker (Demócratas), Jaime Quintana (PPD), Rodrigo Galilea (RN) y Paulina Vodanovic (PS), al igual que los diputados Francisco Undurraga (Evópoli), Guillermo Ramírez (UDI) y Juan Santana (PS).

Respecto de la primera reunión que se conoció, esa con las salmoneras (algunas con intereses también en la pesca industrial), vale mencionar que tres semanas después de ocurrida el Gobierno presentó la nueva Ley de Pesca. El ministro Grau descartó que ese tema haya estado en la conversación. Uno de los asistentes fue Rodrigo Sarquis, dueño de Blumar, empresa dedicada a la pesca y a la acuicultura. La ministra Maisa Rojas no respondió los mensajes y desde el Ministerio de Medio Ambiente dijeron escuetamente por escrito: "La ministra Rojas recibió una invitación a una cena con actores ligados a la salmonicultura. En ningún momento se trataron asuntos o decisiones particulares que fuesen de interés de alguna empresa, sino que fue un paneo de temas generales del sector. Esto se dio luego de tensiones producto de la promulgación de la ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP)", el que dicho sea de paso, se creó luego que se promulgara la ley en agosto pasado.

¿Qué recordarán los parlamentarios de lo que conversaron en la cita en la casa de Zalaquett? ¡Bingo! Nada. Además de no recordar los nombres de los empresarios, también concuerdan en no haber anotado esas reuniones en su registro de lobby. Las reuniones con lobistas y con empresas reguladas se deben registrar. Punto. En mi opinión, los comentarios de quienes asistieron a las citas han sido grotescos, chocantes y burlescos. Elija usted el sinónimo que mejor le guste. Entre más explican, más se complican.

Quien recordó algunos de los nombres de esa reunión es el diputado y presidente de la DC, Alberto Undurraga. Precisa, a través de su equipo de prensa, que la reunión se realizó el lunes 24 de abril de 2023. Dice que llegó tarde a la cita, y que por eso sólo pudo identificar a dos de los cerca de 20 asistentes: Pedro Atria, presidente de AFP Cuprum; y Óscar Hasbún, segundo vicepresidente de la Sofofa y ejecutivo clave del Grupo Luksic. Los demás practican, mejor dicho imponen, sus votos de silencio, un silencio que hiede, un silencio lleno de ruido, un silencio que hace evocar puras malas palabras. En definitiva, todos ellos piensan que no necesitan justificar lo que todo el país considera que sí deben justificar y nosotros debemos quedarnos tranquilos con su silencio.

Mientras tanto, lo único que no se puede discutir es la evidencia que deja al descubierto lo torpe y mala clase de nuestra clase política.

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