“No estábamos preparados” fue lo que reconoció el Presidente Piñera hace unos días a través de cadena nacional. También señaló que tampoco lo estaban incluso países desarrollados como España, Francia e Italia. Lo hizo con un tono muy distinto a la autosuficiencia y confianza que intentó transmitir en repetidas oportunidades. Reiteraba que Chile estaba preparado para enfrentar el Coronavirus y que estábamos incluso mejor que los países europeos.
Hoy a tres meses del primer caso confirmado de Covid-19, ya contamos más de cien mil contagiados y más de un millar de fallecidos, cifras que crecen a un ritmo que no da luces de detenerse.
La actitud del Presidente Piñera fue antecedida por célebres dichos del Ministro Mañalich que daban cuenta del óptimo funcionamiento de uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. También él hace pocos días reconoció que desconocía la realidad de hacinamiento y precariedad en la que vive muchas personas en el país.
Estos tristes episodios de grandilocuencia ejemplifican la desconexión que tiene el Gobierno con la ciudadanía. Finalmente la realidad terminó por imponerse y el Presidente cambió el tono y reconoció su equivocación. En ese sentido sólo el tiempo dirá si se equivocó sólo en cuanto a asegurarnos que estábamos mejor preparados que Italia o España o si se equivocó en cómo enfrentó la crisis sanitaria.
Desde que se dio a conocer el primer caso de corona-virus en Wu-Han el 31 de diciembre hasta el 3 de marzo, sabíamos que sí o sí arribaría el corona-virus al país y tuvimos un tiempo valioso para prepararnos, pues gracias a la globalización de las telecomunicaciones fuimos testigos del cómo iban cayendo primero China, luego Italia, España, Francia y el Reino Unido y ese tiempo fue utilizado para definir el objetivo final que se quería conseguir y es este el momento en el cual se tomó una decisión difícil pues se optó por minimizar los efectos de la pandemia y no controlarla desde raíz, es decir, de eliminar su propagación.
En otras palabras, la “nueva normalidad” tan criticada fue desde un comienzo la estrategia adoptada por el Ejecutivo en cuanto a la pandemia, pues, mientras los contagios y muertes aumentan diariamente, se promueve una agenda legislativa que apunta a dar dinamismo a la economía y frenar así el desempleo.
Ante tales contradicciones y mensajes difusos, las autoridades terminan finalmente culpando a los ciudadanos del fracaso de la estrategia sanitaria. La contradicción, grandilocuencia e improvisación con la que se ha actuado dan como resultado una cuarentena “a la chilena” o “en la medida de lo posible” pues no se actúa con la vehemencia que se necesita.
Como parlamentario debo reconocer que tenemos un reducido poder de incidencia en la tramitación de proyectos de ley, especialmente cuando estos son iniciados por el Presidente de la República. Además, este tiene poder de veto y lo ha utilizado para sacar adelante iniciativas independientes a si tiene mayorías que lo respaldan o no. Es por esta razón que emplazo al Ejecutivo a redefinir el objetivo de las políticas públicas y de la actividad legislativa en torno a la pandemia.
Esta no debe ser la mitigación, sino que la erradicación del corona-virus de Chile. Para esto se requiere utilizar todas las herramientas con las que cuenta el Ejecutivo de manera de establecer un confinamiento estricto y asumir las consecuencias que esto conlleva debido a que en este momento no necesitamos mayor dinamismo en la actividad económica. Al contrario, lo que necesitamos hoy es la hibernación.
Sin embargo, resultará ineficaz si no es acompañada con medidas de apoyo a la ciudadanía, medidas tales como la suspensión del cobro de créditos y otras deudas por un periodo determinado, la entrega de alimentos a quienes lo necesiten y la entrega de un ingreso mínimo a las personas o en su defecto de créditos solidarios a los trabajadores por parte del Estado. En este esquema, la inyección de miles de millones de dólares al sector privado no sólo es cuestionable en cuanto a sus efectos reales sino resulta incluso contraproducente. Aún estamos a tiempo.
Si no se actúa prontamente serán miles las personas que perderán la vida y cientos de miles las personas infectadas, lo que no sólo afectará a las familias, sino que repetiremos el desolador panorama vivido primero en Europa y luego en Estados Unidos y Brasil, países americanos en que sus gobernantes actuaron con desidia y hoy son los focos de contagios más grandes del mundo. Al respecto, cabe mencionar que - al igual que hoy - Chile vivió una pandemia donde las autoridades no impusieron normas estrictas y decidieron funcionar con esa “nueva normalidad”, la Gripe Española que causó estragos y significó la muerte del 1% de la población nacional, contabilizando un total de 40.113 fallecidos.
En aquel contexto, también se criticó al gobierno por un manejo negligente y que no hizo caso de la opinión de los expertos de la época, lo que sumado a lo convulsionado del contexto político significó que Juan Luis Sanfuentes pasara a la historia como el presidente de la República más abucheado en el momento que entregó el mando.
Como mencioné antes, no es que el Gobierno no estuviera preparado para enfrentar la pandemia, sino se preparó sólo para mitigar y reducir sus efectos, una estrategia que a estas alturas se mostró errada y totalmente superada.
Ya es imposible el control y la trazabilidad del virus por lo que necesitamos urgente un cambio no sólo de estrategia, sino un cambio profundo que implique la erradicación del Covid-19.
Aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo y salvar vidas.
Hoy está en manos del Presidente Sebastián Piñera evitar que sean miles las muertes a causa de esta enfermedad y evitar de paso, abucheos innecesarios en el momento en que entregue la banda presidencial en marzo de 2022.
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