Clase trabajadora, abusada una y otra vez

Los trabajadores son los que con sus manos, intelecto, sudor, esfuerzo han creado este país.Podrán haber miles de “emprendedores” que devienen en inversionistas en las Islas Caimán, Vírgenes, Panamá u otro paraíso fiscal, pero TODO lo logrado tiene su origen en ese hombre o mujer que por salarios generalmente bajos sostienen sus vidas, su familia y a la sociedad. Vidas que progresan a ritmo de tango, porque no da para más, pero que hacen crecer las faltriqueras de los empresarios.

¿Son todos abusadores, sinvergüenzas, explotadores? No, pero ¡puchas que hay hartos de esa especie! Y además tienen a una clase política dispuesta a defender el statu quo. Que lo haga la derecha no debe sorprender a nadie, está en su ADN, pero que lo hagan políticos que se supone tienen sensibilidad social es lo que cuesta entender.

Bajo la dictadura militar José Piñera creó varios instrumentos que hasta el día de hoy penan al país y a la clase trabajadora: AFP, Plan Laboral y estatuto minero.

El Plan laboral buscó atomizar al mundo del trabajo, dificultar la sindicalización y la negociación colectiva, impedir la huelga y permitir el abuso. Con la llegada de los gobiernos democráticos se pensó en que podrían introducirse cambios, pero estos fueron menores porque se optó por aplastar al movimiento social en todas sus expresiones y, además, sus personeros se encargaban de asustar cada cierto tiempo con la amenaza de los militares y sus caras pintadas.

Pero después fue cada vez menos creíble la amenaza militar y más evidente la entronización de un modelo que relegó al movimiento social, trabajadores incluidos, al lugar de la no incidencia.

No se trató sólo de la existencia de “enclaves” autoritarios en la constitución de Pinochet, sino en la nula voluntad de la Concertación por tratar siquiera de introducir cambios en el modelo laboral.

Dejaron hacer, como dejaron hacer en las universidades privadas, en las Isapres, en las AFP, en el mundo del trabajo. Se acomodaron al sistema, se dejaron conquistar por una elite que les abrió sus puertas para dejarles mirar lo que es de verdad “tener y poder”, y en ese cuadro los trabajadores no tuvieron opción: siguieron siendo explotados, mal tratados, sufriendo inseguridad, trabajando sin condiciones de higiene básicas, impedidos de negociar con la existencia de los multi RUTS; con prácticas antisindicales, el fomento de algunos sindicatos “amarillos”, y un largo etcétera.

Hoy tendremos elecciones presidenciales y parlamentarias. Hoy se vive un momento diverso; hoy la gente se atreve a protestar, a exigir.

Quizás como pocos momentos en la historia sindical, hay ambiente para lograr cambios de verdad, para lograr que quienes lleguen a detentar el poder a contar de marzo del próximo año, sientan que antes de ir a Casa Piedra, de ir a Icare, deben reunirse con los trabajadores, con los que cada día de la vida crean con sus manos, su intelecto, su sudor, la riqueza del país, y la riqueza de la que gozan sólo unos pocos, muy pocos.

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