Comenzó el periodo legal de campaña para el plebiscito constitucional. Lo visto en estas primeras semanas son creativos slogans que próximamente llenarán nuestras calles y redes sociales. La importancia del Referéndum de abril es que decidiremos si queremos o no una nueva constitución y cómo podemos construirla. Sin embargo, es imposible hacer este ejercicio democrático de manera seria, si antes no tenemos claro qué principios vamos a mantener y cuáles incorporar.
He señalado que la actual Constitución no es perfecta, necesita profundos cambios para dar soluciones a los problemas del Chile del siglo XXI.
Así, por ejemplo, el principio de subsidiaridad - que se entiende por ceder la acción del Estado a los particulares en una lógica de alivio a la administracion del Estado - hoy está completamente obsoleto.
Esta visión que dio un gran impulso a la iniciativa individual, se pudo aplicar en un contexto de Guerra Fría dada la coyuntura del país, pero tuvo el problema que dejó más atrás los derechos sociales de los ciudadanos más vulnerables.
Nuestra Carta Magna debe modernizar el Estado otorgándole un rol más activo que permita fortalecer a la sociedad civil completa, no sólo al individuo. Seguir pegados en un aparato estatal entendido en una sola de las vertientes que es la participación del mercado, es totalmente añejo.
Hoy, no puede cruzarse de brazos frente a grandes injusticias en materias de pensiones, salud, educación, protección del medio ambiente, etc.
Su labor, y lo que piden los chilenos, es que asuma un rol pro activo, solidario e integrador.
Su acción debe cruzar hacia la barrera de lo social, manteniendo los valores y las virtudes propias de una economía de libre mercado.
Así será un protector del buen mercado y la competencia en la oferta de bienes y servicios, garantizando una cancha pareja y libertad de elección para todos en una sociedad donde prime el mérito y no los privilegios de unos pocos.
Aplicando este concepto, el Estado protegerá al mercado y a la sociedad misma impidiendo los abusos, las posiciones dominantes y los monopolios que terminen excluyendo a miles de ciudadanos de los sistemas económicos.
Mi opción por el Rechazo (respetando profundamente a quienes aprueban) busca precisamente que empecemos ahora sin perder más tiempo y con la actual institucionalidad, el debate de fondo que requiere nuestra Constitución.
No podemos sentarnos a esperar dos años para construir el país que queremos sumergidos en la incertidumbre. No podemos congelar el país ni entregárselo al populismo campeante de izquierda y de derecha.
Ni los slogans, ni las campañas del terror, tampoco las frases de campaña construirán el país más justo que todos buscamos.
Sólo la disposición al diálogo amplio, serio y concreto sobre el contenido de la Constitución que queremos, nos conducirá por buen camino.
Nuestro llamado es a que aterricemos las palabras convirtiéndolas en propuestas para construir un Chile mejor. Demos vuelta la mirada, porque lo cierto es que en momentos de crisis, nada puede ser más importante para un chileno que otro chileno con ganas de sacar a su país adelante.
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