El encuentro sostenido el 9 de mayo por el Presidente Piñera con una delegación de la Corporación de Estudios para América Latina (CIEPLAN) encabezada por Alejandro Foxley, y que incluyó a 6 ex ministros concertacionistas, fue una valiosa contribución al restablecimiento de un clima de diálogo que permita definir políticas públicas que hagan avanzar al país.
Por supuesto que CIEPLAN no tiene representación directamente política, pero su prestigio como centro de investigación y reflexión vinculado a la DC y a la centroizquierda que gobernó fructíferamente, le otorgan una autoridad en el plano de las ideas que trasciende el partidismo y puede ayudar a iluminar las decisiones del Ejecutivo y el Congreso sobre reformas como la tributaria, laboral y de pensiones.
Foxley valoró la reunión en La Moneda porque, a su juicio, permitió plantear los temas que le interesan al país, en particular el crecimiento económico y la perspectiva de dar más seguridad a la población, sobre todo a quienes están bajo la línea de pobreza y a la nueva clase media.
Llamó explícitamente a los parlamentarios a que aprueben la idea de legislar sobre la reforma de pensiones, la cual significa hacerse cargo del hecho de que muchos compatriotas temen caer de nuevo en la pobreza al momento de jubilar y necesitan recibir una pensión digna.
Recordó que, cuando fue ministro de Hacienda del Presidente Aylwin, la Concertación se comprometió en un gran esfuerzo por conversar con todos los sectores, con el mundo sindical, el mundo empresarial y el mundo político, con vistas a establecer acuerdos nacionales, y que el partido opositor más abierto al diálogo había sido RN.
“La persona con la cual me tocó negociar, declaró Foxley, y conversar más que negociar, incluso antes de que llegáramos al gobierno, fue el actual Presidente Sebastián Piñera, y ese reconocimiento hay que hacerlo, porque el gesto que él hizo hoy día, de alguna manera muestra una actitud similar: escuchar atentamente los puntos de vista que no necesariamente son los mismos de su gobierno”.
La política en nuestro país necesita impregnarse de ánimo constructivo y sentido nacional, que es precisamente el empeño con el que se ha identificado Foxley. Es obvio que eso no significa que desaparezcan las diferencias políticas, ideológicas o programáticas.
Basta con que prevalezca en las fuerzas políticas la idea de que, para que Chile mejore lo que tiene, es indispensable converger en torno a determinadas líneas de acción del Estado. No hay soluciones ideales a los problemas, sino esfuerzos más o menos acertados para resolverlos.
Ello exige actuar con generosidad y atreverse a dialogar. Lo más fácil es el atrincheramiento en las propias ideas o creencias; lo más difícil es encontrarse con quienes piensan distinto, y disponerse a dar y escuchar razones.
Qué valioso sería que aquellos parlamentarios que creen que su tarea es mantener una guerrilla permanente con el gobierno pusieran buena voluntad para intercambiar ideas y mejorar los proyectos de ley, más que rechazarlos a fardo cerrado o negarse incluso a legislar.
Lo que el país espera de ellos es estudio, discusión con fundamentos, reconocimiento de que la sociedad es compleja y un esfuerzo por legislar a conciencia.
La figura de Foxley está asociada a los 20 años de la Concertación, cuando la DC y la izquierda renovada gobernaron de un modo que permitió que Chile diera un gran salto económico, social e institucional. Se puede decir de él que es un orgulloso concertacionista.
Una característica remarcable de su desempeño como ministro de Hacienda primero, luego como senador y más tarde como Canciller, fue la voluntad de actuar con sentido de Estado. Precisamente por eso, es que ha dicho que la polarización política perjudica al país, y que hay que hacer siempre los mayores esfuerzos por dialogar y buscar acuerdos. Allí está, precisamente, la esencia de la política democrática.
Por desgracia, esto no es entendido por algunos jóvenes parlamentarios que consideran que los gestos de crispación e incluso de agresividad son la mejor demostración de que ellos son “consecuentes”. Al actuar así no hacen sino reflejar la tendencia a describir la realidad en blanco y negro, como la lucha entre el bien y el mal (y dan por hecho que ellos encarnan el bien).
Esta manera de hacer política desconoce la historia, casi la desprecia, y lleva a no tener perspectiva de cuánto le costó a nuestro país superar los traumas del pasado y poner las bases de una sociedad más próspera y más solidaria.
Junto a Foxley, en La Moneda estuvieron los ex ministros Arriagada, Aninat, Marfán, Walker, Arellano y Cortázar, todos los cuales contribuyeron a que Chile progresara sobre bases sólidas. Ellos, como hemos visto, siguen preocupados de que nuestro país no extravíe el rumbo y construya sobre lo que ya tiene, con realismo y eficacia.
El 26 de mayo, Alejandro Foxley cumplirá 80 años. Merece un amplio reconocimiento por su inmensa contribución a la tarea de tener un mejor país.
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