El elogio de lo privado y nuestro modelo de desarrollo

  • Co-escrita con Ignacio Cienfuegos, director del Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Alberto Hurtado

 

Es claro que nuestro modelo de desarrollo está construido sobre los pilares de una desconfianza basal en el rol que puede tener el Estado, el que es -a priori- fuente de ineficiencia, derroche, clientelismo y manipulación. Implica dotar de poder a los políticos y burócratas que imponen sus propios intereses en detrimento de los verdaderos intereses colectivos, que se revelan a través de las preferencias de los individuos.

Es sobre la base de estas ideas ancladas en la teoría de la elección racional que se pretende justificar la privatización no sólo de las empresas estatales sino también las funciones sociales del Estado. Más aun, un modelo de sociedad privatizado en donde cada uno tiene que resolver sus propios problemas, incluso cuando éstos remiten a una dimensión claramente colectiva. Por otra parte sin embargo, los planteamientos en cuanto los mercados funcionarían de manera perfecta, que los ciudadanos son tan inteligentes e informados como los economistas, que la información fluye libremente, como también las ideas en cuanto a los efectos exclusivamente negativos de la participación del Estado en la economía, han sido desafiados con éxito por sobresalientes académicos sociales.

El propio Hayek, padre del neoliberalismo, entendía que el mercado nunca es enteramente independiente de la política y del Estado. La oposición sector privado/Estado es falsa, el mercado no funciona independientemente de normas jurídicas, y el Estado siempre interviene, sea para crear un mercado, regularlo o suprimirlo. La dupla público-privado esta sobrentendida en el funcionamiento de cualquier tipo de sistema capitalista.

Y sobre ello, la justificación de un proceso de achicamiento del Estado que, como dice el profesor Oszlak, ha generado que espacios importantes de la sociedad hayan quedado sin Estado, autorregulados por el libre juego de la oferta y la demanda. Un Estado con menos atribuciones, menos recursos, menos funcionarios y funcionarias.

De hecho, el tipo de modernización del Estado que ha vivido el país en los últimos 30 años ha estado marcado por la llamada Nueva Gestión Pública, la que estableció una "jibarización" del Estado, avanzando hacia una externalización de servicios públicos que son provistos por entes privados (soluciones privadas a problemas públicos), generando cuasi mercados para la provisión de bienes públicos en salud, educación, pensiones, entre otras materias, con además una débil regulación de servicios públicos que son provistos por entes privados en función de concesiones otorgadas por el Estado.

El elogio de lo privado desconoce que una sociedad "privatizada" es una sociedad que se despliega en un estado de carencia; como sostiene Hannah Arendt, toda sociedad, y más aún aquella que quiere construirse sobre los pilares de la justicia y la equidad, requiere, necesariamente, el "resplandor de lo público".

En el marco de la campaña presidencial, el candidato Sichel ha hecho referencia de manera recurrente a que su carrera profesional se ha desarrollado en el mundo privado. Como se dice habitualmente, el ejercicio liberal de la profesión de abogado. Critica en sus contendientes el que hayan trabajado fundamentalmente para el Estado, dando a entender así que ser funcionario estatal dificulta una compresión adecuada del mundo "real" y sus complejidades. Más aun, da a entender que dedicarse al servicio público es una labor de segunda categoría, reservada para quienes no dan la talla para desempeñarse en el competitivo, meritocrático y racional mundo privado.

Así lo dejo claro al interpelar a la candidata Provoste en el último debate presidencial, también deja en claro sus prejuicios cuando en unas de sus cuñas radiales menciona el maltrato que ejercen los empleados públicos sobre los ciudadanos.

No se trata de desconocer que hay cosas que mejora en el servicio público. Más eficiencia en el manejo de los recursos, mejor atención a la ciudadanía; más agilidad en la respuesta y mejor trato. Pero estos problemas no son monopolio del sector estatal. La tan valorada iniciativa privada no solo se beneficia de la acción o inacción del Estado, sino que además "ha mostrado la hilacha" con prácticas despreciables como la colusión y con la impúdica relación entre dinero y política, cuyo último capítulo tiene a nuestra máxima autoridad envuelta en una acusación constitucional.

El prejuicio de Sichel sobre el valor de trabajar en el sector estatal es, a todas luces infundado. Quienes trabajan en ese ámbito no son ángeles; en todas partes hay personas que "sacan la vuelta", irresponsables y que hacen mal su pega. Pero en su inmensa mayoría, los trabajadores estatales desempeñan una tarea anclada en los valores del servicio público tal como ha quedado en evidencia en el contexto de la pandemia. Este juicio incluye a quienes se dedican a la política y ocupan responsabilidades en roles que corresponde a cargos de confianza.

Es más, el juicio del candidato desconoce que los casos de desarrollo exitoso son, en parte, el resultado de un aparato burocrático que contribuye de manera significativa a cautelar el interés público; son sociedades que se han podido desarrollar porque ancladas en un sólido sentido de lo colectivo, han construido una burocracia de alta calidad y valorada por la ciudadanía. Es así como los países del norte de Europa se caracterizan por contar con aparatos públicos reconocidos por su probidad, austeridad, profesionalismo y respeto a la legalidad. Lo anterior es sumamente relevante a la hora de diseñar e implementar políticas públicas eficientes pensando en los intereses de la ciudadanía, así como al momento de equiparar la asimétrica relación Estado-mercado que subsiste en nuestro "particular" modelo de desarrollo.

Finalmente, llama la atención que la crítica provenga de una persona que ha hecho carrera profesional y política sobre la base de cargos de confianza. Sichel ha sido jefe de gabinete, vicepresidente de Corfo, ministro y presidente del Banco Estado. Y cuyas labores en el ámbito privado ha estado fuertemente ligadas al Estado.

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