El lenguaje

Verónica Rabb
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No había pensado escribir una columna, pero cuando hace ya unos días la diputada Lorena Pizarro realizó un fuerte cuestionamiento a sectores de la derecha, luego que en la Cámara Baja se aprobara volver a leer la controversial declaración que se hizo en esa instancia en agosto de 1973, en la que se cuestionó el gobierno del Presidente Salvador Allende y que sirvió de excusa para intentar justificar el posterior Golpe de Estado, la parlamentaria alzó la voz y con un fuerte: "Váyanse a la mierda con su indecencia negacionista que reivindica el golpe (de Estado)", me decidí.

Recordemos que "el lenguaje crea realidades" es una afirmación que comprobamos día a día, especialmente si consideramos las declaraciones que los políticos han expresado.

Si bien algunos podrán pensar que la reprimenda que recibió la derecha por parte de la diputada Pizarro se la tenía ganada hace rato dada la insistente e insensible retórica negacionista que han mostrado en el Congreso quiénes jamás echaron de menos la libertad mientras vivieron en dictadura, o son nietos de los que financiaron y patrocinaron esa dictadura y se enriquecieron gracias a ella, me atrevo a decir que, en momentos como el protagonizado por la diputada, lo más conveniente hubiera sido no entrar en el juego, tomarse un té de manzanilla y salir del ruedo. En fin.

No es de mi interés entrar a criticar a unos o a valorar a otros. Mi foco es otro. El problema de nuestros parlamentarios, uno de los problemas en mi opinión, consiste en que su lenguaje ha perdido complejidad, se ha degradado. La verdad es que cuando ves a los políticos y te acuerdas de cómo se expresan, pues se te cae la cara de vergüenza. No tienen por qué tener un conocimiento acabado de nuestra lengua, así como una riqueza de vocabulario que tampoco es muy útil si pensamos que la gente vota al candidato o a la candidata con la que se identifica. Si el candidato es simplón conseguirá votos de los simplones, da igual si habla de tal o cual manera.

El problema son las salidas de madre de algunos parlamentarios, quienes -imagino- intentan decir unas cuántas verdades acerca de todo pero que corren el riesgo de no decir nada en concreto. Las palabras violentas generan reacciones violentas. Que pierdan la paciencia es un chiste y no es un chiste. En un primer momento parece que tiene gracia y valor, pero luego resulta que no tiene ninguna. El lenguaje es una herramienta para mejorar y no para provocar más problemas. Olvidar la compostura y sentido del cargo, sacando a relucir sus garabatos favoritos o ideas que venían masticando hace mucho, vierten sobre ellas opiniones que no son ni privadas ni intrascendentes, crispando aún más el ambiente y las mentes de quienes fantasean aún a casi 50 años del Golpe con matar a más de la mitad de los chilenos. Y eso ya no es un maldito chiste.

En el fondo, pasa lo de siempre. Quienes defienden un lado y quienes se montan en el otro carro, bordean más o menos peligrosamente la nostalgia del Chile de los '70. Yo creo que eso sí hay que tomárselo en serio. Y por muy impecable que esté siendo el improperio, las continuas salidas de madre que afloran de la boca de nuestros parlamentarios, lo cierto es que no arreglan nada y para este caso, no acaban las ganas de algunos por justificar el Golpe y solo alarga la lista de exabruptos y encontrones en nuestro alicaído ambiente político.

Cómo olvidar cuando el expresidente del PS y exministro del Trabajo Osvaldo Andrade acusó que la entonces ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, le había dicho "conchesumadre" durante una sesión en la Cámara. Antes, Matthei ya había tenido un encontrón con la ahora exdiputada independiente Marta Isasi. "¿Y qué tiene que ver esa huevada?", le preguntó airada la secretaria de Estado en una discusión, a lo que Isasi le respondió: "Qué te hay imaginado de venir a hablarme así, rota de mierda, ubícate (sic)". Isasi también es recordada por salir en defensa de la también exdiputada María José Hoffmann, a quien el parlamentario Fidel Espinoza le habría dicho "momia conchetumadre". Y así los nombres se han seguido repitiendo y también se han sumado otros nuevos como el del diputado Gaspar Rivas que fue pasado a la Comisión de Ética luego de insultar a colegas en noviembre recién pasado. O el "Comunistas levantadas de raja" de la diputada republicana Chiara Barchiesi en los pasillos del Congreso a legisladoras del PC, Lorena Pizarro, Alejandra Placencia y Nathalie Castillo, quienes cuestionaron la presencia de Sebastián Zamora, imputado por la caída de un joven al río Mapocho y actual miembro del equipo de la parlamentaria republicana.

Tal vez nuestros políticos están convencidos que esas "impecables" salidas de madre funcionan como un reloj suizo, pero no conviene fiarse demasiado ni estar tan chochos por lanzar improperios en el Congreso. El lenguaje violento solo revela cuán degradada y débil está nuestra clase política, entonces lo que hacen es dar demostraciones de poder desde un lenguaje que es amenazante. Deberían dedicar unos minutos a pensar en todo esto y comprobar si de verdad saben lo que están haciendo, creo. Aparte de eso, ya va siendo hora que parlamentarios y parlamentarias nos pregunten a los chilenos qué necesitamos porque mientras parece que sólo nos pasa por encima un crudo invierno, en verdad pasan muchas cosas más.

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