El mundo como lo conocemos ha llegado a su fin. Así de simple. Ya no es posible imaginarse un mundo sin los efectos del desarrollo tecnológico. Prontamente, Chile habrá
automatizado una parte considerable de sus procesos productivos y de servicios básicos.
Ello, por una parte reducirá tiempos de atención a usuarios y reducirá costos laborales. No obstante, también se estima se reemplazará al 51% de la mano de obra de servicios actual.
Una primera pregunta ¿Qué haremos con esa fuerza laboral que quedará sin trabajo?
Luego, el desarrollo de plataformas que simplifican la intermediación entre oferentes y usuarios se masificarán.
Así como hoy es posible arrendar, comprar y vender inmuebles en una relación virtual directa entre comprador y vendedor, se masificarán los servicios de optimización de habitaciones en una casa familiar a través de arriendos esporádicos; el traslado diario a través de Uber o similares, o con el arriendo por horas de scooters, bicicletas, autos o motos.
Los patrones de consumo cambiarán, se comprarán menos bienes y se usarán más los disponibles en las plataformas. Sin gastos fijos, costos de reparación ni riesgos de robo. Esto implicará también una reinvención de los proveedores de vehículos y otros bienes de consumo.
De igual forma, la libertad para elegir el contenido en TV será cada vez más dependiente de nuestros patrones de consumo y por tanto, nos ofrecerán películas afines a las que hemos visto durante el último tiempo. Es decir, nuestra libertad de elegir contenidos estará sujeta a nuestro historial y no necesariamente a las alternativas disponibles.
El desarrollo tecnológico permitirá aumentar el porcentaje de “home work”, ya que la productividad estará medida por sistemas objetivos orientados al resultado y no a la presencia en una oficina. Se reducirán costos fijos de una empresa, se disminuirá la accidentabilidad y en algunos casos, se podrán tener múltiples trabajos tecnológicamente compatibles.
Aquí surge otra pregunta: ¿Se está pensando en una reforma laboral que se haga cargo de esta nueva realidad, o seguiremos el viejo debate entre fortalecimiento de organizaciones sindicales versus precarización laboral?
Ni pensar en lo que los datos podrán hacer por nosotros. Estos servirán para crear patrones de consumo, de movilidad, de comportamiento comercial, de nuestro estado de salud y de nuestros pecados.
Sí, el tratamiento masivo de datos permitirá segmentarnos cada día más y, por tanto, segregarnos también. Se producirán encuentros entre quienes compartan patrones de consumo, gustos, viajes, problemas comunes de salud, en fin. Las relaciones sociales se condicionarán cada vez más por lo que hicimos, que por lo que sentimos.
Los legisladores y el Gobierno debemos entender que el mundo cambió y que las leyes vienen muy atrás de la realidad y de la evolución científica, tecnológica y cultural, por lo que el proceso legislativo deberá asumir que, para evitar la obsolescencia
tecnológica de las leyes, debemos hacer “leyes marco”, dejando a una nueva potestad reglamentaria compartida las definiciones técnicas y el seguimiento del efecto de las leyes.
Hay muchos otros ejemplos de cómo el mundo actual llegó a su fin. Lo importante es que apuremos el cambio de mentalidad e iniciemos las discusiones que nos permitirán enfrentar de buena forma este nuevo mundo, con regulaciones equilibradas que protejan a las personas pero que se hagan cargo de reinventarnos para esta nueva realidad.
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