Incendios, reciprocidad y solidaridad campesina

En columnas anteriores hablábamos de la reciprocidad como basamento para construir una sociedad mejor, más sana, solidaria, igualitaria e inclusiva. Y decíamos que “dar, recibir y volver a dar” es la secuencia a partir de la cual los hombres de todas las culturas, a lo largo de la historia, construyen sus lazos sociales.

El primer estudioso en identificar a la reciprocidad como fundamento de los sistemas sociales fue el sociólogo alemán Georg Simmel, hacia fines del siglo XIX. Luego vendrían los primeros estudios científicos sobre las dinámicas de reciprocidad, realizados en las islas polinésicas por el antropólogo francés Marcel Mauss hace ya casi 100 años. 

Desde entonces escuchamos a diario que esa tradición se ha perdido en las sociedades contemporáneas, y que ahora la noción de comunidad se debilita progresivamente, predominando por sobre todo los apetitos individuales y el interés mercantil. 

Pero esa tesis es una verdad a medias. Es cierto que nuestras sociedades se han mercantilizado y que son cada vez más individualistas, pero también lo es que una y otra vez, aquí y allá, surgen dinámicas de reciprocidad, tanto en la esfera de la familia, del trabajo o de los amigos, como al nivel más amplio de toda la sociedad. Lo que sucede es que como no tenemos conceptos, como no tenemos una teoría de la reciprocidad, nos cuesta reconocer estas dinámicas.

Encontramos un ejemplo de estas prácticas en el caso de muchas familias campesinas que han acudido en forma solidaria a apoyar a las casi 4.200 familias afectadas por los incendios forestales de este verano. Mucho se ha hablado sobre estos incendios y sobre las fallas de los organismos públicos, de las empresas privadas, de nuestras regulaciones. Sin embargo, siempre hay una cara positiva que por alguna extraña razón, no es destacada por los medios.

Good news no news, dice el refrán anglosajón: las buenas noticias no son noticias. Y sin embargo, ¡caramba que necesitamos de ellas para vivir una vida más plena y armoniosa! Por tal razón, creemos relevante destacar lo que han hecho miles de familias campesinas por sus hermanos, para así tener una visión más completa de lo que es nuestra sociedad y de lo que somos nosotros mismos. 

La solidaridad espontánea de los agricultores con sus pares se ha manifestado en todas las regiones afectadas, además de Los Ríos y Los Lagos: agricultores individuales, comunidades mapuches y huilliches, asociaciones de pequeños productores, se han organizado para entregar forraje, sacos de papas y dinero en efectivo, para ir en ayuda de los agricultores afectados por los incendios.

En materia de forraje, estas donaciones suman 23.400 fardos y 950 bolos de pasto, valorados en casi $ 200 millones, faltando los aportes de Aysén y de otras regiones que llegarán en las próximas semanas. Hay comunidades indígenas, como Antuko, Kelun Antu, Yepu Alfitra o Chachay Mapu que han donado dinero, se trata de pequeñas cantidades, en algunos casos $ 15 mil, en otros $ 57 mil, pero es conmovedor constatar que eso se ha hecho, porque sin duda aquello ha implicado un sacrificio y un esfuerzo.

Los campesinos de las islas de Quinchao han donado directamente 140 sacos de papas y forraje a la municipalidad de Cauquenes. Y así, existen muchos otros casos que se han multiplicado en forma espontánea, de los cuales no tenemos registros. 

La solidaridad campesina también se vivió con fuerza durante los incendios forestales, cuando los vecinos de una misma localidad rural lucharon juntos durante días y noches contra el fuego. En todas estas localidades hay verdaderos héroes anónimos que salvaron vidas, casas y ganados. También aquí participaron instituciones: municipios, bomberos, CONAF, ONEMI, INDAP, Carabineros, Ejército, empresas privadas… Y esa solidaridad también se vive en estos días, en donde comenzamos el trabajo de reconstrucción.

En antropología la reciprocidad designa las prestaciones mutuas de bienes y servicios entre personas y entre grupos. A diferencia de las relaciones de intercambio, en donde sólo se cede un bien a cambio de una contrapartida, la reciprocidad genera sujetos que se influencian entre sí. La inversión de roles permite a cada conciencia revelarse a sí misma gracias a la conciencia del otro; en este proceso ambas partes se relativizan para engendrar una conciencia común.

Por esa razón reflexionamos hoy sobre esta experiencia. Esta campaña solidaria entre campesinos ha sido muy valorada por todas las partes. Los que donan se sienten dignificados y orgullosos, los que reciben están agradecidos y emocionados en su actual precariedad. Los que lucharon juntos contra el fuego están hoy más cohesionados y tienen mejores posibilidades de proyectarse al futuro como comunidades.

En el primer caso, se trata de la agricultura familiar campesina chilena, que sabe ser solidaria y que es capaz de ser un actor social que actúa en forma colectiva en el nivel nacional. En el segundo caso, se trata de localidades y comunidades que hoy son más fuertes que antes de los incendios, pues fueron capaces de controlar este flagelo gracias al apoyo mutuo.

Esta experiencia sienta las bases para algo mayor, para un dispositivo solidario que debería proyectarse y amplificarse en los próximos años.

Existe toda una tradición en esta línea de pensamiento, en donde los nombres más importantes son Georg Simmel, Marcel Mauss, Karl Polanyi, Alain Caillé, Elinor Ostrom (Premio Nobel de Economía 2009), entre otros.

La teoría de la reciprocidad busca abrir nuevas perspectivas para la gobernanza de las sociedades, pues permite identificar y visibilizar prácticas de reciprocidad que de hecho existen entre los actores, y que son esenciales como herramientas de integración social. En tal sentido, es de gran importancia avanzar hacia el reconocimiento político, jurídico e institucional de los dispositivos basados en la reciprocidad. 

En las relaciones internacionales el concepto de reciprocidad está a la base de la convivencia entre Estados: “si usted me pide una visa para entrar a su país, yo también le pido una visa”. En la vida interna, la reciprocidad aparece como algo más desperfilado. Sin embargo, tenemos valiosos ejemplos que no sabemos reconocer adecuadamente.

La cultura mapuche, por ejemplo, cuenta con los trafkintu como espacio de intercambio de semillas entre mujeres, antes de iniciar los ciclos agrícolas. Estos eventos están en alza y se realizan en diferentes lugares de Chile. Muchos de ellos se realizan con el apoyo de INDAP, porque enriquecen la vida chilena.

También están las cooperativas y la gestión exitosa de bienes comunes. Existen las campañas de solidaridad en diferentes áreas, desde los niños lisiados hasta quienes no tienen casas propias. ¿Por qué no potenciar todavía más a estos trafkintus y a estas campañas?

¿Por qué no crear incentivos estatales, tributarios y de otro tipo, para fomentar la reciprocidad?

¿Por qué no descubrir más mecanismos de este tipo para mejorar nuestra vida personal y nuestra vida social?

La sentencia de Mauss “dar, recibir, volver a dar” es equivalente a nuestro criollo “hoy por ti, mañana por mí”.  El desarrollo de prácticas de reciprocidad en nuestra vida personal, en el trabajo y en la política puede ser una rica veta para tener una sociedad más sana y más amable.

La teoría de la reciprocidad apunta a generar un nuevo paradigma para pensar la economía y la sociedad contemporáneas: lo que se busca es desarrollar otra manera de ver los asuntos humanos, en donde el don (el regalo) ocupa un lugar fundamental, sin negar que el interés individual sea otro motivo que impulsa las acciones humanas.

Este paradigma reconoce a la reciprocidad, junto al mercado y al Estado como los tres vectores trascendentes que son indispensables para fundar la vida social. En tal perspectiva, creemos que la experiencia de los incendios ha sentado un precedente que tiene proyección en el mundo de la agricultura campesina: se ha plantado una semilla para algo más amplio, que si sabemos cuidarlo, puede ser una valiosa contribución para seguir construyendo el país más amable, justo y solidario que todos anhelamos.

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