La alter derecha

Juan Pablo Antschel
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La victoria de Trump lanza en escena una derecha alternativa que hasta hace poco solo merodeaba entre los márgenes del conservatismo y del neo fascismo, en Francia, en Inglaterra, en Europa Central y en Rusia. Si bien afirmar que es ella quien gobierna hoy en Washington podría parecer una exageración, la conspicua presencia de algunos de sus representantes en diversos lugares cercanos al Presidente augura una ofensiva  contra su enemigo principal: la vieja derecha liberal y neoliberal.

Su primera idea es que “la civilización judeo-cristiana” está en crisis, y esta crisis se deriva tanto de la “secularización”, es decir “la pérdida de valores¨ (conservadores) y el alejamiento de los principios religiosos, como de una traición cometida contra el capitalismo. El capitalismo, dice, ha extraviado su origen industrial y sus propósitos sociales, para transformarse en una conspiración de los ricos y del Estado para robar a los trabajadores. Hoy es solo un conjunto de ejercicios especulativos que hacen del hombre una mercancía, y han destruido las bases de la grandeza de Occidente.

Los culpables de este estado de cosas son las elites globales, “el partido de Davos”, que ignora al trabajador modesto y le expropia de sus ganancia. Es ese grupo de gente que se siente más cómodo con extranjeros y se identifica más con “regiones geográficas” (Europa) que con su “propia Nación” o “con su propia gente”.

Esa gente que desconoce el derecho de la “gente sencilla” a defender su concepto de matrimonio, su visión de la familia y de la religión, y le somete a un “igualitarismo” forzado por el Estado, que le priva de la libertad en la educación de sus hijos, en la elección de sus programas de salud o de previsión social.

Esta derecha cree por último que la “guerra total” contra el Islam, no solo contra ISIS, obliga a un reordenamiento de las alianzas con países de identidades fuertes, que basan su política en el nacionalismo, la protección de sus fronteras contra la inmigración y de sus culturas contra la globalización.

Requiere de un rechazo a Naciones Unidas, a la arquitectura de tratados internacionales, de acuerdos libre comercio y de instituciones globales. Y sobre todo de una lucha contra la inmigración, no solo por razones de seguridad, sino por la preservación de las identidades raciales y culturales que dan fuerza a la nación.

Se entiende porqué una visión como esta irrumpe con fuerza. Se mezclan en ella temas tradicionales de derecha y de izquierda. Se manipulan reacciones justas ante abusos, y se extreman amenazas de peligros reales. Su atractivo principal sin embargo, es que acomete en una situación en que las democracias son cada vez más débiles.

Hay que volver a Hannah Arendt, para entender una situación como la actual, en la que ha estallado el mito que hay una mayoría de la sociedad interesada en la política, en las elecciones, y los partidos.

En ninguna parte se explica mejor la súbita aparición de una mayoría a la vez indiferente y hostil hacia la democracia que en “Los Orígenes del Totalitarismo”, el principal libro de Arendt.  La denuncia amarga de la hipocresía del sistema y la progresiva adopción de un mundo cínico en el que no hay ni bien ni mal, solo hay ganadores y perdedores, es la base que permite la expansión de las ideas de la traición al capitalismo y a la Nación.

Es el mundo en que “los políticos”,así en términos generales, son repudiados por hipócritas y corruptos, y se considera “habilosos y “astutos”, a quienes hacen gala de codicia, venganza, insultos y crueldad contra los débiles y los pacíficos. Esa es la tierra donde se anida el huevo de la serpiente.

¿Cuánto de todo esto hay en Chile? Hasta ahora en la derecha chilena tienen hegemonía neoliberales y tolerantes, pero no es difícil reconocer en sus seguidores muchas de estas ideas.

Creer que un proceso ideológico global no llegará a Chile sería una ingenuidad, y episodios como los actos recientes de xenofobia, o las declaraciones mencionando una “sociedad homosexual” son indicativos que solo es cuestión de tiempo antes que el paquete ideológico general adquiera relevancia.

La gran pregunta es si los sectores democráticos, incluidos los de la derecha liberal, serán capaces de prevalecer en una sociedad en la cual la descripción de Arendt parece tan alarmantemente vigente.

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