La “verdad” es verdad sólo si es verdad.
Hoy estamos a merced de una “verdad” que parece sólo servir a quienes detentan distintos tipos de poder para imponer su propia interpretación de los hechos como la única verdadera.
En el caso de la muerte de Camilo Catrillanca, fueron carabineros los que intentaron “instalar” su primera “verdad”, generando luego un conflicto de interpretaciones.
Sin mayor reflexión crítica, el poder ejecutivo y parte del poder político apoyó dichas interpretaciones, las que fueron a su vez modificándose en el tiempo, y aún lo siguen haciendo.
No es un problema de “falsas noticias” en las redes, o verdades emocionales.
Es un problema más profundo. Ha dejado de tener sentido la diferencia entre la mentira y la verdad. Los límites donde habita ésta, a veces, tenue diferencia, están hoy bajo el imperio de los poderes políticos, ideológicos y de la misma violencia.
Ya no es que todos mientan, es que comienza a normalizarse esta realidad de la mentira, que paradojalmente llega a ocupar el lugar de la verdad. Si todo es mentira, nada es mentira, todo es verdad.
Ya casi no es posible saber si realmente murió Camilo Catrillanca. Quizá este hecho nunca existió.
Pero la verdad si existe con un fundamento ético moral. “Es aquello que es capaz de hacernos libres”.
Hemos olvidamos que como nos plantea Vattimo, es el resultado “de un acuerdo que no requiere ninguna evidencia definitiva (porque nunca va a poder haberla humanamente como algo absoluto), sino sólo caridad, solidaridad, (honestidad) y la necesidad humana de vivir en concordia con los demás”.
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