Eddie Jaku, de 98 años, sobreviviente del genocidio nazi declara, “No puedo y no perdonaré ni olvidaré … pero seré feliz hasta que me muera… El secreto es no odiar, tener una buena esposa y buenas amistades”. Luego aclara certeramente que el odio es una enfermedad que destruye al odiado y a quién odia.
De pronto parece que Chile está enfermo. Se hace progresivamente un país odioso en diferentes dimensiones, y aún en la aplicación de la justicia.
Levinas nos recuerda que las personas y la sociedad son responsables del otro como persona, especialmente si es más débil, sufriente, frágil y distinto, aunque sea nuestro propio victimario.
Después de la necesaria verdad, justicia y reparación, nuestra responsabilidad con el criminal, sólo terminaría con la bondad y la caridad.
Es decir, con lo que hoy desaparece a pasos agigantados: la cultura del respeto a la dignidad del prójimo, de la verdad y del perdón.
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