Por alguna razón, y no quiero creer que sea por puro machismo, las mujeres seguimos con cifras bajísimas de participación en cargos de elección popular y directivos, en los sectores público y privado.
Por alguna razón, y no quiero creer que sea por la resistencia masculina, las mujeres aún no figuramos con porcentajes aceptables de incorporación al mundo de las decisiones.
Pero decidimos, lo hacemos. Una y otra vez, en y en cada una de nuestras esferas. De hecho, bien saben los candidatos que a la hora de elegir su público objetivo en las campañas, las mujeres son el principal foco de atención, pues influyen en el voto de la familia e incluso son las que marcan la pauta a la hora de ir o no a votar.
Las agencias de publicidad también lo saben, y definen sus estrategias pensando en nosotras como principal target group, pues decidimos qué se compra en cada casa, y hasta cuándo y cómo y quien diga lo contrario, simplemente no se ha dado cuenta. Quizás, solo cuando bailamos bachata o salsa nos dejamos llevar por un rato, en complicidad con nosotras mismas.
Y, si categóricamente estamos acostumbradas a tomar decisiones cotidianas, ¿por qué aun no estamos en el círculo de las decisiones públicas?
¿Por qué en la mayoría de las mesas de reuniones donde se deciden aspectos cruciales que tienen que ver con el bien común, no estamos?
Las respuestas nos son fáciles, pues hay mucho de historia, costumbre, mitos y prejuicios de por medio.Tantas tesis se han escrito al respecto, tantas que aún hay mucho por decir.
El Congreso hoy día es el triste reflejo de esta bajísima participación; sólo un 15,8% del Senado y de la Cámara de Diputados está compuesto por mujeres. Basta recorrer las comisiones y las reuniones de las bancadas para sacar una foto y darse cuenta que hasta la mayoría de los asesores son hombres. Y en buena hora que estén allí.
Pero, ¿no habrá espacio, ganas y decisión, también, para incluirnos en el debate? La verdad es que no se trata de los temas de género, ni de la mirada femenina, ni hasta de aquélla sensibilidad que algunos creen sólo está presente en las mujeres. Falso. Pues, no cabe duda que hay dones y tantos que nada tienen que ver con el género, sino con la condición humana, con su historia, y la ontogenia y filogenia de cada quien, como diría Humberto Maturana, no importando si es hombre o mujer. Pero, hoy, hablamos de nuestra baja participación.
Si en Chile somos más del cincuenta por ciento de la población, algo de este porcentaje podría estar representado, con mediana proporcionalidad, en las esferas del llamado “círculo del poder”, ese poder tan cuestionado por la ciudadanía, donde se cocinan decisiones sin considerar a todos los participantes y comensales; un poder que hoy tiene una profunda desigualdad en su composición y que goza de una escasa credibilidad y confianza.
Pero esto no sólo ocurre con las mujeres, sino con las minorías, con aquellos que con dificultad logran enarbolar sus demandas siendo rápidamente marginados por no ser lo suficientemente “masivos “ o por no estar en el primer lugar de la agenda pública o de la agenda setting. Sí, un triste hecho de la causa.
Pero lo que ocurre en el Congreso se repite también en otras áreas y hoy lo vemos, con claridad, en la inminente elección municipal. Hoy, sólo un 12,5% de los alcaldes en el país son mujeres. Tal como lo leyó. Y, para estas elecciones, en promedio, para el cargo de alcaldesa, una de cada cinco postulantes es mujer, no más que eso.
Todo indica, señalan los expertos electorales, que el fin del binominal, la cuota para las mujeres y las normas que obligarán a los partidos a llevar más candidatas, podrían generar un escenario distinto el próximo año en las elecciones parlamentarias, alcanzándose un Parlamento con mayor representación de mujeres. Pero, del dicho al hecho, pues no vaya a hacer cosa que en lugar de candidatas con posibilidades, los partidos sólo rellenen listas para cumplir, evitando entregar espacios a quienes sí puedan competir.
De acuerdo a los registros de militantes en los partidos del Servicio Electoral, somos casi el 50% de los inscritos. En partidos como el Radical, el PRO, MAS, PRI y Renovación Nacional las mujeres superan el 50%, en la UDI llegan incluso al 60%, mientras que en los restantes están sobre el 45%. ¿Habrá igual porcentaje de candidatas? Ver para creer.
Las mujeres en Chile somos más de la mitad de la población y más de la mitad de las electoras. Averiguar por qué estamos tan disminuidas en las llamadas esferas de poder no es fácil, hay tantas razones, desde el impacto de la maternidad en nuestras vidas, pasando por las difíciles condiciones para incorporarnos a estos círculos, sumando la brechas de desigualdad en remuneraciones, las aún existentes discriminaciones en Isapres y sistemas financieros, y una larga lista que bien conocemos, factores que convergen y que nos hacen más difícil la posibilidad de participar. Sumemos los códigos de una política hecha por hombres, nada personal, pero sin duda faltan palabras, fonemas y acciones que sumar. ¿No creen?
En América Latina 11 de 19 países cuentan con leyes de cuota. No sé si esa es, en definitiva la solución, pues en el fondo, no quisiéramos ser tratadas de una manera distinta, pero quizás sea la única forma de abrir espacios en una primera etapa.
Rompamos los círculos excluyentes y los viciosos también. Nos sobran los motivos y las razones, como diría Joaquín Sabina, nos sobra la energía y la convicción. Ahora, por favor, que los porteros ¡abran las puertas!
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