Nueva Constitución y acuerdos para el futuro

Somos muchos (aún siendo minoría) quienes hemos hecho el ejercicio patriótico de leer detalladamente TODO el texto de la nueva Constitución, tratando de evaluarlo en su mérito, identificando mitos y fake news, e independizándolo de lo que consideramos fue un proceso constituyente con demasiados excesos y claros síntomas de sectarismo.

Ante su lectura pausada y reflexiva, hemos podido valorar las luces del nuevo texto, así como ponderar sus sombras (sean estas omisiones, excesos o sólo su contenido negativo). Sin embargo, lo anterior no nos ha eximido de tener que analizar los pros y contra de las únicas dos opciones que tenemos en el plebiscito de salida: Apruebo y Rechazo. Si bien un sector de la izquierda y la derecha ya tenían tomada su decisión desde el inicio, para muchos el discernimiento ha tomado tiempo y ha sido difícil. ¿Por qué?

Primero, porque más allá de la legitimidad de ambas opciones nos damos cuenta que ambas implican riesgos. Aquellos que valoran aspectos del actual texto, pero consideran que sus problemas (especialmente los vinculados al proceso político y al diseño institucional) son demasiado graves, saben que nada garantiza que después del 5 de septiembre los sectores más de derecha concurran con su voluntad para re-iniciar el proceso y para mantener aquellos conceptos fundamentales y valiosos del nuevo texto, tales como "el Estado Social y Democrático de Derecho", la paridad, la protección del medio ambiente, el reconocimiento de los pueblos originarios, la descentralización y los nuevos mecanismos de participación.

Por otra parte, quienes valoran de manera mucho más significativa estos "conceptos y derechos fundamentales", así como el origen democrático del texto, pero no por ello dejan de reconocer que el diseño institucional y político propuesto tiene fallas u omisiones importantes, tampoco tienen certeza de que una vez aprobado el nuevo texto exista la suficiente voluntad política de sectores más izquierda (especialmente del PC) por concurrir a estos necesarios cambios. En consecuencia, ambos caminos "del día después" del plebiscito están marcados por la incertidumbre.

Tampoco ha sido fácil seguir con claridad el debate serio promovido por medios de comunicación y centros académicos, debido al exceso de pasión, fake news y descalificación del entorno. Pareciera que para algunos estar por una opción te pone en un sitio de superioridad moral, negando el espacio para el legítimo desacuerdo. Si votas Rechazo estarías defendiendo los intereses y privilegios de la elite, el patriarcado y la Constitución de Pinochet. Si votas Apruebo, por otra parte, serías un cómplice inocente de quienes están pavimentando el camino para que Chile se transforme en Venezuela y estarías avalando el privilegio y el derecho a veto de los pueblos originarios. A esta polarización hay que agregarle la desmesura de los escenarios catastrofistas asociados a cada alternativa. Lamento decepcionar a quienes postulan un nuevo estallido si gana el Rechazo o una "venezualización" de Chile si gana el Apruebo. Ni lo uno ni lo otro. Lo único cierto es que en cualquier escenario el día 5 de septiembre habrá que sentarse a conversar y buscar acuerdos.

Así y todo, hoy hay que tomar una decisión. La mía es aprobar. No porque no vea los riesgos y los problemas como creen algunos, y menos porque no tenga el "coraje" de alejarme de mi manada. Lo hago genuinamente, porque veo y valoro sus luces más que sus sombras, y creo que este camino tiene menos riesgos y más oportunidades para mejorar nuestra democracia y convivencia que aquel camino de partir de nuevo de cero. Tampoco me olvido que fue este proceso, al cual algunos se opusieron, el que nos permitió darle un cauce político al estallido social. Por último, creo que la democracia del siglo XXI o es ecológica, participativa, paritaria, descentralizada y multicultural, o, como dice Daniel Innerarity, simplemente no sobrevivirá en Chile y el mundo.

He tomado esta decisión sin descalificar a nadie y mucho menos creyéndome poseedor de la verdad. Muchas personas, a quienes quiero y admiro, han llegado a una conclusión distinta. No dejo de respetarlos y quererlos por ello. Espero que esa sea la actitud que predomine este último mes de campaña, aunque abundan signos de lo contrario.

Por último, una advertencia: o el Apruebo (especialmente el Gobierno) es capaz de comprometer cambios concretos, claros y creíbles al nuevo texto antes del plebiscito, o ganará el Rechazo. ¿Qué cambios? Al menos aquellos que corrijan sus debilidades más compartidas: acotamiento del consentimiento y sistema de justicia indígena, restablecer el estado de excepción y mejorar la composición del Consejo de Justicia, reconocer a los partidos políticos y desincentivar su fragmentación, y retomar iniciativa exclusiva de gasto del Presidente, por nombrar las más importantes. ¿Por qué? Porque a diferencia de lo que piensan algunos autocomplacientes, la incertidumbre y el miedo, sumados a la inflación y la delincuencia, son factores adversos al Apruebo. Sin un golpe de timón, la tendencia de todas las encuestas será irremontable. Se acaba el tiempo.

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