El ministro Mañalich nos ha dicho que estamos frente a una guerra y que nuestro enemigo es el Sars Cov 2, más conocido como coronavirus. Hoy en pleno otoño pareciera que corremos riesgo de perderla.
Hace un par de semanas comenzaron las críticas cuando se habló de volver a la nueva normalidad, abriendo la posibilidad de poder salir a tomarse un café, la reapertura de los malls y locales comerciales, el retorno de los funcionarios públicos a trabajar, que los niños y jóvenes regresen a clases, sacando de cuarentena a diversas comunas, medidas que han sido percibidas por la población como precipitadas, apareció la resistencia natural y la sensación que el gobierno nos está haciendo ir directo a la hoguera.
En este mismo contexto comenzaron a aparecer distintos focos de contagio y se realizaron testeos a personas sanas, en asilos de ancianos, centros de personas privadas de libertad, construcciones, entre otros, y apareció lo que muchos sospechábamos y decíamos en voz alta, el número de contagiados sin manifestaciones clínicas se transformó en un foco relevante y peligroso, ya que muchos de ellos andan en la ciudad caminando sin saberlo siquiera.
En solo una semana el crecimiento diario pasó de 470 a más de 1400 personas contagiadas, y entonces la meseta, de la que hablaba el gobierno, se disparó drásticamente. Lo habían advertido académicos, centros de estudios, sociedades científicas o estudios de expertos, economistas, políticos y líderes de opinión.
Los promedios móviles de reportes semanales no se mostraban concordantes con la instalación de un mensaje de recuperación de alguna normalidad, y hoy más aún, cuando se dispararon las cifras y se acerca la batalla más compleja al aproximarse rápidamente el invierno, el frío, las enfermedades respiratorias, los peak de contaminación del aire, acompañado de una desconfianza creciente al discurso del gobierno, que ha sido muy contradictorio durante las últimas semanas.
El gobierno debe retomar el control del manejo de la pandemia que perdió en esta última semana. El país lo necesita, pero debe dejar atrás el orgullo, el triunfalismo y el querer ser el mejor comportado del barrio. Los números no lo acompañan en esta pasada y es momento de reorientar la estrategia.
Los chilenos queremos cooperar y no contagiarnos. Esperamos que el gobierno escuche y atienda las necesidades de la población con medidas más profundas. En este escenario lo económico deberá esperar un poco, ahora la prioridad está en lo sanitario.
Luego podremos conversar de un gran acuerdo nacional pos coronavirus, pero hoy urge aumentar el número de testeos, aislar a los contagiados y reforzar la trazabilidad de ellos, así como replantear el retorno a una nueva normalidad precipitada.
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