Que las instituciones funcionen o, ¿qué culpa tiene SQM?

Sergio Canals
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¿Quién supervigila que las instituciones funcionen, pero que funcionen bien, de una forma tan imparcial y transparente que genere confianza en ellas?

Hoy, en un mundo que cambia, son finalmente los ciudadanos y la percepción pública construida básicamente en torno al sentido común.

Ya no son sólo el mundo político y el económico empresarial, quienes son puestos en tela de juicio respecto a su autonomía, independencia y, capacidad de resistir las presiones de los grupos fácticos y de influencia.

Un prestigioso y poderoso empresario declara con una ¿honestidad? abismante: “de todos los políticos que conozco, no sé de ninguno que no haya ido a ver un empresario amigo para pedirle apoyo económico para su campaña. Es un cacho…a no ser que quieras conseguir un favor.”

¿Tan poderosa es SQM, y un eventual “círculo de protección”?

Son las instituciones, esas que “hay que dejar que funcionen”, las que se han puesto en tela de juicio por la ciudadanía.

El sentido común y las conversaciones cotidianas frente a los comportamientos de SQM, Impuestos Internos y el mismo Tribunal Constitucional, hoy se llenan de suspicacias y desconfianzas, frente a un hecho que es indesmentible.

Ya no se confía ni en las comisiones.

En caso que exista un “delito tributario” o hechos que ameritan una acción penal en SQM el año 2009, prescriben en abril.

“Las facturas las tiraba a gastos…es una irregularidad, pero afortunadamente están todas prescritas.” (El mismo empresario anterior).

¿Es sólo una lucha de poderes entre las instituciones que están celosas del ámbito de acción de cada una de ellas?

El sentido del hacer de las instituciones, es finalmente fomentar y preservar el bien común y público de todos los ciudadanos en forma igualitaria a través de la propia institucionalidad democrática basada en la libertad y la justicia, aunque implique perturbaciones y un cierto nivel de “desorden” necesario para el cambio.

No es su tarea impedir los cambios y mantener el orden sin posibilidad de transformaciones a veces radicales.

Si la institucionalidad es robusta, sabrá cambiar adecuándose a los tiempos de las redes sociales, donde los ciudadanos dejaron de ser pasivos y silenciosos.

Hoy la ciudadanía, observa expectante y  mira sorprendida y con curiosidad, lo que sucede en España y especialmente en Brasil, donde la masiva protesta social que tiene en jaque a la Presidenta, fue iniciada por pequeños colectivos que desconfían de los partidos políticos y de todo el mundo por la corrupción, salvo de ellos mismos.

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