Tragedia, grandeza y consecuencia

En estos días, el país se ha conmocionado por la trágica muerte del expresidente Sebastián Piñera. Los humanistas cristianos debemos siempre respetar y poner en primer lugar la dignidad de la persona humana y, por lo mismo, frente a esta muerte inesperada de un expresidente de la República, electo en dos periodos, debemos con respeto expresar nuestro pesar y hacer llegar nuestras condolencias más sentidas, especialmente a su familia, y también a sus partidarios.

Esta noticia ha conmovido al país en un momento de polarización y de crispación de la actividad política y, sin embargo, hemos podido observar gestos y actitudes de grandeza que es oportuno destacar.

La directiva nacional y el consejo nacional de la DC, en coherencia con nuestra afirmación introductoria a esta reflexión, se han hecho presentes expresando solidaridad y empatía a la familia Piñera Morel y acompañando con respeto los restos del expresidente

Grandeza del Presidente de la República, Gabriel Boric, quien desde el primer minuto entendió el rol de jefe de Estado en que la trágica circunstancia lo colocaba, poniéndose a disposición de la familia y adoptando todas las decisiones que las tradiciones republicanas imponen frente al deceso de un expresidente. Es destacable, como todos los partidos oficialistas, acompañaron al Mandatario y se hicieron presentes para expresar sus condolencias.

Grandeza de parte de la familia del presidente fallecido que públicamente reconoció la actitud del Presidente Boric y de su gobierno superando el dolor propio de la tragedia que los ha golpeado.

Grandeza de parte del Gobierno para organizar el funeral de Estado que, a todos los presidentes electos, la República le reconoce como su homenaje, y que durante tanto tiempo "los cómplices pasivos del golpe militar" negaron al presidente mártir Salvador Allende, con la participación respetuosa no solo del Presidente, sino que también de todos sus ministros.

Grandeza a la que, curiosamente, se ha restado la extrema derecha representada por Republicanos, cuyo líder hizo obligadamente una breve y tardía aparición dejando claro que esta tradición republicana y democrática le es ajena ya que, al igual que en el resto del mundo, con un comportamiento francamente sedicioso, buscan la destrucción de la democracia.

Habría sido deseable que sus partidarios y sus partidos políticos de referencia, agrupados en Chile Vamos, con toda la legitimidad para expresar dolor y homenaje, entendieran que no era, sin embargo, el momento apropiado para utilizar la congoja expresada en las calles para proyectar su reconocimiento a su labor de gobernante como el legado necesario para el país. Más aún, tampoco para exigir nuevos gestos al Presidente o al gobierno como si lo obrado no hubiera cumplido con el sentido profundo de una sana tradición republicana.

En verdad, el debate político sobre su gestión seguirá abierto y se confrontarán distintas visiones, pero la grandeza que destacamos y que reclamamos nos obligaba a todos a entender que este no era el momento para esa discusión. El respeto que expresamos nos ha obligado a actuar en consecuencia, pero no significa ni olvido ni renuncia a las legítimas diferencias que mantuvimos con el expresidente ni al juicio que la historia construirá sobre su labor de servicio público.

Desde luego, no puede aceptarse el chantaje de la derecha que ha asimilado el estallido social de octubre de 2019 sólo a un trágico episodio de violencia y delincuencia y, por lo mismo, exige el retiro de querellas por graves e irreparables violaciones a los derechos humanos, a partir de una autocrítica respetable formulada por el Presidente, en medio de este funeral de Estado, respecto de su conducta y/o de sus partidarios en ese momento.

La verdad es que el estallido social, en el que muchos llenamos calles y plazas a lo largo del país, fue un momento de explosión social ante las graves inequidades y desigualdades producidas por el modelo neoliberal en salud, en vivienda, en educación, en pensiones, en trabajo. Distorsionar u olvidar aquello es inaceptable.

Como corresponde, de acuerdo con nuestra legislación y debido a su fallecimiento el expresidente ha quedado sobreseído en causas referidas a DD.HH. y derivada de octubre de 2019 como en otra causa relacionada con eventual corrupción en el caso del proyecto Dominga. ¿Con qué argumento -en causas de DD.HH.- debiera extenderse este hecho judicial a sus colaboradores o eventuales otros personeros querellados? ¡Parece francamente grotesco! Es la pequeñez habitual de la derecha contraria a la grandeza que correspondía reclamar en estos días.

En este tema hay que esperar, con tranquilidad y sin ponerse nervioso, que la justicia avance. Ojalá quienes se dicen partidarios del gobierno y forman parte de este, respalden a su presidente más allá de interpretaciones o disconformidades. Llegará también el momento de discutir en profundidad la relación espuria entre el mundo de los negocios y la política, los conflictos de interés que pueden generarse y el eventual uso de información privilegiada que quienes navegan en ambos mundos pueden utilizar en beneficio personal.
Nuestra democracia necesitará legislar para separar de manera tajante ambos campos. Será parte también de la discusión que se retomará más adelante. Grandeza obliga, pero no es incompatible con la coherencia y con la consecuencia.

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