Un momento histórico

Por primera vez en nuestra historia hemos sido convocados para elaborar una nueva Constitución que marque los destinos del país por muchos años. También será la primera en el mundo en gestarse paritariamente.

Es cierto, no ha sido fácil. Es un proceso conquistado con sacrificio y dolor porque como país sabemos que "nunca lo mucho ha costado poco". Ahora somos todos responsables de su resultado, participando, exigiendo a los constituyentes que sean capaces de escuchar y dialogar para llegar a acuerdos.

Mas allá que su voto no sea exigido legalmente, está obligado por el deber ciudadano. Los deberes y los derechos van de la mano. No puedo exigir derechos si no aporto con lo mínimo, cumplir con el deber cívico.

Es una hora de gran responsabilidad. Una Constitución no es sólo un conjunto de textos que definen los rasgos de la sociedad que queremos. Tanto o más importante es establecer los principios que la sustentan y que le dan un sentido determinado. Sin este espíritu, el texto puede ser letra muerta, puede reflejar anhelos que al final no se cumplan.

El estallido social nos marcó con dos palabras: Dignidad y solidaridad. Son dos palabras de mucho significado y contenido que deben ser el alma y el espíritu de esta nueva Constitución. Palabras que a mi parecer se integran y se potencian en la fraternidad.

Una sociedad más fraterna se sustenta en el valor de la dignidad de todo ser humano. En su respeto sin discriminación alguna, sin distinción, más allá de nuestra diversidad que son la mayor riqueza de nuestra identidad como país.

Es esa misma fraternidad la que nos invita a vivir una profunda solidaridad de destinos. Por eso se requieren derechos asegurados paras todos iguales, propio de una familia que asume la existencia de todos como nuestra. Educación y salud de calidad, pensiones y viviendas dignas, acceso a internet y a la belleza del arte para todos. Es el bien común que prevalece incluso en el cuidado del medio ambiente, resguardando la calidad de vida de todos, para las presente y futuras generaciones.

Es también desde la fraternidad donde podemos comprender cabalmente lo que significa la igualdad de género expresión esencial de nuestra dignidad. Lo mismo con la condición de los pueblos originarios con quienes juntos construimos una casa común a partir de la multiculturalidad. La participación social, una tarea que nace del derecho de vivir como hermanos y tener iguales responsabilidades sobre el destino del país. La participación dignifica y humaniza. Nos hace co-creadores de la patria común.

Es en la fraternidad donde alcanza su mayor sentido el servicio público, velando por el bien común de todos. Están para servir y no para servirse del poder, para darse y entregarse a los demás. No están para alcanzar poder para abusar de él, para alimentar el ego, o para generar riqueza

El poder es efectivamente PODER SERVIR.

Fraternalmente invito a todos a tomar consciencia que no basta con cambiar la constitución, si no cambiamos también nosotros. Si seguimos con el individualismo y egoísmo, con la ley del más fuerte que hemos construido con este modelo de sociedad, no hay mucha esperanza que lo que se escriba transforme efectivamente al país que anhelamos

Requerimos un cambio de mirada, de visión, de relación. La historia nos enseña que libertad e igualdad han estado siempre en conflicto. Mientras más libertad, menos igualdad (capitalismo) y mientras más igualdad, menos libertad (comunismo). Sólo un Chile fraterno puede alcanzar la plena libertad y la mayor igualdad.

Juguémonos por un Chile más fraterno.

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