Una vergüenza de país

El paro de los portuarios en Angamos comenzó el 26 de marzo. Poco se sabía de él ya que los medios de comunicación sólo se dedican a “la alta política”, esa que concita rechazos que llegan al 80% de la ciudadanía; o se preocupan del deporte, de la farándula, y el resto del tiempo lo ocupan haciendo reportajes de temas poco interesantes que repiten una y otra vez, o gastan eternos minutos en notas que demuestran una falta de imaginación y de interés en las personas increíble: restaurantes, picadas, lugares de veraneo, etc.

Ningún medio tiene, como fue en décadas pasadas, periodistas especializados en temas laborales, que requieren de algunos conocimientos específicos. Ello como consecuencia de una apuesta de la elite política en orden a inmovilizar a todas las organizaciones sociales por temor a una presión apenas recuperado el sistema pseudo democrático que tenemos, tutelado hasta el día de hoy por la voluntad política de dos fallecidos: Pinochet y Guzmán.

No confiaron en los trabajadores, en los pobladores, ni en las mujeres ni en los jóvenes. Sí lo hicieron en el empresariado. Juntos construyeron este Chile de hoy, tan avanzado en infraestructura, tan creciente en su PIB, pero tan tremendamente injusto, gris y cruel para la mayoría de los chilenos y chilenas, que nos cobijamos en nuestras familias para encontrar un poco de satisfacción y de fuerzas para seguir luchando en el día a día.

En este cuadro, los trabajadores del puerto de Angamos pararon sus actividades demandando 30 minutos para la colación.¡Treinta minutos, para almorzar! ¡Bien Chile de 16.000 dólares per cápita, que no eres capaz de darles a tus hijos e hijas una vida digna!

Días y días el conflicto fue ignorado por los medios y por los políticos, pero vino la solidaridad, ese valor que tan poco se vive por la cultura individualista que se impuso, y se fueron sumando más y más puertos. Además en el cobre, la división Radomiro Tomic paralizó en protesta por la muerte de un compañero de labor: Nelson Barría.

En lontananza asoman marchas de estudiantes, y un paro nacional de los trabajadores del cobre. Sólo ahí los medios descubrieron que el mundo del trabajo existe, que se vive en condiciones de abuso, que no sólo los ingresos son exageradamente desiguales, sino que la mayoría de nosotros trabajamos toda una vida para concluir nuestros días en la inopia.

Pero la guinda de la torta, la que grafica este Chile que avergüenza, es que los trabajadores portuarios paralizaron sus labores por el derecho a tener media hora para colación o, en su defecto un bono de $3.600. Y entonces los empresarios de todos los sectores sin excepción comenzaron con su presión, con su lobby, aquel del que ningún medio reniega, ni pone en duda, para primero pedir que se aplicara la Ley de seguridad interior del Estado, o tratar de poner a trabajadores contra trabajadores. Toda una infamia.

Para lo que venga, sí o sí deberá elaborarse un nuevo Código del Trabajo que en primer lugar se preocupe de la parte débil del proceso de negociación e integración: de los trabajadores. Nadie quiere un país sin crecimiento, pero éste debe poner en su lugar y reconocer económicamente en su valía a quienes cada día, con sus manos, su intelecto o su sudor hacen que Chile sea lo que es.

¿Quién decide o asegura que “la productividad” de un gerente o un director de empresa valen lo que se le paga? ¿Cómo se mide la productividad del personal de aseo en una empresa? ¿Por el brillo de los muebles, la ausencia de polvo? ¿Vale eso un sueldo de $ 200.000? y, en lo que da origen a estas líneas ¿puede Chile, sin avergonzarse, conocer sólo a más de tres semanas, que un grupo de chilenos lucha en estos días por media hora de colación o $ 3.600 pesos de bono de alimento?

De hecho, sí puede, así es, pero sin lugar a dudas esto debe cambiar, o esto le va a explosionar al país en la cara.

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