Contraviniendo -tal vez- respetables razones prácticas del folklore político nacional que obligan categóricamente a no perder el voto, aunque los candidatos disponibles no cumplan con el requerimiento del elector en cuestiones valóricas básicas, he decidido votar en blanco. Debo entonces dar mis razones y el origen, lo reconozco, más bien sentimental de esta decisión.
Soy adherente hace 64 años del antiguo tronco PDC. Es decir, soy un falangista. Y la DC siempre fue y con naturalidad mi hogar político, por representar desde sus primordios los valores del humanismo cristiano, fundados en la religión de Jesucristo y en la filosofía cristiana.
Y aterrizando en el aspecto político histórico concreto, el PDC, en solitario, se la jugó por el respeto irrestricto de los derechos humanos fundamentales, que son de origen divino y se materializaron a fuego en el actuar histórico del PDC, en el marco general de la redención proletaria y en sus cauces político-jurídicos revolucionarios de la década de los '60, a saber: la reforma del derecho de propiedad, la organización comunitaria de base, la sindicalización campesina que enterró el duro poder del latifundio y la Reforma Agraria, dignidad del campesino chileno.
Luego, en los '70, la Democracia Cristiana fue opositora leal del régimen pro-marxista de Salvador Allende. Y enseguida, opositora tenaz a la dictadura del general Pinochet.
Y ha cumplido durante los últimos 30 años como parte activa y conductora de la Concertación de Partidos por la Democracia, de orientación socialdemócrata, un impresionante e inédito logro en el desarrollo económico y social del país, logrando reducir la pobreza a 10% e incrementando el ingreso per cápita hasta alcanzar US$ 22.000.
Como es natural, estos esfuerzos partidarios han tenido un costo personal y un desgaste político enorme. Pues habiendo mantenido el PDC durante los años '60 a la década del 2000 un 35 % promedio de adhesión popular electoral en sectores urbanos populares y campesinos, hoy a duras penas detenta un escuálido y muy minoritario 4%, magnitud que no le permite ni siquiera tener representantes en la Convención Constituyente, a no ser por el que fuera presidente del partido al momento del llamado a dicha Convención. Muy curioso por decir lo menos. Además, posee 5 senadores y unos 8 diputados, con clara tendencia a la baja. Es un poder institucional irrelevante, sin duda alguna
Y sin embargo no es posible ignorar que existe aún en este partido, paradojalmente y tal vez en su hora postrera, agonizante y muy decadente, una legión de juristas, legisladores y economistas talentosos y honorables, capaces aún de influir y aportar al desarrollo de esta nación. Aquí fluyen con naturalidad los nombres de los abogados Patricio Zamora y Correa Sutil; los economistas Alejandro Foxley, Ricardo French-Davis, Guillermo Larraín, José de Gregorio, entre varios otros; los senadores de brillante gestión Yasna Provoste, Francisco Huenchumilla, Ximena Rincón, Carolina Goic y Jorge Pizarro. Todos diestros y honestos en el arte constitucional, político y económico.
Mas allá del mundo de estos lideres destacados, soy parte anónima de una generación de activistas democratacristianos, hoy en la penumbra y talvez en el sueño eterno, que se organizaron en torno al alma mater inmortal de la Escuela de Derecho de la U. de Chile entre los años '60 y '90, donde siempre fuimos una mayoría alegre y decidida, capaz de ganarlo todo y asumir cualesquiera función que la dirección del PDC nos asignara con disciplina y naturalidad.
Allí asomaban las cabezas de los líderes inevitables de la juventud DC: Ricardo Hormazábal, Gutenberg Martínez, Soledad Alvear, Eduardo Aguilar, Manuel Matta, Carlos Huneuss, Jaime Hales, José Luis Moure, entre tantos amigos y camaradas que no puedo ni quiero olvidar.
Hoy, sin embargo, se ha ido desgranando el choclo y al susurro inexorable del "sálvese quien pueda", muchos de nuestros camaradas, derrotados, tal vez a causa de nuestra propia desidia histórica, la que nos alejó paulatina, pero implacablemente del corazón del pueblo, corren con la mayor desvergüenza a unirse con los vencedores de esta sombría hora de la Democracia Cristiana, que hoy carece de juventud, de obreros, pobladores y campesinos. Sobre todo, hoy carece de ideas, tal vez de tecnología comunicacional y de mística esencial.
A pesar del notable esfuerzo de nuestras líderes femeninas, como Carolina Goic y Yasna Provoste, con poco espíritu comunitario entre ambas, hemos recibido digo solo un escupitajo alevoso, lleno de desdén desde la izquierda, incluido el Partido Socialista que al parecer olvidó la lealtad de los primordios, sobre la cual se construyó la más firme y eficaz de las coaliciones políticas que en Chile han sido, a pesar de la amnesia universal del pueblo soberano.
En efecto, todos -incluidos los líderes entrañables de la corriente social democrática, y el propio PDC, como comparsa servil e irrelevante- han corrido a plegarse bajo las banderas del populismo, cuya estrategia política central es la gran envergadura que deberá tener el Estado y el desarrollo sin control de los derechos sociales, sin preocuparse en absoluto del financiamiento de tales políticas, que no sea la nueva carga tributaria que deberán asumir las empresas, grandes y pymes, y al final los propios ciudadanos. Los primeros tiempos, del nuevo régimen, por cierto, que serán de bonanza: mejores sueldos, becas y gratuidad para todos, mejores empleos con cargo a la burocracia del Estado, mejor atención hospitalaria, expropiación de la gran y mediana minería.
Sin embargo y siguiendo un libreto clásico de los partidos comunistas, populistas y otros compañeros de ruta, la consigna será: "¡Crear, crear poder popular!". A lo Maduro u Ortega. Siempre les parecerá poco el poder institucional que tienen en democracia. Aspiran al poder total y no les preocupa para nada el poder de la sociedad civil y menos, el poder de las personas en comunidad.
En este contexto, debo reconocer que carezco de razón alguna para cuestionar al digno líder del Frente Amplio, atomizado conjunto de pequeñas organizaciones sin mayor peso político. En lenguaje clásico, Gabriel Boric es todo un caballero y además muy joven, no corrupto y muy capaz, como Allende, de brindarle al país toda una épica política.
Sin embargo, yo, dentro de los adherentes del PDC que nunca fue un partido confesional, soy un católico respetuoso de los dogmas y principios de la Iglesia Católica. Por lo tanto, rechazo el carnaval supuestamente feminista, cual aquelarre de pañuelos verdes que celebraban hace unos días, la dicha del aborto libre, incluso más allá de las tres causales convenidas anteriormente.
Si no me equivoco, las mujeres de este movimiento verde o pro-aborto aducen que el Estado no puede entrometerse en su cuerpo y ellas son soberanas para abortar cuándo y cómo se les ocurra, sin la menor sanción penal imaginable pues el aborto que postulan es un acto lícito.
Como no soy una autoridad en la materia y no deseo invocar una apologética antiabortiva de la Iglesia Católica, que es muy abundante y con fundamentos científicos, quisiera remitirme a la opinión del más grande ateo -muerto hace algunos años-, Christopher Hitchens, autor de grandes textos materialistas como "Dios no es bueno" y "Dios No existe", ambos grandes éxitos de librerías. Y aquí ofrezco sus extractos pertinentes:
- "No puedo pensar en ninguna circunstancia en la que podría estar a favor de vaciar el útero de una mujer", Washington Post 1990.
- "No creo que la nación de 'niño no nacido' sea un término sin sentido. Creo que ya hay acuerdo en que el feto no es una mera extensión de la anatomía de la mujer, esto es, al menos en potencia, una vida humana", Revista Mother Jones 1991.
No sólo el periodista Hitchens, ateo y materialista como el que más, es adversario del aborto libre. El ex presidente Correa del Ecuador, definido como izquierdista militante, también lo es. Y lo expresa en forma categórica.
Por eso, me sorprendió mucho cierta manifestación de muchas mujeres en Santiago, en un aquelarre de pañuelitos verdes que celebran gozosas y esperanzadas, la legislación criminal que estimulará miles de abortos bajo la consigna de que "el cuerpo es mío y yo hago lo que quiero con el".
Tal carnaval abortista, significará a la postre, la muerte injusta de miles de criaturas concebidas, vivas e indefensas mediante maniobras de corte y destrucción de tejidos vivos por médicos homicidas impunes.
Gabriel Boric, a diferencia del ex presidente Correa, ha manifestado que apoyará esta política de los pañuelitos verdes que se traducirá en miles de muertes de fetos vivos y viables, que perderán su derecho a nacer, a pesar de existir desde la concepción.
Porque no comparto esta política criminal de Boric, ni ninguna política criminal que atente contra los valores cristianos, me abstendré de votar por el candidato del Frente Amplio y menos del Partido Comunista.
En cuanto al sr. Kast, puedo decir que también lo considero en lo personal, un hombre decente y honorable. En ese sentido, no tengo objeción personal contra el. Sin embargo, sus ideas, en lo esencial, me parecen imbricadas con la dictadura del general Pinochet, que significaron la persecución, la tortura y la muerte de miles de personas inocentes, muchas de las cuales fueron asesinadas por los servicios de represión del Estado, a vista y paciencia de los vergonzosos Tribunales de Justicia que ignoraron dolosamente y mediando prevaricación manifiesta, el recurso de amparo y el debido proceso.
Además, creo que el sr. Kast ha rechazado la Reforma Agraria del presidente Frei Montalva, que yo agradezco y considero que como política principal, que aún reside en la gratitud del pueblo campesino. Todo lo cual me lleva a la natural conclusión de abstenerme de votar asimismo por el sr Kast.
En consecuencia y en términos de los valores humanos del humanismo cristiano y en homenaje de la historia política del PDC, colectividad a la cual aún adhiero, votaré en blanco en la segunda vuelta, rechazando las candidaturas extremistas de Gabriel Boric y de José Antonio Kast.
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