Hoy, 21 de octubre, celebramos 200 años desde el día en que Colombia y Chile iniciaron relaciones diplomáticas. Se trata de un vínculo no solo casi tan extenso como nuestras repúblicas, sino con la profundidad de nuestra cultura común, de nuestra lengua, de nuestra historia, y por lo mismo, de nuestros dolores y esperanzas.
Este acervo común desemboca fluidamente en nuestras profundas y compartidas convicciones por la paz, la democracia y los derechos humanos. Por eso podemos proyectar con confianza, pero sin descanso, un futuro ambicioso de convergencias e integración.
Colombia y Chile refuerzan en el presente sus lazos a partir del trabajo del Consejo de Asociación Estratégica (CAE), principal instancia de diálogo bilateral que se ha reunido en cuatro ocasiones, tanto en Santiago como en Bogotá. De esta instancia han surgido el nuevo Tratado de Extradición, el Convenio de Servicios Aéreos y la entrada en vigor del Acuerdo sobre Reconocimiento Recíproco de Licencias de Conducir, solo por mencionar algunos hitos recientes. Lo mismo ha ocurrido con la colaboración en la salud pública frente a la pandemia del Covid-19.
Actualmente, nuestras cancillerías trabajan en comisiones bilaterales que tienen sus orígenes en pactos suscritos desde el siglo XIX. Algunas de ellas son la Comisión de Asuntos Migratorios y Consulares; la Comisión de Asuntos Antárticos, y la Comisión Administradora del Acuerdo de Libre Comercio y el denominado "Mecanismo 2+2", que consiste en un espacio de diálogo entre nuestros ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores. Todas ellas dan cuenta de la riqueza y variedad de nuestros lazos.
En materia económica, contamos con un Acuerdo de Libre Comercio, vigente desde 2009, que ha propiciado un relevante intercambio comercial e importantes flujos turísticos y de inversiones mutuas. Hoy Colombia es el tercer destino de las inversiones chilenas a nivel global.
Nuestro trabajo e intereses comunes también se extienden al plano regional: Chile y Colombia han promovido iniciativas para vigorizar los mecanismos de integración en América Latina, buscando espacios de concertación y convergencia. En este sentido, ambos son miembros fundadores de la Alianza del Pacífico y de la CELAC, dos de los esquemas de integración más exitosos en la última década.
Tal como señalara el Presidente Gabriel Boric, al felicitar la llegada al Palacio de Nariño del Presidente Gustavo Petro y de la vicepresidenta Francia Márquez -luego de un proceso electoral que fue ejemplo de democracia y espíritu cívico-, "trabajaremos juntos por la unidad de nuestro continente en los desafíos de un mundo que cambia velozmente".
Nuestra amistad es sólida y ambos países la continúan fortaleciendo. Estamos convencidos de que, junto a la renovada administración colombiana, profundizaremos nuestra ya estrecha vinculación basada en principios y prioridades comunes, como el multilateralismo, la integración regional, la lucha contra la crisis climática y la protección de los océanos, la defensa y promoción de los derechos humanos y un enfoque de política exterior feminista.
Igualmente, coincidimos en el empeño por avanzar hacia sociedades más equitativas, más respetuosas de la diversidad, más inclusivas y más justas, con un modelo de desarrollo sustentable que procure mayor bienestar a toda la ciudadanía.
En el marco de este trabajo común, hemos constituido recientemente una Comisión Binacional para la celebración de los 200 años de Relaciones Diplomáticas, la cual acercará aún más a ambas naciones y sus pueblos, a través de iniciativas de diversa naturaleza.
Valoramos y celebramos este nuevo hito en nuestros vínculos y es que, en el contexto de grandes desafíos, hemos insistido en que América Latina debe hablar con una sola voz frente a los problemas que nos afectan a todos. Hemos reiterado nuestra pertenencia e identidad latinoamericana, de la que Colombia es parte central.
En ese contexto, nuestras membresías en la OCDE no son solo muestra de un compromiso común por el desarrollo y la prosperidad de nuestros pueblos, sino que es garantía de una voz común desde Latinoamérica para aportar a la idea de un desarrollo equitativo y sustentable.
América Latina no se entiende sin Colombia, por esto, el conflicto armado sufrido por más de medio siglo es parte de nuestros dolores como región. Pero la esperanza que instaló el proceso de paz es también nuestra esperanza. Por esta razón saludamos cada nuevo paso que se da en esa dirección, y en particular celebramos el inicio de nuevos diálogos para avanzar y consolidar la paz.
Ha sido un desafío y también una satisfacción para Chile ser parte del proceso de paz. Ello representa la profundidad de nuestro vínculo, refleja nuestro compromiso con Colombia y también ratifica la confianza que Colombia tiene en Chile país hermano. Esto nos honra y compromete.
Podemos constatar que nuestra relación bilateral es profunda, sustancial y diversa. Las prioridades de Chile en materia de fortalecimiento de la democracia, el compromiso por la paz y la prosperidad son asimismo preocupaciones preeminentes de Colombia.
Hoy, a doscientos años del inicio de nuestras relaciones diplomáticas, podemos decir con total convicción que estos ejes fundamentales, coincidentes en ambas naciones, son reflejo contemporáneo de nuestra hermandad histórica.
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