Nos ha correspondido vivir tiempos exigentes. Para la política exterior de Chile, el multilateralismo forma parte de sus valores, pues entendemos que la paz, la estabilidad y el bienestar de la humanidad son responsabilidad de los Estados en su conjunto, y que su promoción y defensa exigen un enfoque solidario y la promoción de bienes públicos globales.
Los conflictos bélicos no resueltos, la pandemia y la difícil situación económica que se deriva de ambas, han sido, sin duda, un triste recordatorio de esta realidad, pues han tenido un alcance político global, representando un punto de inflexión que impactará con fuerza en el sistema internacional y, probablemente, en parte de su estructura fundamental como son las Naciones Unidas.
En ese contexto, el multilateralismo tiene una nueva oportunidad para demostrar que es eficaz. De ahí que sea imprescindible adecuar las instituciones multilaterales a las nuevas realidades, sin exclusiones, con un diálogo franco y realista sobre los desafíos regionales y globales, como las migraciones, un comercio justo, el crimen organizado, la crisis medioambiental y la crisis alimentaria. Nuestra tarea es dar respuestas colectivas y reguladas por las normas del derecho internacional. Esas son las orientaciones de nuestra política exterior que el gobierno del Presidente Gabriel Boric impulsa y promueve esta semana ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
Un país como Chile, por su tamaño e influencia, está obligado a buscar acciones concertadas en el ámbito internacional. ¿Podemos resolver nosotros, solo en virtud de nuestras capacidades, el fenómeno migratorio en la región? Es obvio que no. Tenemos que trabajar, como lo hacen otras instituciones del Estado, en el control del ingreso y en las medidas para que la migración se lleve a cabo tal como lo establece el Acuerdo de Marrakech. Esto es, de manera segura, ordenada y regular, velando por la dignidad de los derechos de las personas migrantes y el cuidado de las comunidades que los acogen. Pero también -y eso es tarea del ministerio que encabezo- debemos fortalecer los mecanismos de cooperación con los países vecinos, con otros países de la región y con los organismos multilaterales que están preocupados del tema.
La triple crisis ecológica que nos afecta a todos -climática, de pérdida de biodiversidad y de contaminación global- es otro desafío que nos convoca regional y globalmente. Solemos tratar por separado las tres dimensiones de la crisis, aunque requieren de un enfoque común y concertado multilateralmente. Nosotros llamamos a ese enfoque la "política exterior turquesa", que atiende tanto a los ecosistemas marinos como a los terrestres, y que implica políticas que enfrenten la triple crisis.
Por ejemplo, la contaminación del océano por microplásticos es tan problemática como la elevación de la temperatura en los mares y la respuesta puede ser la misma. A fin de año, a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, iremos con propuestas y compromisos que reafirmen nuestra voluntad de enfrentar la triple crisis y de trabajar en conjunto con la comunidad internacional.
Quiero resaltar el trabajo que nuestro país ha hecho para implementar la Resolución 1325 de Naciones Unidas, sobre Mujer, Paz y Seguridad, así como para apoyar su cumplimiento en otros países y regiones. Asimismo, destaco la cooperación de Chile y de la región en materias de desminado, sobre la base de nuestra experiencia y del deber de cooperar en el ámbito de la de seguridad internacional, otro principio fundamental de nuestra política exterior.
También en el ámbito multilateral, Chile debe insistir en la defensa y promoción de un comercio regulado que incorpore temas que en décadas muy recientes no han recibido toda la consideración que merecen. Cuando hablamos de actualizar los acuerdos comerciales, pensamos en la incorporación de la perspectiva de género, la protección del medio ambiente y la defensa de los derechos laborales, entre otros.
El intercambio comercial, que es fundamental para la economía chilena, debe llevarse a cabo con estándares más exigentes y más respetuosos del entorno, de los derechos de las mujeres y de los derechos de todos los trabajadores. La pandemia afectó severamente las cadenas de suministro y la invasión rusa a Ucrania agravó la crisis alimentaria que se venía insinuando desde hace años. Todo esto ha llevado a tomar conciencia, en todo el planeta, de la necesidad de impulsar un desarrollo sustentable e inclusivo.
No podemos olvidar que las instituciones multilaterales han sido también la principal base para la promoción y defensa de los derechos humanos y de la expansión de la democracia en el mundo. Nuestro deber es colaborar siempre en esas tareas. Sabemos, por experiencia propia, lo que ocurre cuando un país se aleja de ese horizonte. Y, más allá de eso, tenemos que estar ahí porque somos parte de una comunidad internacional. Estamos en el mismo barco, y queremos llegar a puerto.
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