No al matrimonio igualitario

Frente al interés de algunos legisladores y del gobierno por poner en el debate el tema de matrimonio igualitario, considero que es un ámbito de enorme significación y no podemos quedar impávidos, perplejos o desinteresados frente al tema.

Quienes sustentan esta idea lo hacen basados en el principio de no discriminación. Sin embargo, esto ya ha sido resuelto por el Acuerdo de vida en pareja (AVP).La sociedad en su conjunto ha comprendido que personas del mismo sexo, que querían mantener una relación estable, tenían el derecho a contar con una seguridad patrimonial, previsional, además de otros derechos. De esta manera se ha asegurado un respaldo jurídico a esa relación.

Por otra parte, la argumentación de la discriminación ya no tiene el más mínimo sustento y menos que vaya en contra los derechos humanos. Eso ya ha sido sancionado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos(TEDH).

En efecto, el pasado 9 de junio este tribunal con sede en Estrasburgo, por la unanimidad de sus 47 miembros señaló que el matrimonio de personas del mismo sexo no es un derecho. Este acuerdo ratifica otro de agosto del 2014 donde señaló que, en respeto a derecho, no se puede exigir a los países miembros “conceder el acceso al matrimonio a las parejas del mismo sexo”. El fallo afirmó que en los países miembros se reconoce el “derecho fundamental de un hombre y una mujer a casarse y fundar una familia”, y que se “consagra el concepto tradicional del matrimonio como aquel entre un hombre y una mujer”.

Cabe hacer presente que esta instancia ha defendido reiteradamente los derechos y las relaciones de personas del mismo sexo, por lo tanto, su decisión es de gran significación, ya que no puede ser juzgada de homofóbica.

Mi amigo y destacado historiador Alvaro Góngora señala que “la unión más formal entre un hombre y una mujer comenzó primitivamente con la vida sedentaria, cuando se estabilizaron sus relaciones, constituyendo los primeros núcleos familiares (el clan, la tribu). El matrimonio heterosexual está documentado en Mesopotamia hacia el año 4.000 A.C.” Por lo tanto, es anterior a toda religión contemporánea.

A lo largo de la historia, se han dado distintas formas de matrimonios, sin embargo, siempre ha estado constituido por un hombre y una mujer, teniendo como una gran tarea la procreación y con ello la perpetuación de la especie. El orden de ser del matrimonio está marcado por la misma naturaleza, es una expresión biológica y no así el de las personas del mismo sexo. Siendo así, no se entiende la razón por la que se quiera igualar o denominar de la misma manera la relación de pareja entre personas que no pueden cumplir con este fin.

Frente a esta propuesta de ley, tenemos también una opinión como católicos, más aún si consideramos que vivimos en un país marcado por una cultura cristiana donde más del 60% de la población declara profesar esta fe.

De seguro surgirán aquellos que señalan, está bien que usted sea católico, pero no puede imponerle sus ideas al resto de la sociedad. Entiendo su opinión, pero tras esa afirmación está la idea de imponer otras visiones porque no existe la neutralidad ideológica.

Me explico. Toda legislación y decisión que se toma no está ajena a la visión de quienes influyen en ella; o sea no son ambiguas, ni son aideológicas. Se nos pide que no procuremos influir en la sociedad con nuestros principios religiosos y morales, pero quienes lo piden, están amparados en otras visiones ideológicas, filosóficas y morales que si quieren imponer a la sociedad.

No existen visiones genéricas o neutras que no estén marcadas por opciones determinadas. Eso es y ha sido siempre así. Defender una moral cristiana no significa imponer una fe, sino defender principios que nos parecen, no solo sanos y necesarios, sino que en definitiva consideramos hacen más feliz al hombre.

Y para aquellos que centran su opinión en el progresismo o el conservadurismo, quiero señalarles que nada indica que todas las visiones progresistas sean mejores que las conservadoras o viceversa. Este es un tema que está por sobre esa simplista ecuación.

Dada la implicancia que esto tiene para nuestra cultura, considero que más allá del debate que se establezca en el parlamento y cualquiera sea su acuerdo, se someta a un plebiscito nacional.

Es demasiado importante para que unos pocos se arroguen la opinión de todo el país.

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