El hospital, obra de la humanidad

La afirmación “el Hospital es Gente” identifica la figura del hospital en sus múltiples funciones y en la cantidad de personas con diversos atributos y roles que lo recorren a diario.

Aunque los hospitales son concebidos como lugares donde se presta atención médica a los enfermos en una modalidad de internación, si observamos los movimientos que ocurren en su interior podemos ver multitudes de cuerpos fluyendo por todos lados.

Hay momentos donde se observan muchedumbres esperando atención o caminando a ver a un familiar hospitalizado, personas uniformadas de diversos colores ejerciendo variadas tareas -son los trabajadores, técnicos y profesionales de las distintas disciplinas- visitantes externos con maletines, señores de corbata recorriendo sus pasillos, alumnos de universidades o centros de formación técnica, vendedores de múltiples productos, gente de la calle, entre otros.

Esta descripción no dista mucho de la observación de cualquier calle o territorio comunal, la diferencia es que en el hospital se concentra un conjunto de personas muy enfermas que están sometidas a procedimientos médicos e intervenciones necesarias para su curación o mantención de sus funciones vitales. Estas personas, denominadas “pacientes”, están cuidadas por un conjunto de profesionales y técnicos entrenados para prestarles asistencia especializada apoyadas en evidencia científica, tecnología, insumos, farmacología, nutrición y técnicas de enfermería, en función de su dolencia y grado de autonomía.

Simultáneamente, en el hospital ocurren acontecimientos vitales significativos como el nacimiento de nuevos individuos y el deceso de otros. En sus dependencias se escuchan gritos de dolor, se ven llantos de tristeza y alegría, se espera con ansiedad un pronóstico, se anhela una noticia positiva a la salida del pabellón quirúrgico, surge el desaliento y la desesperación ante un informe negativo… el miedo, el dolor, la rabia, la felicidad y, en fin, todo tipo de emociones se dan al mismo tiempo en ese edificio grande y frío que es el hospital.

El hospital fue concebido en sus orígenes como una figura arquitectónica destinada a la asistencia de los pobres y como institución de separación y exclusión, nunca como un espacio médico destinado a curar. El pobre moribundo necesitaba asistencia siendo portador de enfermedades y posible propagador de éstas, por tanto era recogido para proteger a los demás contra el peligro que entrañaba. (1)

El personal hospitalario de entonces era caritativo religioso y pretendía conseguir su propia salvación a través de obras de misericordia. La organización del hospital no permitía la intervención de la medicina, puesto que el rol del médico era observar los signos y pronosticar la evolución en la lucha entre la naturaleza y la enfermedad, siendo el médico un aliado de la naturaleza contra la enfermedad.

Se llega a la medicina hospitalaria tomando el modelo de hospitales marítimos y militares, en simultaneidad con el aumento del precio del humano. Esto implicó concentrar, a través de una reorganización del hospital y una férrea disciplina, principios tales como la distribución espacial de los individuos, el desenvolvimiento de quehaceres, la vigilancia constante y el registro continuo sobre el individuo. Se llega así a una medicina individualizada, pues es el sujeto el que será observado, vigilado, conocido y curado.

Sin embargo, a través del mismo sistema del espacio hospitalario disciplinado es también posible observar a un gran número de individuos y con ello a una humanidad entera desde una perspectiva colectiva y de la salud pública. Así, tanto el individuo como la población se presentan como objetos de saber e intervención de la medicina.

(1) Foucault, M. “La vida de los hombres infames”.

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