La salud y la enfermedad no son lo mismo. La confusión o ceguera respecto de estos tópicos resulta algo irritante cuando continuas estrategias de los diferentes gobiernos prometen lo mismo y se plantean desde la enfermedad para anunciar todo tipo de promesas a las personas, que finalmente creen…y esperan.
Así lo hace la cuenta pública dirigida a los “queridos compatriotas”, iniciando su discurso con la frase “la salud también requiere cirugía mayor”. Es decir, es una “salud que se opera”, que requiere anestesia, un pabellón quirúrgico, alta tecnología, altos costos.
No, si hay salud de verdad, todo esto está de más.
Queda en evidencia el enfoque curativo del problema que ya llega tarde cuando los enfermos son millones y están atiborrados en múltiples salas de espera o en sus casas esperando con ansia y esperanza ver alguna vez al especialista que “lo sane” de alguna dolencia que tuvo su génesis ¿dónde?, ¿por qué?
Entonces la Autoridad promete lo que venimos escuchando décadas, “atención de salud digna, oportuna y de calidad“.
Y ¿con qué estrategias logrará esto? a través de un registro unificado de pacientes para reducir las esperas, a través de un nuevo modelo de atención con mayor poder resolutivo, a través de una nueva carrera de especialidad para médicos de atención primaria para fortalecer su capacidad resolutiva, de nuevas tecnologías, un plan auge mayor,etc.
Se ha medicalizado la salud. Esto no es salud. Sólo estamos apaciguando con un maquillaje barato y para salir del paso, las pretensiones de las personas por solucionar aquellos anhelos que se relacionan con la enfermedad y es que hasta el discurso de la Autoridad está medicalizado y las personas, que son responsables de su cuerpo no aparecen, son invisibles.
Sólo el punto octavo del discurso dice,”y además de eso, vamos a repotenciar el programa de una nueva cultura de vida sana, porque la necesitamos y con mucha urgencia”.
¿Dónde están las personas dueñas de sus cuerpos?
¿Dónde está el llamado al autocuidado?
¿Dónde se esboza siquiera el enfoque de promoción y fomento de la salud y de prevención de las enfermedades?
La Autoridad se dirige sólo a los “compatriotas” y en ocasiones a los “ciudadanos”, lo cual implica desconocer que la población que habita en nuestro territorio no sólo es de nacionalidad chilena o es mayor de edad con capacidad de sufragar, están los cientos de inmigrantes, los menores de 18 años, los privados de libertad que exceden ambos conceptos y que obviamente deben ser considerados en las políticas públicas y en los discursos.
¿Es el Estado, o el gobierno de turno el responsable eterno de la enfermedad? Hasta cuándo prometemos algo que no resolverá el problema y sólo constituye un paliativo inmediatista?
Nos olvidamos de las libertades humanas y de las elecciones autónomas de las personas en cuanto a cómo vivir, cómo moverse o alimentarse, qué hacer para entretenerse, qué beber, etc.
Ninguna autoridad puede imponerse allí y los ofertones de curativos médicos, con el objetivo inmediato de producir el efecto de silenciar las demandas y parecer que se está haciendo algo por resolver el asunto, no darán solución a un problema de muy largo plazo.
El impacto en salud no es medible en cuatro años, pero las malas decisiones o la irresponsabilidad por omisiones sí retumban al largo plazo.
Empecemos a considerar adultos a los adultos y autónomas a las personas. La vulnerabilidad o fragilidad del enfermo debemos cambiarla por la adultez y libertad de decidir cómo vive cada ser humano aún no enfermo.
Y esto no es propiedad del Estado ni del Gobierno.
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