El VIH no es para darse gustitos, es para tener políticas públicas serias

Concluido el trabajo de la Comisión Investigadora sobre la crisis del VIH/SIDA en el período 2010-2018 hemos podido confirmar, tras la presentación de una larga lista de expositores (donde destacaron las organizaciones vinculadas por años al trabajo de prevención y con personas que viven con VIH), que el desarrollo y ejecución de las políticas públicas en esta línea, se pueden calificar, al menos, como deficitarias. 

Esto se corrobora con el importante y grave aumento de los casos de personas que viven con VIH/SIDA, que alcanzan las siete mil en 2018; entre enero y mayo de 2019 se han confirmado 3.144 casos y, según los expertos consultados por la comisión, pueden llegar a los ocho mil casos este año. Pero peor aún, tenemos una “cifra negra” estimada en 25 mil casos de personas que no saben que viven con el virus. 

Con estos datos es evidente que existe un problema por parte del ministerio de Salud en la gestión del Plan Nacional de VIH, hasta ahora en lo que se refiere a prevención ha sido un fracaso, lo mismo que la detección y pesquisa de casos positivos. Al mismo tiempo, existe un absoluto retraso en cuanto a programas de educación para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes en materia sexual y afectiva. 

Así lo vemos reflejado en el Presupuesto con el que se cuenta para el desarrollo del Plan Nacional de VIH, el 95% de los dineros asignados al Programa de VIH/SIDA fueron destinados al tratamiento de quienes viven con el virus. Si bien el tratamiento puede considerarse como parte de los “procesos de prevención” - en el entendido que una persona tratada logra tal carga viral que deja de transmitir el virus - pero es insuficiente e ineficaz dada la alta tasa estimada de personas que están viviendo con el virus sin saberlo. 

¿Cuál debiera ser el plan de acción a ejecutar en cuanto a prevención y diagnóstico? 

Es importante focalizar e intensificar el trabajo tanto de las estrategias de prevención como los operativos de diagnóstico y programas de información. Las campañas no se deben convertir en espacios publicitarios para los noticieros del mediodía sin que cuenten con un criterio sanitario. 

¿De qué sirve hacer test rápidos en el litoral central a familias o personas que no se encuentran entre las denominadas “poblaciones claves”? Por ejemplo, el ministerio de Salud llevó a cabo este verano la campaña “Test Rápido de VIH Verano 2019”, que en principio tenía contemplado la aplicación de 60 mil test.

Finalmente se realizaron 35.039 testeos, de los cuales 78 resultaron reactivos; de estos 61 casos fueron confirmados positivos (VIH/SIDA); 14 casos fueron descartados y tres casos rechazaron que la muestra fuera enviada al ISP.

Desde esa fecha que el Minsal no ha repetido este ejercicio, salvo esfuerzos particulares (como en la Universidad de Chile o Metro) no se ha visto una instancia pública similar. 

Tenemos, por tanto, una política intermitente que no cumple con el objetivo, menos si no se encuentra focalizada: 59,06% de los test se aplicaron a mujeres, un 40,91% a hombres y un 0,03% a personas trans. Esto a sabiendas de que las mayores tasas de transmisión se encuentran en las poblaciones claves con mayores incidencias (HSH). Por ende, es allí donde se deben concentrar los esfuerzos de las autoridades sanitarias a la hora de la pesquisa. 

En paralelo se deben fortalecer las campañas informativas en los medios de comunicación y los programas de educación sexual desde edad temprana en colegios institutos o universidades, considerando que la mayor cantidad de nuevos casos se dió en el rango etario entre los 15 y los 29 años. Es fundamental que toda la ciudadanía tenga en cuenta la gravedad de la situación en la que estamos y que no por la presión de un pequeño sector conservador se le puede mantener desinformada la mayoría de la sociedad. 

No podemos sostener campañas temporales, modo ofertones navideños o de fin de temporada, que finalmente no logran entregar un mensaje de alerta al público. Se requiere, tal como recomienda ONUSIDA, campañas con permanencia en el tiempo que generen alerta en la ciudadanía.

De igual manera urge un compromiso serio con la prevención por parte de las autoridades, y no volver a escuchar frases culpando al “fetiche del condón”, expresada por el ministro Jaime Mañalich a la hora de evaluar los programas de prevención sostenidos por el Minsal hasta ahora no se hace responsable de su primer período como ministro. 

Asimismo, seguimos a la espera del proyecto de ley que establece educación sexual en los colegios desde quinto básico. Hace tres meses fue anunciado por la ministra Marcela Cubillos y el propio ministro de Salud. Incluso, hace un par de semanas, el mismo Mañalich confirmó que el proyecto estaría listo para ser ingresado en el Parlamento. Y aún seguimos esperando, más aún cuando vemos que los países con mayores avances en materia de prevención de VIH y reducción de casos nuevos tienen leyes que aseguran una educación sexual de manera integral. 

No es posible perder más tiempo porque hoy estamos en una situación de pandemia y en riesgo de que siga en aumento la transmisión del VIH/SIDA.

Hoy no se trata de satisfacer gustos, hoy se trata de poner a andar una política pública que sea responsable con nuestra población.

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