La semana pasada pude ver el stand up comedy Nanette de Hannah Gadsby, la humorista australiana, que ha dado que hablar gracias a su presentación, su forma de ver la vida y su sensibilidad. La cual, por cierto, es muy atingente a estos tiempos donde las mujeres deseamos caminar hacia la igualdad de derechos.
Nanette es una presentación controversial, nos emplaza a todas y todos, aunque gran parte de su diálogo va dirigido a los hombres, generando una incomodidad entre ellos. Esta incomodidad no es un triunfo en si mismo, si no que lo hace para darle otro giro a esta forma de hacer humor.
Tuve que ver Nanette dos veces. Lo hice no por falta de comprensión, sino porque me pareció importante entender cada mensaje que la comediante quiso anunciar. Sus palabras están llenas de experiencias que sirven como aprendizaje. No obstante, la rutina también está llena de preguntas, que en muchos casos son imposibles de responder.
Esta comediante cuenta y reclama contra su propia realidad, que a lo largo de los años ha estado llena de discriminación, homofobia, desigualdad, violencia y lucha interna por encajar en la sociedad.
La intención en realidad es comunicar políticamente, aprovechar ese micrófono abierto para sensibilizarnos respecto a cómo sufre el día a día una persona que es “diferente” según los patrones morales y sociales que están implantados en distintos lugares del mundo.
La presentación dura una hora aproximadamente y lo primero que ves es la doble discriminación que ella ha tenido que soportar: ser mujer y lesbiana. Sus vivencias comunican una triste verdad que no sólo se vivió o vive en Tazmania (lugar de origen de la comediante y que hasta 1997 criminalizaba la homosexualidad), sino que trasciende las fronteras del mundo.
La verdad es que durante todo el discurso de Hannah te sientes mal y culpable, quieres pedir perdón por todo lo que ella ha sufrido. Hay momentos en que los relatos te hacen sentir impotente, desaniman, producen rabia y hacen sentir que es difícil cambiar las cosas.
Pero eso es responsabilidad de todas y todos que una persona pase por tanta violencia sexual, política y social. Es la responsabilidad de la sociedad que ha sido construida y que criminaliza las diferencias, en vez de mirarlas como oportunidades.
Hanna Gadsby plantea tres interrogantes que me marcaron profundamente.
¿Cómo me ayudas si fui acosada y discriminada por ser mujer y lesbiana, incluso por parte de las personas que amo?
¿Cómo me ayudas a no sentir miedo, si cuando tenía 17 años fui golpeada y violada para ver si así me gustaban los hombres?
¿Cómo puedo ser feliz o no sentir esta rabia si hasta el día de hoy me avergüenzo de quien soy porque mi propio país me enseñó a ser homofóbica, llegando a odiarme mí misma?
Es verdaderamente frustrante no saber y no poder responder esas preguntas. Pero al mismo tiempo, al tener tantos sentimientos dando vueltas en un momento dejas de llorar y aplaudes lo que logra, esto es, la capacidad de transformar un momento de risa en un momento de lucha.
Gadsby se sitúa en su rol de humorista, capta la atención del público para luego hacer un quiebre y asumir un rol político, pasando de anécdotas que hablan de autocríticas, relaciones familiares, del cansancio de estar constantemente dando explicaciones, recibiendo opiniones o feedbacks hacia un momento donde la crítica es hacia la sociedad, el arte, el poder, y sus gobernantes.
Pienso que su rabia está más que justificada y nos enseña que su dolor también es nuestro dolor, porque cada narración de su situación puede ser también la de otras mujeres en cualquier parte del mundo, porque el mundo está hecho para que sean los hombres quienes dominen, en la vida pública y en la vida privada, pero felizmente este patrón de comportamiento social está siendo desmantelado. Lo personal es público, y de esto se trata este stand up comedy.
Mientras veía este stand up comedy lloré dos veces, porque me invadieron todos los sentimientos negativos posibles, aunque ese malestar en un momento se transforma en algo esperanzador, porque te das cuenta de que ella nos llama a hablar, comunicar, denunciar y unirnos como género.
Invita a los hombres a comprender, a que cambien, a que el hombre blanco heterosexual puede ser distinto si entendiera su posición de privilegio en cada lugar en el que se desarrolla, por lo tanto, su descargo es un motivo más para seguir peleando por la igualdad en general, pues las causas sociales se van cruzando, sobre todo si eres mujer.
Recomiendo ver Nanette, pongan atención a este relato y quienes piensen que han vivido algún hecho similar no sientan la soledad de su caso, siempre hay alguna mujer que nos cobija y comprende lo que viviste.
La sumatoria de casos empujan hacia la organización, a propósito de la marcha convocada para el 25 de julio, la unidad de las mujeres llegó para quedarse y crecer.
Nuestra cotidianidad no se naturaliza, por lo que el Estado y sus gobernantes tiene que asumir responsabilidades para terminar con las injusticias. Mientras las desigualdades de género estén presentes, las mujeres buscaremos las formas de denunciar y exigir, así lo demostró Hannah Gadsby con su valentía y decisión de usar un micrófono y un escenario no para contar chistes, sino para reclamar lo justo, para sumar más acciones que saquen velos de los ojos y se observe la incómoda verdad, no sólo para mirarla, sino para hacerse cargo.
Hanna Gadsby, gracias por recordarnos que lo personal es público.
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