Todos hemos escuchado en nuestras familias la historia de un pariente, generalmente mujer que, durante su vida adulta, en vez de estudiar, trabajar o construir su propia familia, cuidó a sus padres hasta su vejez. La persona designada muchas veces perdía la libertad de desarrollar su vida en los términos que quisiera. En la actualidad, la figura de "la persona que cuida" todavía existe en las familias y, si bien muchas veces logran convalidar el ejercicio de los cuidados con las distintas libertades personales, aún hay una serie de brechas que deben reducirse para que hacerse cargo de otro no implique postergación personal.
Cuando hablamos de cuidados nos referimos a acciones tan básicas y necesarias como alimentarse, asearse, bañarse o desplazarse. Además, los cuidados refieren también a las tareas domésticas como el aseo de la casa, preparar el almuerzo, lavar la ropa y mantener el orden, por nombrar unas pocas de las muchas gestiones que se hacen en un hogar diariamente. Son actividades que sostienen la vida cotidiana y, para el quehacer del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, se hace un enfoque específico en la entrega cotidiana de bienestar de una persona hacia otra que se encuentra en situación de discapacidad o dependencia.
Estas acciones no se realizan de manera automática: Alguien tiene que hacerlas y generalmente las realiza una mujer. Según el Registro Nacional de Cuidadoras del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, el 86% de quienes cumplen esta función son mujeres. Si bien hay familias que pueden externalizar este trabajo, muchas otras se organizan para su realización. El ejercicio de los cuidados no es inocuo, ya que para que alguien pueda ir a su lugar de trabajo, debe alimentarse, tener ropa limpia y una casa ordenada. En el caso de los hogares con miembros en situación de dependencia, requieren de alguien que se haga cargo de esa persona.
Los quehaceres, tan cotidianos e indispensables, tienen un impacto económico mayor: si nos fijamos en datos que aporta el Primer Estudio Nacional de Valoración Económica del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado en Chile, las tareas de cuidado aportan el 21,8% del PIB Ampliado y es la de mayor aporte entre todas las existentes. En otras palabras, no hay actividad que aporte más a la economía en nuestro país, incluso sin aportar ingresos de manera directa.
Sin embargo, los costos hay que pagarlos. Cuidar tiene un valor y muchas veces va con cargo a quien los realiza. Las personas que cuidan ven impactada su autonomía, fundamentalmente a propósito de la escasez de tiempo que representa hacerse cargo de una persona con dependencia. Desde ahí se abre un abanico de problemáticas: sin tiempo se va perdiendo la libertad de generar ingresos económicos, desarrollar áreas de interés, frecuentar amistades, asistir al médico, o incluso disfrutar del ocio.
¿Qué tan dramática es la falta de tiempo en las personas cuidadoras? Si lo aterrizamos a datos, el estudio "Experiencias de Vida de las Cuidadoras", lanzado este 2024 por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, en promedio cuentan con 3,2 horas diarias para la realización de actividades de índole personal como ducharse, comer, preparar sus medicamentos u otros. Se estima que ocupan 11,3 horas al día en labores de cuidado, versus las 1,8 que destinan sus familiares a esas tareas.
En primera instancia, es necesario plantear que la escasez de tiempo impacta económicamente. Del universo de personas ingresadas en la Base de Datos de Personas Cuidadoras, organizada a través de información del Registro Social de Hogares, el 75,7% de las personas que cuidan forman parte de hogares que se encuentran en el 40% más vulnerable de la población.
Como segundo elemento, los cuidados tienen un impacto negativo para la salud de quien los ejerce, dado que representan trabajo pesado, pero no cuentan con las garantías de protección social al no ser un trabajo formal. Actualmente, el 33% de quienes cuidan tienen problemas de salud física como hernias, problemas al manguito rotador, síndrome del túnel carpiano y otras. La cifra es más grave aún si lo visualizamos a nivel de salud mental, donde el 77% de las cuidadoras declara tener patologías de esta índole. Muy relacionado con ello, la pobreza de tiempo les impide asistir a controles médicos regulares.
A su vez, la poca disposición de tiempo para actividades personales impide la posibilidad de fomentar los vínculos sociales, fundamentales para el desarrollo de redes de apoyo y comunidad. Esto se condice con el índice de patologías asociadas a la salud mental, pero además fomenta la sensación de soledad de quien ejerce los cuidados.
Hoy tenemos la oportunidad de construir una respuesta a este problema y retornar espacios de libertad para las personas cuidadoras. Si avanzamos en comprender la interdependencia social entre todos y todas, avanzar en corresponsabilidad social y de género a través del trabajo articulado de instituciones públicas, la sociedad civil y el sector privado podemos optar a la construcción de un cuarto pilar de protección social a través del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados Chile Cuida.
El Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados ofrece mayor libertad a las personas que cuidan, avanzando en programas para disminuir pobreza de tiempo, acceder a educación o fomento a actividades productivas, lo que puede traducirse en mayor bienestar personal y social. En ese sentido, como gobierno se ha dispuesto aumentar en 40% los recursos a nivel país para el 2025, lo que implica un aumento cuantioso de financiamiento a programas como el Red Local de Apoyos y Cuidados, que entregan atención domiciliaria a familias con personas con dependencia y distintos apoyos, como la asistencia de cuidadoras coloquialmente llamadas "de respiro", que atienden a la persona con dependencia para que el cuidador principal realice otras actividades.
Además de esta acción, con el diseño y construcción de Centros Comunitarios de Cuidados a lo largo del país se han abierto espacios que permiten que las personas cuidadoras acudan con quien tiene dependencia a un lugar seguro tanto a nivel de infraestructura como de personal técnico. Asociado a ello, quienes ejercen los cuidados pueden congregarse con otras personas con tareas similares, lo que permite no solo compartir experiencias y conocimientos, sino poder hablar con pares en la misma situación y disipar la sensación de soledad.
Además del cuidado a quienes cuidan y la restitución de sus libertades, el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados fomenta la corresponsabilidad del Estado en la participación de los cuidados. Esto es tremendamente decidor en un país que envejece rápidamente y con tasas de natalidad a la baja. Que el Estado busque generar redes de cuidado entre la sociedad, incluyendo a los privados y favoreciendo infraestructura pública, también entrega certeza en tiempos de incertidumbre social. Permite saber que, en caso de una eventualidad que nos deje en una situación de dependencia, habrá una respuesta estatal y de la sociedad para atender y acompañar.
A medida que avanzamos en cuidados, avanzamos en libertades para todos y todas. Restituimos y facilitamos derechos a quienes muchas veces se han postergado por otros y garantizamos a quienes tienen dependencia su derecho a recibir bienestar de la mano de otro. El Sistema Nacional Chile Cuida busca, finalmente, que realizar cuidados no sea una sentencia, sino una libertad que sea ejercida sin poner la vida en pausa.
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