Cientos de miles de despidos, aerolíneas al borde de la quiebra, hoteles con porcentajes de ocupación cercanos a cero, pasajeros atrapados en cruceros y aeropuertos de todo el mundo y fronteras cerradas. El turismo, sector de la economía con un crecimiento sostenido en la última década, enfrenta su momento más critico y presenta una total fragilidad debido a su naturaleza más básica; la necesidad de que las personas puedan trasladarse de un punto a otro con confianza.
Estamos siendo testigos del fin de una etapa, aquella que presentaba como principal indicador de éxito el incremento de la tasa de visita en los destinos mundiales. Aquel territorio, tomador de decisión o eslabón de la cadena de valor del turismo que no entienda la necesidad de avanzar hacia un modelo basado en la sostenibilidad y la cooperación entre las partes, simplemente no tendrá las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos venideros una vez que la pandemia del COVID-19 llegue a su fin.
Esta crisis muestra las problemáticas del turismo que en los últimos años se levantaban con mayor fuerza; condiciones laborales precarias, escasa colaboración entre estamentos públicos, privados y la academia, capacidad de carga no identificada o sobrepasada, marketing y comercialización por sobre la planificación y gestión de los territorios, digitalización y datos insuficientes, son solo algunas de las tareas que deben ser resueltas a la brevedad.
El turismo interno con una oferta de experiencias turísticas cuidadosamente diseñadas, además de alojamientos boutique con venta directa, tendrán su prueba de fuego en un escenario pos-pandemia, en donde las condiciones de sanidad, bienestar y seguridad serán criterios mínimos aceptables.
La aceleración de la transformación digital y el auge de las reuniones y seminarios en línea debido a la cuarentena coloca una presión mayor al segmento MICE del turismo para reinventarse no solo desde sus eventos, sino que también desde la utilización de sus espacios físicos.
Los pasaportes sanitarios, seguros de viajes obligatorios y un mayor control en los aeropuertos será el estándar en un futuro cercano. Los viajes de larga distancia se convertirán nuevamente en objeto de valoración y, por ende, asequibles a un segmento de la población con mayor poder adquisitivo. Redescubrir nuestro país y su patrimonio debe ir de la mano de la excelencia y la calidad en los procesos que los emprendedores deben ser capaces de entregar.
Es difícil imaginar que los grandes resorts y hoteles, aviones repletos y eventos masivos tengan el mismo grado de aceptación silenciosa que el previo al COVID-19; serán años de transición complejos para un sector que entrega mas de 330 millones de puestos laborales a nivel mundial y aceptarlo se presenta como un ejercicio de humildad, pero también de innovación.
El turismo de masas, bajo costo y escasa diferenciación vive sus últimos años. Solo el tiempo nos dirá si tomamos este momento de la historia como la mayor oportunidad para reinventarnos como sector y de crear las fortalezas para una crisis silenciosa presente en cada rincón del planeta: la emergencia climática.
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