¿A dónde nos lleva Hinzpeter?

Muchas de las intervenciones del ministro del Interior y Seguridad Pública parecen desubicadas. La última que he conocido, porque en este momento puede estar ocurriendo otra, es la dedicación de una canción al Fiscal Nacional.

Uno de los graves problemas de este gobierno se relaciona con la falta de comprensión de la investidura de los cargos que se detentan, pero eso ha sido comentado ya por mucha gente, inclusive un número importante de partidarios del actual gobierno.

Estas actitudes del ministro del Interior y Seguridad Pública podrían colocarse en esa dimensión, pero yo creo que hay algo más en la actitud de esta autoridad. No hay solo desubicación, sino un diseño.

Lo primero que se encuentra en el diseño, dada la reiterada  característica de sus intervenciones, es que se debe dividir a la sociedad. Lo digo así, parece ser un propósito del ministro el dividir a la sociedad.

Podría haber sostenido que esa división era entre buenos y malos, partidarios y antagonistas, violentistas y pacíficos, manifestantes y ciudadanos, pero más allá de esas calificaciones que frecuentemente realiza pareciera estar la intención de que nunca se pueda unificar o unir las posiciones.

Siempre debe haber otro, en cualquier tema y en cualquier circunstancia, nunca aparece un nosotros. Esto creo que se podría atribuir a un gran nivel de intolerancia que pueda tener la persona que está desempeñando el cargo, pero en ese caso habría correcciones de sus superiores o pares y se levantaría otro discurso. Pero ello no ocurre.

Al extremar siempre las posiciones el ministro del Interior está buscando aglutinar a sus partidarios, a sus incondicionales, a los intolerantes, a los que siempre considerarán que hay otros y que lo han demostrado a lo largo de nuestra historia.

Es ciertamente una posición peligrosa para un gobierno, ya que genera adhesión entre sus partidarios, pero por reacción, también extrema las posiciones de sus adversarios.

Este es el diseño fundamental: ser odioso para que los antagonistas se pongan odiosos y poder acusarlos de serlo… aprovechando el amparo del poder, del dinero y de la fuerza física.

Cuando reiteradamente el Ministro las emprende contra el Fiscal Nacional o los jueces, él sabe que no está avanzando en mayor seguridad pública, sino está transformando su debilidad y fracaso en cumplir las promesas del gobierno en una tensión en la que hay a quien acusar y sobre los que se puede descargar el estado de ánimo ciudadano. Y personas sencillas comienzan a repetir sus mismas palabras.

Lo hizo antes con los estudiantes consiguiendo avances importantes en las encuestas, al transformar el tema de la educación en un tema de orden público.

El asunto es que esa actitud, él sabe, tiene partidarios en sus antípodas. Tiene quienes van a recoger el guante y aceptarán sin más esta división, otorgándole un triunfo pírrico, en que el gran costo lo paga la sociedad y esos aceptantes de un desafío desigual.

Al entender así el trabajo del ministro del Interior y Seguridad Pública, en que sus prioridades no se encuentran en resolver los temas a su cargo, aparece un segundo elemento de su diseño.

Al volver a aglutinar a partir de su discurso a los más intolerantes, a los más incondicionales, en fin, a los partidarios de la dictadura cívico-militar que sufrimos entre 1973 y 1990, lo que se demuestra es que quiere quitar banderas a sus socios de coalición.

No conozco personalmente al Ministro, pero su trayectoria pública lo mostraba como un personaje de los sectores piñeristas de RN, de quienes podrían intentar construir un acercamiento hacia el centro político del que cada día estaban más distantes.

Muchas personas en el país votaron por Piñera pensando que esa era su vocación, y comprensiblemente muchos pensamos que su ministro del Interior jugaría un papel en esa perspectiva, pero ha sido todo lo contrario, ha sido el polarizador. Entonces la lógica de su comportamiento tiene que tener una explicación.

Ser el duro, el intolerante, el polarizador, el que crea divisiones, tiene por objeto arrebatar ese sector de la sociedad a quienes más naturalmente la representan.

Algunas veces además se sobreactúa y otras se desubica, pero en lo esencial está cumpliendo un diseño. Ese diseño claramente, si es bueno para alguien no lo sé, pero no es bueno para el país.

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