¡Ave María, qué barbaridad!

Cuando mi abuela presenciaba una escena aberrante o escuchaba algún desatino, exclamaba sorprendida: “¡Ave María, qué barbaridad!”

Esta misma expresión me ha saltado a la boca varias veces en los últimos días, pues estos no han sido avaros en desatinos, torpezas y muestras de ignorancia de los protagonistas de nuestra vapuleada historia.

Un ejemplo ya muy comentado: las declaraciones del Presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, que compara los procedimientos policiales durante las manifestaciones con “los métodos sionistas del Apartheid”.

El Ministro Hinzpeter  sería adicto a la violencia policial debido a su condición de judío. Se trataría sin embargo de un  sionismo curioso, puesto que se trasladaría ahora a África del Sur. Si se escucha atentamente su declaración, el asunto se complica aún más, porque el sionismo se transforma en “sinoísmo”.

¿O tal vez quiso decir “Sionoísmo”, que tiene que ver con la incompetencia para afirmar o negar alguna cosa? ¿O querría decir “Sintoísmo”, la religión oficial japonesa? ¡Ave María, qué  barbaridad!

Después, está Piñera explicándole a un periodista que a partir de ahora el Presidente Obama ha entendido que hay un “ChileanWay”, que significa hacer las cosas rápido y eficientemente.

En las pantallas de la televisión argentina el “chileanway” se ha hecho famoso identificándolo con las escenas de represión policial.

Para explicar hasta qué punto en el “chileanway” lo estamos pasando “bomba”, muestran la escena en que los carabineros tiran una bomba lacrimógena al interior de un edificio lleno de gente.

El “chileanway”, del que tan orgulloso se ha mostrado Piñera, ha resultado tan exitoso que toda la educación pública está en huelga desde hace tres meses. ¡Ave María, qué barbaridad!

Después viene la explicación falaz de Piñera, posteriormente repetida por su mujer en un programa de televisión, de por qué la educación gratuita sería una medida “injusta”.

Ello significaría que el 10% más favorecido de la población estaría educándose gratis, gracias al pago de impuestos del resto de la población.

“¿Estoy soñando?”me digo.

¿Por quién nos toma nuestro honorable Presidente?

¿No se habrá dado cuenta que nosotros sabemos que los impuestos se pagan en relación con los ingresos?

¿Sus especialistas en economía no le habrán explicado que los más pobres en Chile no pagan impuestos porque no tienen ingresos que lo justifiquen?

¿No será su argumento un intento de justificar el que los ricos puedan seguir asistiendo a sus escuelas privadas para proseguir con la desigualdad de nuestro sistema educativo que tanto los favorece? ¡Ave María, qué barbaridad!

Después viene la declaración de la estudiante desde el propio gabinete del Ministro en el momento en que un grupo de jóvenes ingresaron al Ministerio de Educación y lograron llegar hasta su “sancta sanctorum”.

Rodeada de estudiantes, todos con cara de futuros líderes revolucionarios y enarbolando banderas, ella pronuncia su frase histórica: “¡No habrá educación de calidad hasta el triunfo del proletariado!”

Me pregunto: ¿En qué época estamos?

¿No se había destruido el muro de Berlín?

¿No habían quedado descartados los fundamentalismos de los años sesenta?

¿Reaparecerán los dinosaurios en las nuevas manifestaciones estudiantiles? ¡Ave María, qué barbaridad!

¿Y qué me dicen de las declaraciones del General de Carabineros Sergio Gajardo sobre el asesinato del joven Manuel Gutiérrez Reinoso? Sin comentarios. ¡Ave María, qué barbaridad!

Ahora Piñera irrumpe en las pantallas con una nueva explicación sobre la crisis que estamos viviendo en Chile.

La necesitábamos porque no se puede negar que ha habido poca elaboración teórica sobre nuestra actual situación.

Según la oportuna intervención de nuestro Presidente todo se explicaría por la mala influencia de la televisión en las conciencias de los chilenos.

Resulta que hasta donde los ciudadanos sabemos, en Chile todos los medios (no solo la televisión) son controlados por los sectores afines a la derecha. Pero según el Presidente esto no habría sido obstáculo para que la televisión promueva las ideas revolucionarias e incite a la violencia. ¡Ave María, qué barbaridad!

Y finalmente - lo dejé para el final porque es un asunto que me concierne personalmente - viene la explicación del Presidente de la CUT, Arturo Martínez, sobre los encapuchados, que tanto nos han molestado.

La causa de sus acciones tendría que ver ni más ni menos que con los filósofos. Los filósofos, con sus ideas apestosas estarían “detrás” de estos violentistas.

¡Por supuesto! ¿Cómo no se le había ocurrido esto a nadie antes del Sr. Martínez?

Lo que pasa es que no por ser difícil de detectar este asunto es menos cierto. Hay que ponerse a estudiar. En la Metafísica de Aristóteles o en la Crítica de la razón pura de Kant tienen que estar los fundamentos de la violencia.

¿La dificultad de la filosofía no es acaso su modo de encapucharse?

¿Por qué Heráclito afirmó que a la Physis le gusta ocultarse?

¿Y a Platón no lo persiguieron las autoridades de Siracusa por querer cambiar demasiado las cosas?

¿Y Hobbes no dice que el estado natural del hombre es la guerra de todos contra todos?

¿Y Voltaire y Rousseau no eran acaso revolucionarios?

¡Para qué hablar de Sartre y mayo del 68!

¡Gracias Sr. Martínez, por fin lo comprendemos todo!

Será urgente ahora prohibir la enseñanza de la filosofía. Es subversiva y violentista.

¿No se parece un poco todo esto a una frase de un político alemán pronunciada hace algunos años: “cuando escucho la palabra cultura, saco mi revólver”?

¡Ave María, qué barbaridad!

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