En julio de 1974, tuvo lugar la gira de Quilapayún a Australia. Fue programada con la presencia de Joan Jara en los conciertos. Además, iba con nosotros Ángela Jeria, esposa del general Bachelet que entregaba el dramático testimonio del asesinato de su marido. Nuestro avión, partió de París y se dirigió primero a Moscú. Fue allí donde Ángela se integró a nuestro grupo. Venía de la República Democrática Alemana, donde se encontraba exiliada.
Hay que decir que Australia viniendo de Francia queda exactamente al otro lado del mundo. Había que hacer primero el vuelo Moscú-Tokio y después partir desde Japón hacia Indonesia, donde había que tomar el tercer tramo hacia Sidney. Todos eran vuelos de muchas horas, en las que había tiempo para cualquier cosa y sobretodo para conversar, cosa que hicimos en muchas ocasiones con Ángela. Tenía una presencia seria, serena y triste, como muchas de las mujeres de víctimas de la dictadura que conocimos en esa época. Y nos contaba detalles de lo que le había acontecido a su marido. No era política, pero tenía claro donde estaba la justicia y la verdad.
La gira duró como veinte días y estuvimos en varias ciudades: partimos en Wollongong, el 7 de julio, y después vino Sidney, el 8 de julio, Melbourne, el 12 de julio, Adelaide, el 15 de julio y Canberra, el 21 de julio. Además de estos conciertos en teatros, actuamos en varias universidades en Sidney, New South Wales, New England, Newcastle, Melbourne y Monash.
En todos estos lugares Ángela y Joan tomaban la palabra antes del concierto y llamaban a los asistentes a la solidaridad con Chile, denunciando los crímenes de la dictadura.
Fue una gira cansadora, que nos exigía movernos cada día a veces en bus, a veces en avión y con muchos tiempos muertos en que aprovechábamos para hablar de lo que pasaba en Chile, de lo que sería nuestra vida, del drama que todos habíamos vivido de diferentes maneras. Me imagino lo difícil que habrá sido para estas dos mujeres recordar cada día eso de lo que tal vez habría sido más tranquilizador olvidarse y dar vuelta la página. Pero ambas eran luchadoras y habían asumido el rol de portavoces de nuestra tragedia.
No sé si con los años se ha aquilatado correctamente el esfuerzo que hicieron por la libertad y la democracia en Chile. Nosotros fuimos testigos de ese esfuerzo.
En medio de un dolor que era imposible de superar, se entregaron con entereza y valentía a una causa más elevada que lo que puede ser cualquier causa meramente política. Hablaban para mostrarle a esos auditorios tan alejados de Chile que a pesar de sus dramas personales creían en la posibilidad de una vida más humana y más justa. Y esa gente hizo suya esta causa y nuestra lucha fue apoyada por miles de personas en todo el mundo. Sin esa ayuda, que no solamente fue moral, sino también material, habría sido muy difícil sostener la lucha heroica que se daba en el interior de Chile contra la dictadura. Ayer murió Ángela y por causa de la situación de pandemia no pudo tener la despedida que se merecía. Algún día le rendiremos los homenajes que su entrega y generosidad merecía.
Ojalá que los chilenos nunca olviden este esfuerzo que tantas mujeres hicieron en los tiempos crueles de Pinochet, esas viudas de Chile que no pudieron olvidar y que se entregaron a la causa democrática con devoción y sacrificio.
Ángela Jeria no fue solamente la madre de la presidenta Bachelet, fue sobre todo una valiente mujer que se entregó en cuerpo y alma a la denuncia de los crímenes de Pinochet para que todos pudiéramos recuperar por fin, después de tantos sacrificios, la libertad y la democracia en nuestro país.
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