Censura a Girardi

Soy de aquellos que, pese a los antecedentes, pensaba ingenuamente que Guido Girardi Lavín estaría a la altura de la investidura de Presidente del Senado.

Los antecedentes para presumir que su conducta en el cargo sería impropia eran conocidos por todos.

Bien lo sabía Jovino Novoa, víctima del ofrecimiento de zapatillas a un joven de escasos recursos para que declarara en su contra en una de las acciones más deleznables de la historia política chilena.

Bien lo sabía el servicio de correspondencia de la Cámara de Diputados cuando debió enviar cartas que promovían su candidatura para la presidencia del PPD.

Bien lo supo Ricardo Farías, condenado por Publicam, caso por facturas falsas que financiaron su campaña.

Bien lo sabe Carabineros de Chile, dada la mala costumbre del senador de pedir sanciones a quien legítimamente lo infracciona (se sabe de al menos dos casos, en 1996 y 2008).

Bien lo supimos todos los chilenos, que consternados vimos como una falsa enferma de cáncer fue presentada por Girardi para legitimar el aborto terapéutico.

Y qué decir acerca de su irresponsable declaración (abril de 2009) de que la Gripe AH1N1 en Chile: "fácilmente podría dejar 100 mil muertes”, causando el pánico ciudadano.

Pensé, de buena fe, que reiteraría la republicana actitud de, entre otros, Pedro de Vivar y Azua, primer Presidente en 1812 o de Camilo Henríquez, de los Alessandri, de Frei Montalva, de Patricio Aylwin, o más recientemente, de Gabriel Valdés, de Andrés Zaldívar, de Adolfo Zaldívar, de Sergio Romero, de Hernán Larraín, y privilegiaría el honor de su cargo por sobre sus intereses políticos.

Que haría primar en él aquellos valores republicanos fundamentales como la sobriedad, el decoro en el ejercicio del cargo, la ponderación y la prudencia.

Lamentablemente me equivoqué. Girardi no ha estado a la altura de su cargo.

Ha usado la testera del Senado para boicotear al Gobierno en cada oportunidad que ha podido, tanto dentro como fuera del país.

Ha propuesto desde su elevada tribuna las cosas más confrontacionales posibles con el objeto de obtener pequeñas ventajas políticas por sobre el bien común: aprobar toda clase de abortos, boicotear la ley corta de Isapres, llegando al extremo de respaldar, incluso impedir que se tramiten leyes, como por ejemplo dificultar la tramitación de leyes de educación e incluso bloquear la tramitación de la Ley Presupuestaria, cosa que le costó la vida al Presidente Balmaceda hace más de un siglo.

Los antecedentes eran claros. Pero pese a ellos, como muchos, quise creer que el cargo produciría transformaciones esenciales en la persona.

Como Luis XIV cambió tras la muerte de Mazarino. Como tantos han cambiado ante las circunstancias, para mejor.

Pero ciertamente me equivoqué .Y mucho.

La “guinda de la torta” se produjo ayer.

El Senado, el símbolo más prístino de la democracia, fue tomado en forma violenta por 60 manifestantes -entre alumnos y apoderados- que ingresaron exigiendo que ‘se le devuelva el poder al pueblo’.

Girardi, en lugar de hacer lo que el sentido común y su condición de Presidente le ordenaban, decidió, avalando la toma y haciéndose cómplice de ella, no desalojarla. “No voy a aceptar jamás que a la sede del Congreso en Santiago ingrese Carabineros como ingresaron ayer (miércoles) en la Cámara de Diputados” .

Les dio sándwiches a los “jóvenes combatientes”. Dialogaba con ellos. Los acompañaba.

Hasta les ofreció alojamiento en el Senado.

Diría, a juzgar por las imágenes, que se sentía más parte de ellos… que representante del Senado. Mucho menos Presidente del mismo.

Desde esta tribuna, como ciudadano, pido humildemente a los senadores que apliquen el artículo 25 del Reglamento del Senado y soliciten la censura del senador Girardi, quien ha demostrado, en los hechos, no dar el ancho para tan alta investidura.

Nuestra República democrática no se merece tener un Presidente del Senado como él, sino uno que esté a la altura de su cargo.

Tal vez venga siendo la única forma de que se repare el error que todos cometimos, permitiendo que Girardi lo presidiera.

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