El anticomunismo es dañino para la salud

No es curioso que el anticomunismo se levante como bandera de lucha en las contiendas electorales. La expectativa de retorno expresado en votos sirve de fundamento al político que, desde sus pagos, alza la voz para denunciar la fuente de todos los males de la civilización.

Es curioso, pero en realidad no lo es, que el Partido Comunista de Chile sea el blanco de las críticas.

Es curioso porque se trata del partido más antiguo del país, un partido que, a lo largo de su centenaria historia, ha evidenciado una obstinación democrática que ha desconcertado a sus aliados más cercanos.

Es un partido que ha sufrido escarmientos de sobra de parte de quienes le acusan de los males en los que no ha incurrido: torturados, ejecutados, exiliados - mujeres y hombres - abundan entre sus militantes pero no entre sus fiscales. Nada de lo que han sido víctimas puede atribuírseles haberlo hecho contra sus acusadores.

¿Qué encarna para sus detractores el PC?

Desde sus inicios, se hace parte de la lucha por la justicia social, como tantos otros movimientos lo han hecho. El temor que engendra radica en la simple composición que caracteriza la historia del país: es la desposesión de muchos lo que asegura los privilegios de unos pocos.

En la imagen del partido se proyecta la mala conciencia de sus adversarios. La hoz y el martillo constituye una fuerza moralizante a la que, para ser desautorizada, es preciso demonizar. Y a ello contribuyen no solo la propaganda imperial sino que también los crímenes cometidos en nombre del comunismo.

En Chile más peligrosos han sido los acusadores que los acusados, los victimarios que las víctimas. Pero no es buena política el contar las desgracias para recaudar los votos ni tampoco es aconsejable sembrar desconfianzas para subir en las encuestas.

Es preciso madurar.

La puerilidad política resulta patética por sus consecuencias y más patético resulta cuando de su ejercicio se tiene memoria reciente y conocimiento actual. Los anti y las fobias terminan mal. Sean comunistas, judíos, gay, gitanos, migrantes, mapuche o lo que se diga que son, las etiquetas sientan mal no solo a ellas o ellos sino que al país.

Frente al partido Comunista de Chile, sus adversarios no tienen otra alternativa que no sea la de derrotarle en el debate de las ideas y en las urnas. Y de paso enorgullecerse de un espacio político que acoge la disidencia. Lo demás hace mal.  

El anticomunismo es dañino para la salud. Evite, pues, su consumo.

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