La hora de la Democracia Cristiana

Debo confesar que no he sido de los “carolinalovers”, sino más bien un observador crítico. Mis opiniones sobre algunas de sus decisiones han sido críticas y, siguiendo algunos de sus dichos, estaba dispuesto a oponerme a la designación de candidato presidencial mientras no se hubiera aprobado un programa. Pero dos cosas me hicieron cambiar de idea: el discurso de Carolina y la emoción que percibí en la enorme mayoría de los integrantes de la Junta ante esas palabras y la posibilidad de reencantar con una candidata diferente de los personajes que hasta ahora están en la disputa.

Por eso cuando hablé en la Junta expresé mi conformidad y entusiasmo ante el discurso sólido en el fondo y en la forma, llegando al convencimiento de que ella podría encabezar la coalición que proclamó como “domicilio político de la DC”, en la denominada “centro izquierda”, una candidatura para ganar y encantar a un pueblo que necesita recuperar la confianza en sus políticos y en su propio destino. Por cierto que puedo seguir mirando con sospecha el intento de “cubrirla” por parte de ciertos personajes que son más de lo mismo. Confío, sin embargo, que ella podrá sacudirse de las influencias inconvenientes y formar nuevos equipos para formular el programa (me encantaría ser parte de esa comisión y así se lo dije).

¿Qué fue lo que me entusiasmó de su discurso?

1. Sostuvo un rechazo frontal a la corrupción, diciendo que las personas debía en llevar una vida personal y política que sea el reflejo de los valores que proclama la Democracia Cristiana. Por esa razón pedí expresamente que ninguno de los actuales parlamentarios, CORES, alcaldes o concejales que están directa o indirectamente implicados en casos reñidos con la ética partidaria pueda volver a ser candidato. Esa sería una oportunidad para que nuevos líderes, de todas las edades, puedan ocupar esos lugares, contribuyendo a la renovación y a la limpieza moral.

2. El centro de las proposiciones políticas, económicas y sociales debe estar en la persona humana, logrando que la recuperación de la economía (crecimiento lo llaman) vaya de la mano con el respeto por los seres humanos concretos. Pidió “un crecimiento con rostro humano” y progreso con equidad.

3. Por ello, las propuestas deben ser responsables, reconociendo lo bueno que se ha hecho y llevando adelante las transformaciones prioritarias, con un avance gradual, sostenido y con sentido.

4. Es necesario recuperar el sentido común, conectándonos con el ciudadano normal, para quien no puede ser normal la situación que vive. Hemos aceptado como normal la explotación y la injusticia que el capitalismo ha hecho normales. Con eso hay que terminar. Esto me pareció muy relevante, puesto que vuelve al objetivo principal de la Democracia Cristiana: iniciar la sustitución del capitalismo mediante un proyecto que se identifica con la “Revolución en Libertad” de 1964 en adelante: el avance gradual y sostenido hacia una nueva sociedad.

5. Puso énfasis en que el mayor desafío del próximo gobierno será modificar el sistema de pensiones. Pero, mientras eso se discute, es necesario AHORA aumentar las pensiones más bajas.

6. Llamó a cuidar el entendimiento con otras fuerzas de centroizquierda y descartó las tentaciones derechistas de algunos, tan orquestadas por quienes quieren pautear al PDC desde los medios de comunicación. Es necesario, nos dijo, construir mayorías para seguir gobernando Chile. ¡Basta de políticas de trincheras!, fueron sus palabras.

El voto político, de cuya redacción fuimos excluidos algunos militantes que representamos un sector significativo del Partido, puede estar globalmente bien y significar un adelanto, pero tiene, desde mi punto de vista, algunos reparos.

Por cierto seré, no sin dificultades íntimas, un militante disciplinado, pero debo dejar constancia - ya que no pude hacerlo en la Junta - que lamenté que no se aclarara que la fuerza de la coalición pasa por definir un candidato común mediante primarias, aunque todo indicara que ésa era la tendencia mayoritaria de los integrantes de la Junta, según se pudo ver en la elección de los consejeros nacionales (donde fueron elegidas más mujeres que hombres) pues los elegidos con las primeras mayorías eran portadores de esa opción. En lo electoral, sigo sin entender por qué se proponen dos listas de una misma coalición, pero espero que el acuerdo se pueda materializar como posible y que el resultado nos acompañe.

También extrañé que no se reafirmara al PDC como un partido de vocación nacional y popular y se dijera que su vocación es de “centro izquierda”. El PDC puede ubicarse en esa nomenclatura dentro de las clasificaciones de la política decimonónica, pero por cierto desde que nace como Falange Nacional hace 80 años, su propuesta es “más allá de izquierdas y derechas, un proyecto nacional y popular”.

Somos distintos de la centro izquierda, porque no somos de centro ni aceptamos tener que movernos en las categorías estrechas de las trincheras en que se nos quiere enfrentar. Nuestro proyecto puede ser definido con las palabras de Andrés Bello, un sabio de Chile, refiriéndose a la universidad: un Partido “cuyo norte sean Chile y las necesidades de su pueblo”.

Es la hora de ponerse de pie y sin pauteos externos ni vivir en el mero exitismo, comencemos a trabajar para hacer realidad el sueño de los fundadores: servir a un pueblo que necesita recuperar su fuerza para ser protagonista de su propio destino y construir una sociedad fraterna, libertaria, justa y con bienestar para todos.

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